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La decisión estratégica que enfrenta Putin tras amplia victoria electoral en Rusia

El presidente quiere un fortalecimiento militar para ganar respeto en el extranjero, pero la economía necesita inversión.

Por: Kathrin Hille, Moscú | Publicado: Martes 20 de marzo de 2018 a las 04:00 hrs.
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Hace seis años, Vladimir Putin subía con el rostro sombrío a un escenario en la Plaza Manezh, en las afueras del Kremlin, para dirigirse a sus seguidores. Había ganado las elecciones presidenciales, pero sólo frente a las masivas protestas que pedían una “Rusia sin Putin”.

El domingo, después de asegurar otro período de seis años como presidente -tiene más de 18 años en el poder-, un radiante Putin pronunció un entusiasta discurso de victoria, diciéndoles a los rusos: “¡El éxito nos espera!”. Con un 99% de los votos escrutados, Putin obtuvo un 76,66% de los sufragios (más de 56 millones), un récord personal.

El triunfo no fue fácil. Durante meses, el Kremlin presionó a los gobernadores regionales para que le consiguieran un 70% de los votos, con una participación de al menos 70%. En otras palabras, el respaldo de la mayoría absoluta de la población adulta del país.

En muchas regiones, las autoridades presionaron abiertamente a las personas para que votaran por Putin. Golos, el grupo de monitoreo electoral independiente más experimentado de Rusia, registró casos de funcionarios públicos, empleados de grandes compañías, soldados y estudiantes que fueron llevados a las urnas y, en algunos casos, se inclinaron a votar por él.

A pesar de la movilización masiva, la participación fue de 67,47%, por debajo del objetivo de Putin, pero 4 puntos porcentuales más que hace seis años. Y aunque la aplastante victoria le ha dado nuevo mandato, no está claro qué hará el presidente ruso con él.

Agendas contradictorias

En su discurso del 1 de marzo, Putin estableció dos agendas contradictorias, si no mutuamente excluyentes: una reforma económica que cambiaría drásticamente la vida de las personas y una apuesta para obligar a Occidente a respetar a Rusia, gracias a sus nuevas armas nucleares “invencibles”.

Los críticos de Putin miran con inquietud al futuro. “La vida empeorará, pero la participación aumentará con cada elección, la calificación del presidente aumentará y Corea del Norte se acercará cada vez más”, escribió en Twitter Yevgeny Roizman, alcalde de Ekaterimburgo, la cuarta ciudad más grande de Rusia.

En su primer mandato (2000-2004), Putin se centró en devolver una sensación de seguridad al país, aplastando una insurgencia islamista en Chechenia e intentando reconstruir la autoridad del Estado después de una década de caótica transición desde el comunismo.

Durante sus siguientes cuatro años, el alza en los precios del petróleo ayudó a que un gran número de rusos recuperara la estabilidad económica e incluso la prosperidad.

Y que Putin respetara el límite de dos mandatos consecutivos y permitiera que su primer ministro, Dmitry Medvedev, se convirtiera en presidente en 2008, agradó a la naciente clase media del país, especialmente porque Medvedev parecía seguir un curso de modernización y relaciones más amistosas con Occidente.

Pero muchos reaccionaron con desdén a los fraudes en las elecciones parlamentarias de 2011 y a que Putin volviera a la presidencia el año siguiente. Frente a esto, el mandatario comenzó a promover valores conservadores, marginar e incluso suprimir la oposición liberal, y provocar un choque geopolítico con Occidente.

Hace dos años, cuando la economía estaba en una recesión provocada por la caída global de los precios del petróleo, que se volvió más dolorosa por las sanciones de Occidente por la anexión de Crimea y la intromisión en el este de Ucrania, hubo esperanza entre los reformistas rusos de que Putin cambiaría de curso.

Acababa de nombrar al exministro de Finanzas, Alexei Kudrin, para presentar una estrategia de política económica para el país. Muchos partidarios de Kudrin pensaron que Putin haría de las grandes reformas estructurales la agenda central para su próximo mandato, pudiendo así estimular el crecimiento.

Pero ese optimismo desapareció hace tiempo. Aunque Putin se mofó en su discurso del estado de la nación de algunas de las propuestas de Kudrin -instando a que “debemos abrir el país al mundo y a las nuevas ideas e iniciativas” y “deshacernos de cualquier cosa que se interponga en nuestro camino al desarrollo”-, también se abanderó con demandas de su competencia, como aumentos drásticos en el gasto social y una política exterior beligerante, con enfoque en el desarrollo del poder militar.

Política exterior

Mientras reconocía su arrolladora victoria, Putin no ofreció mayor claridad. “No nos guiaremos por consideraciones a corto plazo. Pensaremos en el futuro de nuestra gran patria, el futuro de nuestros hijos”, dijo a sus votantes.

Incluso si se pudiera entender que esta declaración se refiere a la prosperidad económica del país, existen pocas dudas de que gran parte del enfoque de Putin estará en luchar contra sus adversarios en el exterior.

A la luz del ataque con un agente nervioso en el Reino Unido al exdoble agente Sergei Skripal y su hija, la aprehensión por una Rusia percibida como crecientemente peligrosa parece haber llevado a las capitales occidentales a presentar un frente unido hacia Moscú.

Y a pesar del gran apoyo en las elecciones, expertos políticos rusos advierten que la paciencia de la población con el sufrimiento económico y el aislamiento internacional no durará para siempre.

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