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La muerte de la matriarca de Ferragamo marca el fin de una era para las dinastías industriales que hicieron grande a Italia

La resiliencia, la determinación y la visión empresarial mostrada por la "signora Wanda" es la historia de una parte de Italia, una que está experimentando un cambio de era.

Por: Rachel Sanderson, Milán | Publicado: Viernes 26 de octubre de 2018 a las 13:13 hrs.
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Hasta poco ante de su muerte, Wanda Ferragamo, la matriarca de la dinastía de zapatos Salvatore Ferragamo que falleció la semana pasada a los 96 años, llegaba casi a diario a la sede familiar del Palazzo Spini Feroni en Florencia.

La señora Ferragamo, viuda del zapatero de las estrellas Salvatore Ferragamo, llegaba con su chofer a las 10:30 de la mañana a la Via Tornabuoni en el centro de la ciudad. Luego subía los escalones hasta el palacio almenado del siglo XIII, que domina el río Arno que su esposo compró en 1938.

Pequeña, pero con una presencia que exigía atención, Wanda Ferragamo fue una heroína del capitalismo italiano, que es en general una historia de familias, incluyendo a algunas de las más glamorosas de Europa.

Cuando su esposo murió repentinamente, en 1960, quedó viuda con 38 años, seis hijos de dos a 17 años, y un negocio artesanal casi en quiebra.

En lugar de rendirse ante “una tragedia y una crisis”, como dice su hijo mayor, Ferruccio, la mujer mantuvo unida a la familia e impulsó a la empresa a profesionalizarse y crecer, expandiéndose internacionalmente y también a nuevos productos, como bufandas de seda y bolsos.

Cuando murió, el viernes de la semana pasada, la mujer nacida en una familia pobre de un pueblo al este de Nápoles, era la cabeza de una dinastía de más de 70 descendientes, y un imperio empresarial con un valor de mercado de casi 3.500 millones de euros.

"Siempre bromeaba con mamá y le decía que si hubiera muerto antes que papá… ¿dónde estaríamos?”, dijo su hijo Ferruccio, de 73 años, presidente de la compañía, en una entrevista con FT el año pasado.

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La resiliencia, la determinación y la visión empresarial mostrada por la "signora Wanda" es la historia de una parte de Italia, una que está experimentando un cambio de era.

Mientras que el ascenso de un gobierno populista y antiestablishment en Roma está captando la mayor parte de la atención, el ocaso del capitalismo familiar italiano es otra parte de la historia.

Contra un glamoroso trasfondo de palazzi y villas glamorosas, áticos con frescos y exuberantes jardines, una generación de titanes de los negocios de la posguerra que se hicieron ricos a sí mismos y a Italia, ha llegado a un punto de inflexión.

Las presiones de la globalización y las demandas de los millennials, la preocupación por el aumento del populismo en casa y el simple límite de la edad, están obligando a reescribir el panorama corporativo y cultural de Italia y las personalidades que lo han dominado durante más de 50 años.

De manera conmovedora, el día en que se realizó el funeral de la señora Ferragamo, en Florencia esta semana, Gilberto Benetton, cerebro financiero de la dinastía Benetton de US$ 12.000 millones, murió a los 77 años en su casa en Treviso.

Esta ola de malas noticias continuará inevitablemente. Una cuarta parte de las firmas familiares italianas de primera generación tienen un jefe-dueño de más de 70 años, según datos de la Universidad Bocconi de Milán. Y la mitad de esas firmas tienen un jefe-dueño de más de 60.

El cambio no se limita solo al fallecimiento de los envejecidos magnates. Las firmas familiares estrechamente controladas, cuyos dueños habían jurado nunca vender, lo están haciendo.

“Hay mucha actividad en este momento en particular, cuando hay muchas familias que enfrentan problemas de sucesión. Hubo muchas empresas en Italia que crecieron con éxito en los ‘80 o ‘90 y ahora esos fundadores necesitan encontrar una solución ", dice Michele Norsa, exdirectoro ejecutivo de Salvatore Ferragamo, quien ahora es vicepresidente de la firma familiar Missoni.

Una de esas jefas familiares, Donatella Versace, de 63 años, vendió la marca familiar de la moda a la estadounidense Michael Kors el mes pasado por US$ 2.100 millones. Otra es la familia Recordati, que en julio vendió la mayor parte de sus acciones en la compañía farmacéutica al grupo de capital privado estadounidense CVC.

Algunos analistas creen que la dinastía Ferragamo, sin el firme mando de su matriarca, seguirá su ejemplo, a pesar de las negaciones de la familia. Las acciones de la compañía se dispararon ante el anuncio de la muerte, ya que los inversionistas apuestan cada vez más a la posibilidad de una venta.

El banquero de Citi, Luigi de Vecchi, dice que las dinastías empresariales europeas están lidiando con los extremos: las valoraciones de los activos han sido llevadas a niveles récord, ayudadas por la política de estímulos económicos, pero al mismo tiempo, la irrupción tecnológica exige nuevas habilidades.

Vecchi, quien asesoró a la francesa Essilor para comprar este año Luxottica, el grupo de gafas del magnate de 83 años, Leonardo Del Vecchio, dijo que la cuestión clave detrás de las decisiones sobre mantener o vender es la sucesión. Si una familia tiene una generación sucesora capaz de comprender la inmensidad del cambio tecnológico, están preparados para seguir solos; si no, entonces no.

