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El desafío de un mundo con dos sistemas

Ante el alza de China, el camino correcto es fomentar relaciones tan competitivas como cooperativas.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 30 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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El creciente quiebre en las relaciones entre China y Estados Unidos es el hecho actual más significativo. ¿Cómo debe manejarse esto, dada la interdependencia de hoy?

Tres evidencias recientes revelan la alarma por el alza de China a su estatus actual de "superpotencia junior" del planeta, en las palabras de Yan Xuetong de la Universidad de Tsinghua. Una es la campaña contra Huawei, la firma insigne de las ambiciones tecnológicas de China, que debe leerse en el contexto de la guerra comercial con EEUU y la descripción que éste le ha puesto de "competidor estratégico". Otro es un paper de la principal asociación industrial de Alemania, BDI, orientada al libre mercado, que define a China como un "socio y competidor sistémico". La última es la descripción de la China de Xi Jinping que expresó George Soros, que la considera "la contraparte más peligrosa de quienes creen en el concepto de sociedad abierta".

Este, entonces, es un punto en que una administración nacionalista en EEUU, los defensores del comercio libre en Alemania y un impulsor notable de las ideas liberales están de acuerdo: China no es un amigo. En el mejor de los casos, es un socio incómodo; en el peor, es una potencia hostil.

¿Deberíamos concluir que ha iniciado una nueva Guerra Fría? La respuesta es sí y no. Sí, porque muchos en occidente ven a China como una amenaza estratégica, económica e ideológica. Esto no viene sólo de Donald Trump o el establishment en temas de seguridad, o de EEUU, ni siquiera sólo del espectro político de derecha; cada vez más, es una causa unificadora. La repuesta, sin embargo, también es no, porque la relación con China es muy diferente de la que había con la Unión Soviética. China no está exportando una ideología global, sino comportándose como una gran potencia normal. Y, a diferencia de la URSS, está inmersa en la economía mundial.

Hacia una mejor relación

La conclusión es que la hostilidad transversal hacia China podría ser mucho más disruptiva que la Guerra Fría. Si, por encima de todo, el pueblo chino pudiera convencerse de que el objetivo de Occidente es evitar que disfrute una mejor vida, la hostilidad no tendría fondo ni fin. La cooperación colapsaría. Pero ningún país puede ser hoy una isla.

No es demasiado tarde para evitar ese quiebre. El camino correcto es administrar relaciones que serán tan competitivas como cooperativas, y reconocer que China puede ser al mismo tiempo amigo y enemigo. En otras palabras, debemos hacernos cargo de la complejidad. Ese es el camino de la madurez.

Al hacerlo, necesitamos reconocer que EEUU y sus aliados (si es que el primero aún reconoce el valor de los segundos) poseen grandes fortalezas. El alza de China ha sido notable, pero EEUU y sus aliados sumados gastan mucho más en defensa, tienen economías más grandes y representan una proporción mayor en las importaciones globales que China. La dependencia del gigante asiático de los mercados en países de altos ingresos es mucho mayor a la dependencia de EEUU de China. Es probable que estas ventajas duren, porque China está alejándose de la ruta de reformas, como argumenta Nicholas Lardy del Peterson Institute for International Economics en un nuevo libro, y por ello su economía podría desacelerarse agudamente.

Más aún, pese al alza global del autoritarismo y el malestar post crisis financiera, las democracias de altos ingresos siguen teniendo una ideología más atractiva de libertad, democracia y respeto a la ley que la que ofrece el comunismo chino. Y es obvio que los recientes fracasos de Occidente son en gran parte auto-infligidos: no debería responsabilizarse a otros, aunque esa opinión sea muy atractiva.

Así, EEUU debería mirar su situación con mucha más ecuanimidad de lo que puede China, siempre que retenga su red de alianzas, especialmente dadas su ubicación geográfica y fortalezas económicas. Si lo hiciera, también podría reconocer que su interdependencia con China es una fuerza estabilizadora, ya que fortalece los intereses de ambos lados en relaciones pacíficas.

De manera similar, EEUU reconocería que tener una causa común con aliados, en el contexto del sistema comercial regido por normas que éste creó, aumentaría la presión para que China se reforme. De hecho, en una entrevista en Davos, Shinzo Abe, el primer ministro japonés, argumentó que la mejor manera de hacer frente a China es precisamente en ese contexto. Hacer concesiones para apoyar un acuerdo global sería mucho más fácil para China que en respuesta a la presión bilateral de EEUU. Si eso requiriera la reforma de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), también estaría bien.

Los límites

La cooperación es tan esencial como la interdependencia. No podemos enfrentar el ambiente global o asegurar la paz y la prosperidad sin la cooperación con China. Más aún, si obligáramos a cada país a elegir entre un lado y otro, nuevamente habría divisiones profundas y costosas, entre y dentro de cada nación.

Nada de esto implica que Occidente necesita aceptar todo lo que China quiere. La adquisición de empresas estratégicamente importantes podría estar legítimamente fuera de los límites para ambos lados. Simultáneamente, si la evidencia de un peligro estratégico por la presencia de ciertas empresas dentro de nuestras economías existiera, entonces se debería tomar acciones contra ellas. Pero la palabra clave es "evidencia".

Finalmente, y para mí más significativo, es que es vital, como sugiere Soros, que protejamos nuestra libertad y la de los chinos que viven en nuestros países del nuevo sistema de "crédito social" de China, y otras formas de alcance extraterritorial, tanto como podamos. Pero esto sería más fácil de justificar si EEUU no fuera tan extraterritorial también. Obviamente, la creencia de que EEUU tiene derecho a imponer sus prioridades en el mundo, a diestra y siniestra, es altamente desestabilizadora.

Una nueva superpotencia ha emergido, una que nunca fue parte de un sistema dominado por Occidente. En respuesta, muchos están tratando de llevar al mundo hacia una era de competencia estratégica desenfrenada. La historia sugiere que esto es peligroso. Lo que se necesita, en cambio, es una combinación de competencia y cooperación con una China al alza. La alternativa es hostilidad y desorden crecientes. Nadie inteligente quiere eso. Así que hay que pararlo, antes de que sea demasiado tarde.

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