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El euro a los 20 años: la eurozona está condenada a tener éxito

La moneda única ha sobrevivido, pero necesita ajustes significativos para mantener una vida larga y saludable.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 16 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Como muchas personas de 20 años, la moneda europea ha experimentado una adolescencia traumática. En algunos momentos, muchos pensaron que no llegaría a su edad de madurez. Pero lo hizo. Eso es un éxito. Pero la experiencia ha sido tan difícil, que necesariamente da pie a grandes preguntas. En esta evaluación de su cumpleaños, consideraré cuatro.

Primero, ¿fue el euro una idea inteligente? En un lúcido discurso el mes pasado, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo -en mi opinión, una de las dos personas (la otra es la canciller alemana Angela Merkel) más responsables por la sobrevivencia del euro- explicó el raciocinio tras su creación. Hubiera sido imposible, argumentó, mantener la integración profunda del mercado único sin la moneda única. Así, “el apoyo al mercado único se vería perjudicado a largo plazo si las firmas que invirtieron en aumentar la productividad no pudieran acceder a parte de los beneficios debido a un comportamiento de ‘mal vecino’, a través de devaluaciones competitivas en otros países. Los mercados abiertos no hubieran durado”.

Imagen foto_00000002Pero también es claro que el euro era muy arriesgado. Una política monetaria común podría impulsar la divergencia acumulativa, con menores tasas de interés reales en los países de alta inflación (es decir, burbujas) y viceversa. Al unir a países con instituciones y comportamientos económicos tan diferentes, especialmente en la ausencia de un proceso político compartido, el euro podría separar y no unir a los pueblos de Europa. Por ello, en 1991, argumenté: “El esfuerzo de unir a los Estados puede llevar, en cambio, a un aumento gigante en las fricciones entre ellos. Si eso ocurre, el evento cumpliría con la definición clásica de una tragedia: hybris (arrogancia), ate (idiotez), nemesis (destrucción).

Segundo, ¿cómo ha sido el desempeño del euro? Lo más obvio es que ha sobrevivido, a pesar de los grandes golpes y las dolorosas divisiones. Lo ha logrado porque los costos de un quiebre, o incluso de la salida de miembros individuales, se ven aterrorizantes. También lo ha logrado porque, en lo peor de las crisis, las autoridades hicieron lo suficiente para mantenerlo con vida. Pensemos en la creación de las facilidades financieras de emergencia de la eurozona, en la declaración de “lo que cueste” de Draghi en julio de 2012 y la voluntad del BCE de usar las herramientas de un banco central moderno. Como destaca Daniel Gros del Centro de Estudios de Política Europea: “Finalmente, el euro sobrevivió porque, cuando estuvo bajo presión, los líderes de los Estados miembro de la zona euro usaron su capital político para implementar reformas necesarias”.

Pero sobrevivir no es lo mismo que sobrevivir bien. La eurozona se tomó un tiempo excesivamente largo para hacer frente a la crisis. Como argumenta la economista Ashoka Mody, el trauma generó heridas económicas, sociales y políticas profundas y duraderas en los países vulnerables. En vez de generar convergencia en los estándares de vida, el euro ha permitido la divergencia. Los préstamos bancarios intra-zona euro han colapsado. La inflación ha sido persistentemente baja, dificultando mucho los ajustes de costos relativos. Las políticas contractivas impuestas sobre países golpeados por la crisis, junto a las persistentes superávit de cuenta corriente de Alemania y Holanda, han llevado a la eurozona a grandes superávit, externalizando una parte significativa de su ajuste postcrisis.

Consecuencias de un quiebre

Tercero, ¿sobrevivirá la eurozona? La respuesta probablemente sea que sí. Tres cuartos de las personas en la eurozona están a favor del euro, la mayor cifra desde 2004. Cerca de 40% de los adultos de la región no han conocido otra moneda. El número de miembros de la eurozona también ha seguido aumentando, lo que seguramente es un voto de confianza.

Pero la mayor razón para el optimismo sobre su sobrevivencia deben ser las consecuencias de la alternativa. Una ruptura sería muy traumática, financiera y económicamente. También amenazaría la sobrevivencia de la misma UE, que siempre ha sido construida sobre una base de integración económica. El mercado único muy posiblemente colapsaría. Y, con él, podría colapsar la posibilidad de relaciones de cooperación. Algunos parecen pensar que Europa necesita otro brote de nacionalismo agresivo. Quienes conocen en algo la historia, saben lo letal que sería esa bacteria.

Pero, finalmente, ¿sobrevivirá también el euro? Gros enfatiza que su historial no es tan malo. Particularmente, señala que “los mercados laborales de Europa continental han atravesado una mejora estructural sub-analizada, con la participación en la fuerza laboral aumentando cada año, incluso durante la crisis”. Hoy, una proporción mayor de la población adulta es económicamente activa que en EEUU. Las tasas de desempleo también van a la baja, incluso en los países más golpeados por la crisis. El euro ha obligado a hacer reformas importantes. Todo esto es significativo.

Desafíos pendientes

Sin embargo, la eurozona no es y probablemente nunca sea una “unión monetaria óptima”. Más aún, cualquier tipo de unión federal parece estar fuera de discusión. Esto garantiza que el problema político fundamental -la distancia entre la responsabilidad en las políticas de la zona euro y la rendición de cuentas políticas nacionales- persistirá. En cambio, lo que se necesita son reformas que apunten a crear una unión “lo suficientemente buena”. La tolerancia del riesgo debe funcionar a través de finanzas privadas transfronterizas. Necesita ser más fácil (y más aceptable) restructurar la deuda. Y algo no menor, los ajustes macroeconómicos deben ser mucho más simétricos.

Al final, la eurozona está condenada al éxito. Un quiebre haría un daño gigantesco al frágil orden construido tras la devastación de la posguerra. Sea o no una buena idea, los costos de deshacerla hacen que sea una perspectiva impensable. Pero no tendrá éxito -quizás ni siquiera sobrevivirá- si se asienta la complacencia. La zona euro sobrevivió apenas a su experiencia cercana a la muerte. Para disfrutar una vida larga y sana, debe cambiar sustancialmente.

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