"En una situación como la de Del Vecchio donde no estaba tan claro, sintió que lo más inteligente era fusionarse con una empresa pública y diluirse", dijo Vecchi en un evento de FT en mayo.

Algunas familias italianas se han resistido a la tendencia. Los Agnellis que son dueños de un tercio de la automotriz estadounidense Fiat Chrysler y de la aseguradora Partner Re, trasladaron la mayor parte de sus negocios fuera de Italia. La semana pasada, Fiat Chrysler vendió una de sus últimas empresas basadas en Italia: el fabricante de piezas para automóviles Magneti Marelli, por US$ 7.100 millones a la japonesa Calsonic.

Mientras tanto, la cuarta generación de la casa de moda Ermenegildo Zegna adquirió la marca estadounidense Thom Browne a principios de este año.

“Ya no existimos. Solo los millennials ”, decía un magnate que se hizo a sí mismo y que ahora está en edad de jubilar mientras ordenaba un capuchino y un brioche a su circunspecto mayordomo una mañana en Milán. Acababa de llegar desde Nueva York y al día siguiente partía hacia Shanghái. "Una parte de mí solo quiere estar en mis pantuflas junto al fuego", bromeaba.

La tendencia de cambiar de propietario sigue siendo un problema para Italia, donde la vida empresarial y, de alguna manera, el tejido de la sociedad, ha sido definida por más de medio siglo por familias ferozmente independientes y emprendedoras.

La adquisición de Luxottica por parte de Essilor crea un campeón europeo con 50.000 millones de euros en ingresos. También significa que la bolsa de valores de Italia pierde uno de sus mejores blue chips cuando la acción principal del grupo combinado se traslade este mes a París.

"Yo estoy feliz. Veo un futuro mejor y más fuerte para mis hijos", dijo Rosita Missoni, de 87 años, en julio, después de vender una participación de 41% en la empresa familiar a la firma italiana de capital privado FSI. Sin embargo, mientras hablaba, sus ojos se llenaban de lágrimas.

El entorno económico y político general, que implica un enfrentamiento cada vez más beligerante entre el 0gobierno populista y Europa, está inevitablemente alentando el cambio.

Si bien los bonos y las acciones de Italia se han visto afectados por las inquietudes del mercado por la retórica euroescéptica y anti grandes empresas de Roma, el flujo de fusiones y adquisiciones en el que participan empresas familiares no hace más que está aumentar.

Un banquero de Milán dice que ha realizado 17 acuerdos en lo que va del año. "No se puede negar que tener a estos populistas en el gobierno hace que los dueños de las empresas estén más dispuestos a hablar sobre maneras de garantizar que puedan proteger su inversión familiar vendiendo un porcentaje a una multinacional estadounidense o incluso china", dice un ejecutivo de capital privado que acaba de participar en la compra de una empresa familiar italiana.

“Conservo menos de 5% de mi patrimonio total en Italia. Soy muy cuidadoso con este país”, dijo Francesco Trapani a FT en junio. Su familia vendió la joyería romana Bulgari a la francesa LVMH en 2011 por US$ 5.200 millones,

Los banqueros admiten que leen las páginas sociales, de chismes y obituarios en busca del próximo negocio. "Se puede iniciar el proceso de sucesión solo cuando la generación anterior ha muerto", dice Guido Corbetta, profesor de capitalismo familiar en la Universidad Bocconi.

Raffaele Jerusalmi, director de la bolsa de valores de Italia, dice que algunas de las empresas familiares más antiguas del mundo son italianas y "ya tienen una sucesión en su ADN". La dinastía del vino toscano Antinori data de 1385 y la armera Beretta, de 1526.

En cambio, la especulación de ventas gira en torno al top de multimillonarios de primera generación, que en su mayoría crearon sus propias fortunas: Giorgio Armani (84años), Silvio Berlusconi (82), los dueños de Prada; Miuccia Prada (69) y Patrizio Bertelli (72) y el magnate de la firma de calzado Tod, Diego Della Valle (64).

Los jefes de las dinastías empresariales de Italia comparten una gran responsabilidad, sostiene Romano Volta, de 81 años, no solo por el bien de sus familias, sino también por Italia, ya que la economía declina en términos reales y el populismo arremete en política.

Volta, un ingeniero que convirtió un invento de chips de datos en Datalogic, un negocio con ingresos multimillonario, está sentado en una oficina en las afueras de Bolonia decorada con muebles de cuero que se remonta a sus años de auge, en los ‘80. "Muchos de mis colegas han dejado que la compañía muera con ellos, porque piensan que no hay nadie tan brillante como ellos”, se lamenta.

En la pared sobre el escritorio de su sala de juntas hay una fotografía de él recibiendo el mayor para los líderes empresariales en Italia. Pero dice que está más orgulloso de su hija Valentina, quien está realizando un MBA en Harvard mientras se prepara para sucederlo.

Sin embargo, admite cierto desaliento, temiendo que el resurgimiento económico que produjo el estallido de energía empresarial y los magnates de la industria ya sea historia.

"Ahora hay cada vez menos de estos locos solitarios, que trabajaron día y noche para tener éxito, Italia corre el riesgo de desindustrializarse", dice.

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