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La principal lección de la crisis financiera es evitar que se repita

Los datos del Panorama Económico Mundial, del FMI, subrayan el daño duradero que provocó el colapso económico de 2008.

Por: | Publicado: Miércoles 10 de octubre de 2018 a las 04:00 hrs.
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La crisis financiera de 2008-2009 y la recesión resultante fueron un punto de inflexión histórico. El mundo previo a la crisis era de globalización, creencia en los mercados y democracias seguras. Hoy eso es un reflejo.

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Los impactos económicos no son, ciertamente, el final de la historia. Pero son el comienzo. El último Panorama Económico Mundial (WEO, su sigla en inglés) del Fondo Monetario Internacional entrega un análisis empírico valioso de los efectos. Esto plantea dos puntos: los impactos han tenido un efecto duradero y se han expandido más allá de los países que sufrieron crisis bancarias.

La forma obvia de medir el impacto económico de las crisis es comparar el desempeño posterior a la crisis con el que hubiera existido si las tendencias previas a la crisis se hubieran mantenido. Sin embargo, las tendencias previas a la crisis eran, hasta cierto punto, insostenibles. Así es que el análisis del FMI ajusta la tendencia de crecimiento previa a la crisis por auges de crédito.

El FMI destaca que “91 economías, que representan dos tercios” del Producto Interno Bruto en términos de paridad de poder de compra, experimentaron una caída en el PIB en 2009. Este fue el shock negativo más grande de la posguerra. Más aún, mientras mayores fueron las pérdidas en el corto plazo, mayores fueron en el largo plazo también. Países con grandes caídas inmediatas en el Producto también mostraron grandes aumentos en la desigualdad de ingresos, en relación a los promedios precrisis.

Golpe de crisis bancaria

¿Qué tipo de países perdieron más y cuánto perdieron? Para responder esta pregunta, el WEO divide su muestra de 180 países en los que sufrieron crisis bancarias y los que no.

El grupo de los primeros contiene 24 países, 18 de los cuales son economías de altos ingresos. Encontró que un 85% de ellos aún muestran déficit del PIB en comparación con la tendencia. Para los países que sufrieron crisis bancarias, el déficit promedio modal (más frecuente) de PIB entre 2015 y 2017, en comparación con la tendencia previa a la crisis, era cercano a 10%. Pero un número de ellos sufrió pérdidas de entre 20% y 40%.

Sin embargo, el PIB también se mantiene por debajo de las tendencias precrisis en 60% de los países que no sufrieron crisis bancarias. Las pérdidas modales acá han sido más o menos las mismas que en países golpeados por la crisis, aunque la distribución está menos inclinada hacia la baja.

La generalización de las pérdidas podría no ser sorprendente: esta crisis emanó del centro de la economía global y causó grandes caídas en la demanda mundial. Los resultados fueron profundas recesiones, que dejan grandes sombras en el futuro.

De nuevo, mientras las economías avanzadas recibieron un golpe especialmente fuerte, las economías emergentes no lo pasaron mucho mejor. Esta fue una crisis financiera occidental, pero fue una crisis económica global. El programa de estímulo de China por cerca de 10% de su PIB amortiguó en gran parte el impacto.

Las explicaciones inmediatas para los enormes déficit en PIB fueron los colapsos en la inversión: en 2017 la inversión estaba, en promedio, un 25% por debajo de las tendencias precrisis. Esta débil inversión también debe ayudar a explicar las bajas tasas de innovación, lo que es particularmente visible en los países directamente golpeados. La nueva tecnología está a menudo encarnada en nuevos equipos: como los robots, por ejemplo.

En promedio, los países que experimentaron crisis bancarias sufrieron una pérdida mayor de 4 puntos porcentuales en el PIB entre 2011-2013 que otros que no. Aquellos con grandes desequilibrios macroeconómicos precrisis, en especial déficit de cuentas corrientes insostenibles, también sufrieron grandes pérdidas relativas. Además, la falta de espacio para la política fiscal probó ser costosa, como lo hizo la falta flexibilidad del tipo de cambio. La última es ciertamente una explicación, aunque no la única, para el débil desempeño de la zona euro.

Las acciones monetarias adoptadas por los países de altos ingresos tras la crisis han sido controvertidas en muchos mercados emergentes. Muchos en países de altos ingresos han argumentado también que la flexibilización monetaria dramática fue un error. Sin embargo, la evidencia de que los déficit de PIB son acumulativos destruye el argumento en contra de un apoyo monetario sólido y sostenido. Sin embargo, respuestas de política fiscal más fuertes habrían reducido la necesidad de políticas monetarias no convencionales por tanto tiempo.

Igualmente controvertidas fueron las inyecciones de capital y garantías entregadas al sector financiero en la crisis. Quizás, se podrían haber encontrado formas de rescatar bancos sin rescatar a los banqueros. Pero mientras mayor fue el apoyo al dañado sector financiero, argumenta el WEO, mayor fue el rebote. Esta evidencia no da apoyo al “liquidacionismo”, la visión de que los colapsos y depresiones bancarias son purgas benignas.

Tres tareas

Acá hay tres tareas y una lección. La primera tarea es la normalización de la política monetaria en un mundo que tiene tanta deuda. Unas tasas de interés más altas en Estados Unidos ya han revelado la vulnerabilidad de una serie de economías emergentes. Una mayor turbulencia parece altamente probable.

Una segunda tarea es cómo responder a otra gran recesión, cuando el espacio de respuesta está tan disminuido. La tarea final es enfrentar las repercusiones políticas de la crisis. La caída en la credibilidad y poder relativo de occidente y el ascenso de fuerzas demagógicas son reales, poderosos y peligrosos.

La lección es que las grandes crisis financieras son muy dañinas. Una vez que se producen, ya es demasiado tarde. El análisis de regulación en el Informe de Estabilidad Financiera Global sugiere que debemos ignorar las quejas de los banqueros en contra de la regulación: sobre todo debemos mantener requerimientos de capital altos.

Las recuperaciones pudieron ser más sólidas con una acción fiscal y financiera sostenida, especialmente en la zona euro. Pero los costos de la crisis aún serían altos. “Nunca más” debe ser la consigna.

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