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El futuro de EEUU es asiático, no latino, a pesar de la retórica de Trump

El problema del muro es intelectual, distrae del verdadero futuro demográfico del país: más personas han emigrado a EEUU desde Asia que desde América Latina en cada año desde 2010.

Por: Janan Ganesh | Publicado: Miércoles 26 de diciembre de 2018 a las 04:00 hrs.
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Mientras Estados Unidos comparta una frontera con una nación mucho más pobre, algunos estadounidenses soñarán con un muro. Esta idea se estableció antes de que Donald Trump llegara a ser presidente.

En los matorrales en el sur y suroeste de EEUU, ya existen vallas que protegen cientos de kilómetros de la frontera con México. Trump necesita fondos de un Congreso reacio para completar el resto (la frontera mide 3.145 km). Quizás lo logrará. Es más probable que los legisladores se lo nieguen. De cualquier manera, puede construir sobre una estructura que lo precede.

La política definitoria del presidente no amerita la conmoción que ha provocado. Sí, hay algo novedoso en la repugnancia de su retórica antiinmigrante. Los excesos de la aplicación de la ley en la frontera también parecen ser peores bajo su mandato. Pero una barrera física contra México no es nada nuevo. En un Washington más funcional, los demócratas podrían incluso apoyar su finalización a cambio de mejores condiciones para los residentes indocumentados.

El verdadero problema que causa el muro es intelectual: distrae del verdadero futuro demográfico del país. El ambiente de acritud actual no llevaría a pensar que más personas han emigrado a EEUU desde Asia que desde América Latina en cada año desde 2010. O que, durante el mismo período, dos de los cuatro países con la mayor inmigración neta a EEUU son China e India.

Durante el mismo período, EEUU ha aceptado a más refugiados de Asia que de Europa, América Latina y África combinados. Y se proyecta que a mediados de siglo los asiáticos formen el mayor porcentaje de la población inmigrante de EEUU.

Las proyecciones siempre son vulnerables a los eventos, por supuesto. Los controles fronterizos han reducido el número de inmigrantes provenientes de América Latina, al igual que el enriquecimiento gradual y la estabilización de México. Estos desarrollos son eminentemente reversibles.

Fantasma de la latinización

Pero por el momento, la evidencia, recopilada por los investigadores de Pew y por William Frey del Instituto Brookings, es inconfundible. Después de décadas de neuralgias sobre la “latinización” de EEUU, el futuro del país parece depender, al menos de igual manera, de los asiáticos: sus hábitos de voto, su cultura, sus relaciones con otros estadounidenses. El muro, a menos que se construya en torno a los aeropuertos a una altura de 12 mil metros verticales, no es un factor en su llegada.

En su último libro, ¿Quiénes somos?, publicado en 2004, el científico político Samuel Huntington imaginó la división de EEUU en “dos pueblos”: uno anglófono y uno de habla hispana, donde sus diferentes idiomas reflejarían las disparidades en la cultura subyacente.

Dejando a un lado su audaz premisa de coherencia dentro de estos grupos, muchos estadounidenses tienen el mismo temor. Una solución popular, como intuyó Trump en 2016, es un gran recorte en la inmigración latinoamericana. Pero es posible que, incluso sin esa medida, la llegada de los asiáticos haga una diferencia positiva. Aunque sólo lograrán complicar la imagen demográfica convirtiéndola en algo parecido a un mosaico, tal vez eso eliminaría la visión de Huntington de una nación bifurcada.

Asiáticos con distinto idioma

El hecho de que los asiáticos en EEUU sean cada vez más diversos es importante. No representan la concentración de un solo idioma que no es el inglés, como lo hicieron los inmigrantes alemanes en el siglo XIX y más recientemente, los latinoamericanos. Antes, un “asiático” en EEUU denotaba a una persona que provenía del este o sureste de Asia. Actualmente la palabra bien podría referirse a indios o esrilanqueses o paquistanís.

Sé que es demasiado esperar que una gama más amplia de inmigrantes alivie el sentimiento antiinmigrante. El registro histórico sugiere que los estadounidenses sólo soportarán una población nacida en el extranjero de hasta 15%, pero no más, independientemente de su composición étnica.

EEUU se está acercando a ese nivel por primera vez en un siglo. Efectivamente, algunos votantes prefieren un país menos diverso y unos pocos un país homogéneo. Pero tal vez muchos más podrían desear evitar el escenario de Huntington de enormes concentraciones culturales. Si es así, las tendencias actuales son una razón para ser optimistas.

Lo cual no implica que debemos idealizar a estos recién llegados como una “minoría modelo”. Los conservadores bien intencionados a veces representan a todos los asiáticos como personas que ahorran, que trabajan duro y que tienen valores familiares. Cuando un grupo de estudiantes acusó a la Universidad de Harvard de discriminar a postulantes asiáticos ayudando a competidores negros y latinos, el Departamento de Justicia de Trump presentó una declaración en apoyo. Pero los votantes asiáticos votaron por los demócratas en las elecciones de mitad de período.

Así son los malentendidos sobre esta creciente y compleja porción del electorado estadounidense. Comprender a este grupo seguirá siendo un desafío mucho después del ajetreo del siglo XX acerca de la frontera sur. Tal vez para ese entonces el muro de Trump no se considerará sabio ni malvado, sino más bien sin importancia.

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