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La primera hija más poderosa en la historia de EEUU

Ivanka Trump es una de las figuras centrales en la Casa Blanca de su padre, Donald. Ha sido criticada por no cuestionarlo. “Expresar desacuerdo públicamente significaría que no soy parte del equipo”, dice en entrevista con FT.

Por: Courtney Weaver, Financial Times | Publicado: Viernes 15 de septiembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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La tarde del sábado 12 de agosto, un día después de que neonazis marcharan por Charlottesville, Virginia, gritando “los judíos no nos reemplazarán”, Ivanka Trump estaba en el club de Golf del presidente, Donald Trump, en Nueva Jersey, celebrando el shabat.

A la mañana siguiente, condenó a los grupos racistas en Twitter y aconsejó en privado a su padre que tomara una posición más firme contra ellos. Él lo hizo al día siguiente.

Pero días después, mientras ella y su esposo Jared Kushner estaban de vacaciones, el presidente reafirmó que “ambos lados” eran culpables de la violencia y que había “buenas personas” del lado de los neonazis.

Pese a la atención que atrajo el incidente, Ivanka no hizo comentarios públicos. Aunque es una de las primeras hijas más poderosas de la historia de la Casa Blanca, no parecía tener el control que muchos asumían sobre su padre.

En parte por lealtad familiar y en parte por sus propias ambiciones, Ivanka está jugando el partido largo. Escondiéndose cuando no está de acuerdo con su padre, retiene su mayor activo en la Casa Blanca: la confianza del presidente.

“Expresar desacuerdo públicamente significaría que no soy parte del equipo. Cuando eres parte de un equipo, eres parte de un equipo”, dice. “Eso no significa que todos en la Casa Blanca tengamos visiones homogéneas. No es así, y creo que eso es sano. Pero no vamos a atacarnos en público”, agrega.

Conocida por su imagen plácida y perfectamente controlada, Ivanka marca un fuerte contraste con el caos de su padre. En persona, es infaliblemente encantadora y gentil, una cualidad que aprovechó en campaña y ahora en Washington, donde por los primeros cinco meses actuó como primera dama de facto, mientras su madrastra, Melania Trump, se mantuvo alejada de la esfera pública.

En julio y agosto, FT se reunió con Ivanka tres veces y recibió comentarios adicionales a través de correo electrónico. También entrevistó a amigos, críticos y comentaristas. El resultado es la imagen de una primera hija profundizando su rol en la Casa Blanca y endureciéndose ante las críticas que recibe por las decisiones de su padre.

La apuesta

La decisión de Ivanka de arriesgar su reputación al unirse a una de las presidencias más controvertidas de la historia de EEUU sorprendió a muchos. Pero para ella apenas es una decisión. “No hay duda alguna en mi mente de que estoy aquí porque mi padre fue elegido”, dice, con firmeza. “No tengo problema con reconocerlo. Es una verdad”, señala.

En sus conversaciones con FT, insiste una y otra vez en que sabe que está en una posición de gran privilegio y oportunidad. Dice que su papel en la Casa Blanca es el de entregar consejo y datos al jefe de Estado. “Creo que es bueno para el presidente escuchar a personas que están de acuerdo y en desacuerdo con él en cualquier tema”, señala. “Y al final el presidente toma su propia decisión”, afirma.

Frente a sus críticas, algunas de las cuales considera sin base o sexistas, dice que quiere ser evaluada en base a los temas que ha puesto al centro de sus responsabilidades: el establecimiento de un permiso parental pagado, la promoción de las mujeres en las ciencias y el emprendimiento y la creación de programas de aprendizaje para la mano de obra.

“Aunque a veces mi corazón quiere dedicarse completamente a cualquiera de los temas que están fuera de mi área de responsabilidad o experiencia, me esfuerzo para quedarme en mi pista y lograr resultados en las iniciativas por las que vine a Washington”, señala por correo.

Ya sea al establecer una relación personal con la canciller alemana Angela Merkel o estando en reuniones con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, o el presidente chino, Xi Jinping, la primera hija está aprendiendo el juego. En la cumbre del G20 en julio, Trump le pidió que tomara su lugar en la mesa, rodeado de líderes mundiales, mientras él salía.

Sobre las críticas desde el ala liberal, Ivanka dice que son injustas. “Algunas personas se han creado expectativas poco realistas sobre mí”, dice en un correo, “que mi presencia por sí misma tendría tanto peso para mi padre que abandonaría sus valores centrales y la agenda que los estadounidenses respaldaron cuando lo eligieron. No va a pasar. Para esos críticos, si no transformo a mi padre en un liberal, sería un fracaso”.

