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La marea de la globalización está revirtiéndose

El ímpetu hacia una mayor integración económica se ha desacelerado y en algunos casos revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial.

Por: | Publicado: Miércoles 7 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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¿Ha cambiado la dirección de la marea de la globalización? Esta es una pregunta vitalmente importante. La respuesta está estrechamente conectada con el estado de la economía mundial y las políticas de Occidente.

La migración plantea temas específicos. La era de la globalización no fue acompañada por un compromiso general de liberalizar los flujos de personas. Así que me enfocaré aquí en el comercio y los flujos de capital.

La evidencia en estas áreas parece bastante clara. La globalización ha llegado a una planicie y, en algunas áreas, va en retroceso.

Un análisis del Instituto Peterson de Economía Internacional argumenta que la relación entre el comercio mundial y la producción se ha estancado desde 2008, haciendo que este sea el período más largo de parálisis desde la Segunda Guerra Mundial.

Según Global Trade Alert, incluso el volumen de comercio mundial se estancó entre enero de 2015 y marzo de 2016, aunque la economía mundial continuó creciendo. El número de activos financieros transfronterizos llegó a un peak de 57% de la producción global en 2007, cayendo a 36% en 2015. Finalmente, los flujos de entrada de inversión extranjera directa se han mantenido muy por debajo del 3,3% de la producción global logrado en 2007, aunque el stock sigue aumentando, eso sí, lentamente, en relación a la producción.

Así, el ímpetu hacia una mayor integración económica se ha desacelerado y en algunos casos revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial. Si este proceso está terminando, o incluso revirtiéndose, no sería la primera vez que ocurriera desde la revolución industrial, a principios del siglo XIX. Otro período de globalización, en una era de imperios, ocurrió al final del siglo XIX. La Primera Guerra Mundial le puso fin y la Gran Depresión lo destruyó. Un foco principal en la economía de Estados Unidos y la política exterior tras 1945 fue recrear la economía global, pero esta vez entre estados soberanos y con la guía de instituciones económicas internacionales. Si Donald Trump, quien ha abrazado el proteccionismo y denigrado las instituciones globales, fuera electo presidente en noviembre, sería un repudio al impulso central de la política estadounidense de posguerra.

Dado el registro histórico y las políticas actuales de comercio, especialmente en Estados Unidos, es natural preguntarse si lo mismo podría pasar a la era más reciente de globalización. Eso requiere que entendamos qué hay detrás.

Parte de la razón que explica la desaceleración es que muchas oportunidades están, si no exhaustas, radicalmente disminuidas. Cuando, por ejemplo, la producción de esencialmente todas las manufacturas intensivas en mano de obra se ha trasladado fuera de los países ricos, el crecimiento del comercio de esos productos debe caer. De forma similar, cuando el mayor auge de la inversión en el mundo, en China, se desacelera, también debe hacerlo la demanda por muchos commodities. Eso afectará tanto a los precios como a sus cantidades. De nuevo, el final de un auge del crédito global único en la vida seguro provocará una caída en las tenencias transfronterizas de activos financieros. El alza de un sentimiento xenófobo y la desaceleración del comercio probablemente reduzcan el crecimiento de la Inversión Extranjera Directa. En resumen, las políticas son menos expansivas.

La política lo es incluso menos. Otra vez, Estados Unidos es la parte central de la historia. Trump es el candidato presidencial más proteccionista de Estados Unidos desde la década de los años ’30. Pero, de modo revelador, Hillary Clinton, una arquitecta del “pivote hacia Asia” de la Casa Blanca, se ha puesto en contra del Acuerdo Transpacífico del que una vez fue una firme defensora. La Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), que está siendo negociado entre Estados Unidos y la Unión Europea, está ahora en graves problemas. La ronda de Doha de negociaciones comerciales multilaterales está moribunda. Sobre todo, segmentos importantes de la opinión pública occidental ya no creen que un mayor comercio los vaya a beneficiar. La evidencia sobre los ingresos reales relativos y los ajustes a importaciones crecientes entregan algo de apoyo para ese escepticismo.

La globalización se ha estancado. ¿Podría incluso ir en reversa? Sí. Requiere paz entre las grandes potencias. Algunos podrían también argumentar que requiere un poder hegemónico: el Reino Unido antes de 1914 y Estados Unidos después de 1945. En tiempos de desempeño económico pobre en países de altos ingresos, el aumento de la inequidad y grandes cambios en el balance del poder global, otro colapso debería ser una posibilidad. Considérese el impacto de un enfrentamiento entre Estados Unidos y China por el Mar del Sur de China, aunque una calamidad como esa sería aterradora mucho más allá de sus estrechos efectos económicos.

¿Es importante el estancamiento de la globalización? Sí. La era de la globalización ha visto la primera caída en la inequidad global de los ingresos de los hogares desde principios del siglo XIX. Entre 1980 y 2015, el ingreso real promedio en el mundo aumentó 120%. Las oportunidades generadas por la globalización son vitales. Nuestro futuro no puede recaer en cerrarnos los unos a los otros.

El fracaso –uno profundo– radicó en no asegurar que las ganancias fueran compartidas equitativamente, principalmente dentro de las economías de altos ingresos. Igualmente funesto fue el fracaso en compensar a aquellos afectados adversamente. Pero no podemos detener el cambio económico. Más aún, el impacto en los empleos y salarios del aumento de la productividad y de las nuevas tecnologías ha excedido por mucho el alza de las importaciones. La globalización no debe convertirse en chivo expiatorio de todos nuestros males.

Sin embargo, ahora se ha estancado al igual que las políticas que la conducen. Podría revertirse. Pero incluso un estancamiento puede ralentizar el progreso económico y reducir las oportunidades para los más pobres del mundo. Impulsar la globalización requiere políticas domésticas y externas distintas de aquellas del pasado. El futuro de la globalización depende de una mejor gestión. ¿Qué va a ocurrir? No soy optimista.

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