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Estimado Joe Biden: los déficits todavía son importantes

Los planes del nuevo presidente para un mayor estímulo corren el riesgo de exacerbar la desigualdad y el bajo crecimiento de la productividad. Análisis del estratega en jefe global de Morgan Stanley y autor de "Diez Reglas para las Naciones Exitosas".

Por: Financial Times. Traducido por Renato García J. | Publicado: Miércoles 20 de enero de 2021 a las 12:34 hrs.
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Ruchir Sharma *

Joe Biden llegó hoy miércoles a la Casa Blanca con grandes planes para un nuevo paquete de estímulo fiscal por US$ 1,9 billón (millón de millones), impulsado por un creciente consenso que se consolida entre la élite estadounidense de que los déficits no importan realmente.

Las advertencias de que el aumento de los déficits reavivará la inflación y socavarán al dólar han demostrado ser incorrectas durante décadas, por lo que los “halcones” del déficit son cada vez más ignorados como viejos cascarrabias. La nueva opinión, expresada por las principales figuras del FMI, el mundo académico y los medios de comunicación, es que con la inflación muerta hace mucho tiempo y las tasas de interés en mínimos históricos, sería imprudente, incluso irresponsable, no pedir prestado para impulsar la economía. Las cantidades –miles de millones, billones– casi no importan, especialmente para Estados Unidos, que todavía tiene la moneda más codiciada del mundo.

Biden capturó perfectamente esta visión de la élite al anunciar su plan de gastos, cuando dijo: "Con las tasas de interés en mínimos históricos, no podemos permitirnos la inacción".

Esta visión pasa por alto los efectos corrosivos que los crecientes déficits y deuda ya han tenido sobre la economía mundial. Estos efectos, a diferencia de un fuerte aumento de la inflación o el fin de la supremacía del dólar, no son advertencias especulativas sobre una crisis futura. Cada vez hay más evidencias del Banco de Pagos Internacionales, la OCDE y Wall Street de que cuatro décadas consecutivas de creciente intervención gubernamental en la economía han provocado una desaceleración del crecimiento de la productividad (reduciendo el tamaño de la torta en general) y una creciente desigualdad de la riqueza.

Esta investigación no cuestiona el uso de estímulos durante una crisis; los problemas surgen del impacto acumulativo del estímulo constante. Eso sugiere fuertemente que la escala creciente de cada nueva infusión también es importante. Los votantes promedio están aturdidos con razón por la afirmación de que los gobiernos pueden pedir prestado sin límite ni consecuencias.

La trampa de la deuda

Calculamos que el año pasado Estados Unidos y otras naciones desarrolladas comprometieron una suma mediana equivalente a 33% de su Producto Interno Bruto en estímulos, rompiendo el récord de 10% establecido en 2008. Esas cifras no incluyen el plan Biden, que llevará el estímulo fiscal total de EEUU para combatir la pandemia a más de US$ 5 billones, más que el PIB de Alemania o Japón. Eso es mucho para que una economía lo absorba en menos de un año, y Biden ya prepara una segunda propuesta de gasto aún más ambiciosa para el próximo mes.

La administración entrante sostiene que las tasas bajas liberan a los gobiernos para pedir prestado y gastar en cantidades ilimitadas en el futuro previsible. Pero esta afirmación tiene una larga historia. En lugar de un camino hacia la libertad, las bajas tasas son una trampa. Fomentan más préstamos y un aumento de la deuda, lo que reduce la productividad y frena el crecimiento. Eso hace que la economía sea financieramente frágil, lo que obliga a los bancos centrales a mantener bajas las tasas. Dados los altísimos niveles de deuda de hoy, solo un pequeño aumento de las tasas de interés haría insostenible la carga.

Esta "trampa de la deuda" es, a pesar de la opinión de la élite, un problema real. La deuda pública en Estados Unidos y otros países desarrollados promedia alrededor de 110% del PIB, frente a 20% ciento en 1970, según datos del FMI. Durante el sistema de Bretton Woods, desde 1945 hasta principios de la década de 1970, muchos países desarrollados registraron superávits presupuestarios constantes. Desde entonces han tenido déficits constantes, en las buenas y en las malas.

