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El Reino Unido juega con fuego con el Brexit

Por: | Publicado: Miércoles 8 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.
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A fines de este mes, Theresa May, la primera ministra británica, iniciará la negociación más importante en la que el país se haya comprometido desde que comenzó a debatir su membresía en la Comunidad Económica Europea a principios de los años ‘70. En esta oportunidad, la nación rechazará su membresía de lo que ahora es la Unión Europea, al activar el Artículo 50 del Tratado de Lisboa. Más allá de si se estaba a favor o en contra de permanecer, se debe esperar que May obtenga un buen acuerdo.

El destino del Reino Unido siempre estará atado al del continente. Siempre será también una importante potencia europea. Pero estos intereses comunes no serán suficientes para asegurar un buen pacto. Estas serán unas negociaciones difíciles. Las probabilidades de un resultado calamitoso, con resultados a largo plazo venenosos, son altas. Algunos de los “Brexiters” más radicales pareciera que desean esto. May debe resistir a dicha presión.

¿Cómo deberá el gobierno británico enfocar estas negociaciones? Debe definir los objetivos correctos, evaluar su posición y adoptar un enfoque efectivo. El objetivo primordial debe ser alcanzar el mejor acuerdo comercial posible. La realidad, sin embargo, es que el Reino Unido tiene un lado débil: sin acuerdo, verá interrumpido su comercio y su relación con el continente quedará por los suelos. Sus contrapartes lo saben. La UE representa una parte mucho mayor del comercio de Reino Unido que el Reino Unido para la UE. Por eso tiene más que perder. El ex primer ministro John Major ha delineado el mejor enfoque: “los resultados más exitosos se obtienen cuando las negociaciones son conducidas con buena voluntad. Es mucho más fácil alcanzar un acuerdo con un amigo que con un vecino problemático. Pero, detrás de las cortesías diplomáticas, la atmósfera ya es amarga”. Charles Grant, del Centro para Reformas Europeas, añade: “en tiempos de incertidumbre global… la decisión del Reino Unido confunde a sus socios. Se sienten despreciados, dolidos y (al menos en algunos casos) inseguros”.

Para que las negociaciones sean exitosas, el gobierno debe enfocar sus energías. Esto no debería tratarse acerca de los términos del divorcio, particularmente el dinero o los derechos de los ciudadanos de la UE a quedarse. La UE tiene la intención de pedirle 60.000 millones de euros (US$ 63.720 millones). Esto es casi el 3% del PIB anual del Reino Unido. En más de, digamos, una década representará 0,3% del PIB anualmente. Esto es dinero insignificante. El futuro de su relación con la UE es mucho más importante que eso. De igual forma, a cambio de un acceso de alta calidad al mercado único, mediante un amplio acuerdo de libre comercio y un régimen de “equivalencia mejorada” para los servicios, además de una transición sencilla a estos acuerdos, el Reino Unido debería estar dispuesto a pagar una continuada contribución a la UE. Esto podría contradecir los reclamos de quienes quieren la salida respecto de que abandonar el bloque liberará 350 millones de libras esterlinas a la semana para el Servicio Nacional de Salud. Pero eso fue una mentira blanca.

Quienes proponen este enfoque podrían ser condenados como “enemigos del pueblo”. Desde que Robespierre, Lenin, Hitler y Mao aplicaron variantes de esta frase a quienes asesinaron, considero este epíteto un honor. En una democracia liberal, ninguna mayoría temporal puede apropiarse la etiqueta de “el pueblo”. El 48% que votó por Permanecer también es “el pueblo”. En este caso en particular, no hay una buena razón para concluir que la forma de un Brexit duro, que es más probable ahora, podría haber obtenido la buena mayoría que Salir logró para ganar en junio de 2016.

Algunos en el gobierno y muchos de los que respaldan la salida argumentan que si el Reino Unido no obtiene el acuerdo que quiere de la UE, debería convertirse en un Estado de libre comercio y bajos impuestos similar, quizá, a Hong Kong. Pero, como resalta John, “esa dirección de la política, una vez entendida por el público, nunca encabezaría el apoyo”. No es sólo contrario a todo lo que ha sido fijado por la campaña Salir, sino que también es lo contrario a todo lo que May ha pronunciado desde que llegó al poder. Esto sería un atropello antidemocrático.

Supongamos que el gobierno falla en obtener un buen acuerdo de sus negociaciones con la UE. Supongamos que dicho fracaso no es porque abordó la negociación con un espíritu arrogante y demandante. De hecho, llegó a ellos de forma reflexiva y razonable. ¿Entonces qué? El ex primer ministro Tony Blair argumenta que “si nuestro gobierno estuviera conduciendo la negociación que genuinamente buscaba avanzar en los intereses de nuestro país, las conversaciones incluirían la posibilidad de que el Reino Unido se mantuviera en una Europa reformada”.

No tengo ninguna objeción en principio a la idea de que la solicitud para salir podría ser revertida una vez que la naturaleza del Brexit se haga más clara. Ciertamente no es menos patriótico desear quedarse en vez de salir. Además, el resultado de un referendo en una fecha particular no puede ser sacrosanto para todo el tiempo. Es posible que el electorado pueda cambiar su forma de pensar. Aquellos que apoyaron la salida y que insisten en una soberanía parlamentaria pueden también no objetar en principio a un voto parlamentario en los términos de un acuerdo que actualmente sea alcanzado, contra la opción de permanecer en la UE.

Sin embargo, en la práctica, esta opción es muy indigna. En parte porque quebrantará la estabilidad del partido Conservador en momentos en que no hay una oposición creíble. Y aún más importante es la mirada del resto de la UE. Encuentro imposible imaginar que después de dos años de duras negociaciones, se le permita a Reino Unido salirse con la suya al decirle a sus contrapartes que el acuerdo que ofrecieron es tan malo que decidió quedarse, casi como una forma de castigo. Esto violará todas las normas de un comportamiento decente. Sospecho que cualquier intento para retirar la solicitud del artículo 50 en estas circunstancias será rechazado por los miembros, respaldados por la Corte Europea de Justicia. Esta última vería tal comportamiento caprichoso como incompatible con la supervivencia de la UE por sí misma.

La elección de Marine Le Pen como presidenta de Francia podría hacer esto discutible. Pero, como están las cosas ahora, la suposición debe ser que el Reino Unido se irá. La pregunta es exactamente cómo. Sobre ello, todo permanece en juego.

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