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El inminente conflicto de 100 años entre Estados Unidos y China

La lucha innecesaria de Donald Trump por el dominio mundial se está convirtiendo cada vez más en un juego de suma cero.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 5 de junio de 2019 a las 04:00 hrs.
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Unión Soviética dejó un gran vacío. La “guerra contra el terrorismo” fue un reemplazo insuficiente. Pero China cumple todos los requisitos. Para Estados Unidos, puede ser el enemigo ideológico, militar y económico que muchos necesitan. Acá finalmente hay un oponente digno. Esa fue la principal conclusión a la que llegué tras las reuniones del Grupo Bilderberg de este año. La rivalidad en todos los aspectos con China se está convirtiendo en un principio organizador de la política económica, exterior y de seguridad de EEUU.

Si es el principio organizador de Donald Trump es menos importante. El presidente estadounidense tiene el instinto visceral de un nacionalista y proteccionista. Otros entregan el argumento y los detalles. El objetivo es el dominio de EEUU. El medio es el control sobre China, o la separación de China. Cualquiera que crea que es probable que un orden multilateral, nuestra economía globalizada o incluso relaciones internacionales armoniosas, sobrevivan este conflicto, se está engañando.

El increíble “libro blanco” sobre el conflicto comercial, publicado por China el domingo, es una prueba. El hecho -para mí deprimente- es que en muchos puntos las posiciones chinas son correctas. El foco estadounidense en los desequilibrios bilaterales es económicamente analfabeto. La visión de que el robo de propiedad intelectual ha causado gran daño a EEUU es cuestionable. La propuesta de que China ha violado groseramente sus compromisos bajo el acuerdo de acceso a la Organización Mundial del Comercio (OMC) de 2001 es muy exagerada.

Acusar a China de hacer trampa es hipócrita cuando casi todas las acciones comerciales realizadas por la administración Trump violan las reglas de la OMC, un hecho tácitamente admitido por su determinación de destruir el sistema de resolución de disputas. La posición negociadora de EEUU vis-à-vis China es que “el poder hace la fuerza”. Esto es lo mismo que insistir que los chinos deben aceptar el rol de EEUU como juez, jurado y ejecutor del acuerdo.

Una disputa sobre los términos de apertura del mercado o protección de la propiedad intelectual podría ser resuelta con una negociación cautelosa. Ese acuerdo podría incluso ayudar a China, ya que aliviaría la dura mano del Estado y promovería la reforma orientada al mercado. Pero los temas están ahora demasiado polémicos para tal resolución. Esto es, en parte, debido a la ruptura en la negociación. Aún más porque el debate de EEUU es cada vez más sobre si la integración con la economía dirigida por el Estado de China es deseable. El temor por Huawei se centra en seguridad nacional y la autonomía tecnológica. El comercio liberal es cada vez más visto “negociar con el enemigo”.

Conflicto de suma cero

Está emergiendo un marco de relaciones con China como uno de conflicto de suma cero. Los comentarios recientes de Kiron Skinner, directora de planificación de políticas del Departamento de Estado de EEUU (un cargo que una vez fue ocupado por el estratega de la Guerra Fría, George Kennan) son reveladores. La rivalidad con Beijing, sugirió ella en un foro organizado de New America, es “una lucha contra una civilización realmente diferente y una ideología distinta, y EEUU no ha tenido eso antes”.

La directora añadió que ésta sería “la primera vez que tendremos un gran competidor de poder que es caucásico”. La guerra con Japón se ha olvidado. Pero el gran punto es que ella enmarca lo que ocurre como una guerra de civilizaciones y razas, y también como un conflicto incapaz de ser resuelto. Esto no puede ser accidental. Ella está aún en su cargo.

Otros presentan el conflicto como si fuera sobre ideología y poder. Aquellos que enfatizan lo primero con la retórica marxista del presidente Xi Jinping y el papel reforzado del partido comunista. Aquellos que enfatizan lo último apuntan al creciente poder económico de China. Ambas perspectivas sugieren conflicto perpetuo.

Este es el desarrollo geopolítico más importante de nuestra era. No menos importante, obligará cada vez más a los demás a tomar partido o luchar fuertemente por la neutralidad. Pero no sólo es importante. Es peligroso. Se corre el riesgo de convertir una relación manejable, aunque molesta, en un conflicto, sin una buena razón.

La ideología china no es una amenaza para la democracia liberal como lo fue la Unión Soviética. Las demagogias de extrema derecha son mucho más peligrosas. Es casi seguro que un esfuerzo por detener el auge económico y tecnológico de China fracasará. Peor aún, fomentará una profunda hostilidad en el pueblo chino.

La fórmula con China

A largo plazo, las demandas de un pueblo cada vez más próspero y bien educado para el control de sus vidas, aún podrían salir adelante. Pero eso es mucho menos probable si el auge natural de China se ve amenazado. Además, su ascenso no es una causa importante del malestar occidental. Eso refleja mucho más la indiferencia y la incompetencia de las élites domésticas. Lo que es visto como el robo de propiedad intelectual refleja, en gran parte, el inevitable intento de una economía en alza por dominar las tecnologías de la época. Sobre todo, un intento de preservar la dominación del 4% de la humanidad sobre el resto es ilegítimo.

Esto ciertamente no significa aceptar todo lo que China hace o dice. Al contrario, la mejor forma que tiene Occidente de tratar con China es insistir en los valores permanentes de la libertad, democracia, el multilateralismo basado en reglas y la cooperación global. Estas ideas hicieron que muchos alrededor del mundo apoyaran a EEUU en el pasado. Todavía hoy cautivan a muchos chinos. Es muy posible defender estas ideas, de hecho insistir en ellas con mucha más fuerza, mientras se coopera con una China en ascenso en lo esencial, como en la protección del medio ambiente, comercio y la paz.

Una mezcla de competencia con cooperación es el camino correcto a seguir. Un enfoque como este para manejar el auge de China debe incluir la cooperación estrecha con aliados de ideas afines y tratar a China con respeto. La tragedia en lo que está ocurriendo ahora es que la administración está simultáneamente lanzando un conflicto entre las dos potencias, atacando a sus aliados y destruyendo las instituciones del orden de la postguerra liderada por EEUU.

El actual ataque a China es la guerra equivocada, peleada de forma equivocada, y en el terreno equivocado. ¡Qué lástima! Aquí es donde estamos ahora.

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