Inflación de activos

Cada vez más, el dinero impreso por los bancos centrales se destina a financiar deuda pública. Muchas élites ven esto con buenos ojos, ya que todavía no se reactiva la inflación de precios al consumidor. Aunque los gobiernos pueden imprimir todo el dinero que quieran, no pueden dictar a dónde va, y gran parte de él ha avivado un tipo diferente de inflación: la inflación de los precios de los activos. Desde la década de 1970, el tamaño de los mercados financieros se ha disparado desde aproximadamente el mismo que la economía mundial a cuatro veces su tamaño. La mayoría de esas ganancias van a los ricos, que son los principales propietarios de activos financieros.

A medida que la era de los estímulos constantes ganaba impulso, la riqueza promedio en las últimas tres décadas ha aumentado alrededor de 300% para las familias estadounidenses en el 1% superior, 200% para el siguiente 9%, 100% para el próximo 40% y cero por ciento para el 50% inferior. Una de cada diez familias en el 50% inferior tiene una riqueza negativa (debe más de lo que posee).

Cuando políticos de izquierda, como el senador Bernie Sanders, prometen mucho más estímulo, no establecen este vínculo entre el estímulo y la creciente desigualdad de la riqueza. Sin embargo, los operadores de Wall Street sí lo hacen. Elevan los precios de los activos cuando Sanders pide más gasto, o el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, promete un apoyo monetario continuo. Ven estos votos como más dinero en sus bolsillos.

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Impacto en la productividad

Pero estudios recientes muestran que el dinero fácil del gobierno ha terminado apoyando a las empresas menos productivas, incluidas las "zombis" muy endeudadas que de otro modo colapsarían. El apoyo también favorece a los monopolios que se han expandido no por su innovación sino por presionar a los gobiernos para obtener favores y dejar de lado a rivales más pequeños. En un estudio de 2017 que vincula la caída de la productividad con el dinero fácil, la OCDE advirtió que estas tendencias dificultarán que las sociedades cumplan "sus promesas a las generaciones actuales y futuras".

BCA Research demostró recientemente que las naciones con gobiernos que gastan mucho tienden a registrar un crecimiento más lento del PIB per cápita. De manera similar, Ned Davis Research descubrió que, desde 1947, el gasto del gobierno de Estados Unidos por encima de 22% del PIB está correlacionado con períodos de crecimiento económico más lento. Advirtió que esta proporción ha aumentado por encima de 34% durante la pandemia. Mi equipo también encontró un vínculo estadísticamente significativo entre los períodos de aumento de la deuda pública y el lento crecimiento del PIB. Estos estudios no pueden mostrar causalidad, pero es poco probable que el vínculo constante entre los déficits crecientes y el debilitamiento del crecimiento sea una coincidencia.

Incluso aquellos que abogan por nuevos préstamos ilimitados están de acuerdo en que sería mejor invertir el dinero en carreteras, energía verde y otros proyectos que impulsen la productividad y el crecimiento futuro. No obstante, reconfortados por la fe de que los déficits no importan, los partidarios de Biden apoyan un plan repleto de transferencias de efectivo, que incluye un cheque de US$ 1.400 para la mayoría de los estadounidenses.

Como muchos en el campo de los despreocupados, Biden dice que se necesitan con urgencia más estímulos para limitar el daño de la pérdida de empleos y las quiebras. Había un argumento en favor de esto cuando la economía estaba en declive. Pero a medida que se implementan las vacunas y vuelve la normalidad, es probable que inyectar más estímulos en un paciente en recuperación haga más daño que bien.

La persona promedio entiende que no existen los almuerzos gratis. El camino hacia la prosperidad no puede ser tan fácil como imprimir y gastar. Si confía en las bajas tasas para financiar más aumentos masivos del gasto público, Biden duplicará las políticas que han magnificado los problemas que pretende solucionar: crecimiento débil, inestabilidad financiera y creciente desigualdad. Décadas de estímulos constantes han dejado al capitalismo más débil, menos dinámico y menos justo, alimentando el populismo enojado. Los déficits importan por el daño que ya están infligiendo.

* Estratega en jefe global de Morgan Stanley Investment Management y autor de "Diez Reglas para las Naciones Exitosas"

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