Orgullosa de ser Trump

Desde que llegó a la Casa Blanca en abril, Ivanka ha hecho tours para escuchar sobre la situación laboral de las mujeres; programas de entrenamiento y pasantías para obreros; empoderamiento de estudiantes mujeres en ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería; tráfico de personas y mejores políticas para familias trabajadoras. Se ha memorizado las estadísticas sobre sus áreas de interés y habla de ellas sin interrupción.

Pero el centro de su agenda es la creación de un permiso parental pagado para padres primerizos, algo que EEUU nunca ha tenido, ni siquiera para empleados federales. Desde la primavera (boreal), ha estado reuniéndose con parlamentarios republicanos y demócratas para generar un proyecto bipartidista y ha impulsado a su padre a duplicar el crédito tributario para cuidados infantiles de US$ 1 mil a US$ 2 mil anuales, una idea que podría ser incluida en la reforma tributaria.

Ivanka ha dicho que se formó a sí misma a la imagen de su madre Ivana, una modelo de origen checo que se convirtió en mujer de negocios y ayudó a Donald Trump a administrar el Hotel Plaza. “Ella era incapaz de hacer concesiones sobre las pequeñas imperfecciones que la mayoría de la gente ni siquiera nota”, dijo Ivanka en The Trump Card, su libro de autoayuda de 2009.

Ivanka, la hija del medio, la pacificadora, intentó a veces distanciarse de su apellido, aventurándose en el modelaje porque era una industria en la que su padre no tenía influencia directa. La autonomía no duró: su padre decidió hacer incursiones empresariales en el modelaje.

Eventualmente, dice, decidió aceptar que es una Trump y no pelear con ello. “No importa lo que escucho o leo sobre mi familia, estoy absolutamente orgullosa de ser Trump”, dijo una Ivanka adolescente en el documental Nacida Rica, de 2003.

“Por un tiempo estuve preocupada de estar siempre a la sombra de mis padres, pero creo que no es una mala sombra”, manifestó.

Pareja presidencial

En Jared Kushner, Ivanka encontró un compañero igualmente ambicioso y con similar linaje familiar: ambos son hijos de magnates temerarios que a veces se han visto involucrados en escándalos muy públicos.

La Casa Blanca ha permeado en su vida personal. Ivanka y Jared se han mantenido como equipo, elaborando estrategias sobre cómo influenciar al presidente. Su día es estructurado: ejercicios en la mañana, el día completo de trabajo, donde a veces se encuentran en reuniones. En casa, dedican tiempo a sus tres niños, y luego tienen más conversaciones sobre trabajo.

“Creo que sería más sano compartimentar más, pero no creo que este trabajo se preste para eso. Creo que el peso de las decisiones tomadas en este edificio es tal que no lo puedes dejar en la puerta del mismo modo que lo puedes hacer en el mundo de los negocios. Las vidas se ven impactadas de forma muy diferente”, afirma.

La posición de la pareja parece cada vez más estable. La llegada del general en retiro John Kelly como jefe de gabinete no puso fin, como muchos pensaban, al privilegio de la primera hija de entrar y salir de la oficina de su padre.

Sin embargo, siguen aumentando las preocupaciones sobre si su reputación sobrevivirá a la lucha política. Kushner se mantiene al centro de una investigación por asistir a una reunión con una abogada rusa que ofreció información comprometedora sobre Hillary Clinton. Esta semana, The Wall Street Journal reportó que miembros del equipo legal de Trump quieren que el yerno abandone su rol en la Casa Blanca por las complicaciones legales.

Pero quienes asumen que están empacando, subestiman los cálculos que hicieron al asentarse en Washington, así como la lealtad subyacente que la pareja juró al presidente. Kushner lo explica así: “Sabemos que al final del día juzgaremos nuestras experiencias en base a los resultados. No miraremos atrás y diremos: ‘Oh, es una mala historia’ o ‘Hemos tenido una mala reunión con esa persona’. Miraremos atrás y diremos: ‘¿Hemos logrado nuestras metas?’”.

Si Ivanka y Kushner finalmente abandonan Washington, se alejarán de la lucha política que ha consumido sus días desde antes de la elección. Pero los acompañará un nivel de exposición sin precedentes.

“¿Estará mi contribución finalmente a la altura de las expectativas de algunos críticos más duros? Sólo el tiempo lo dirá”, dice Ivanka en un correo. “Pero yo no me distraeré por el ruido”, sentencia.

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