FT Español

La rivalidad de EEUU con China marcará al siglo XXI

Si no logran mantener una cooperación razonable, sembrarán el caos no sólo entre ellos, sino que en todo el mundo.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 11 de abril de 2018 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

China es un superpoder emergente. Estados Unidos es el actual. El potencial de enfrentamientos destructivos entre los dos gigantes parece potencialmente desenfrenada. Sin embargo, los dos están también íntimamente entrelazados. Si no logran mantener relaciones de una cooperación razonable, tienen la capacidad de sembrar el caos no sólo entre ellos, sino que en todo el mundo.

China es rival de EEUU en dos dimensiones: poder e ideología. Esta combinación de atributos podría recordar uno de los enfrentamientos con los poderes del Eje durante la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría contra la Unión Soviética. China por supuesto es muy diferente. Pero es también potencialmente mucho más potente.

El creciente poder de China, económico y político, es evidente. Según el Fondo Monetario Internacional, su Producto Interno Bruto per cápita en 2017 era un 14% de los niveles de EEUU a precios de mercado, y 28% a paridad de poder de compra, un alza respecto del 3% y 8%, respectivamente de 2000.

Sin embargo, ya que la población de China es más de cuatro veces más grande que la de EEUU, su PIB en 2017 era un 62% de los niveles de EEUU a precios de mercado y 119% en PPC.

Asumamos que para 2040 China alcanza un PIB per cápita relativo de 34% a precios de mercado y 50% en PPC. Esto implicaría una desaceleración dramática en la tasa que está alcanzando (una caída de cerca de 70% de la tasa desde el 2000, empezando en 2023). La economía china sería entonces dos veces más grande que la de EEUU a PPC y casi 30% más grande a precios de mercado.

El referencial de 34% que elegí es el Portugal de hoy. Es difícil imaginar que China, con sus vastos ahorros, motivada población, enormes mercados y determinación pura no pueda alcanzar la relativa prosperidad de Portugal. Esto todavía la dejaría mucho más pobre, relativa a EEUU, que Japón o Corea del Sur, las economías de rápido crecimiento del este asiático del pasado.

El tamaño importa. Es bastante poco probable que la economía total de China no termine siendo más grande que la de EEUU, incluso si, en promedio, los individuos estadounidenses se mantienen mucho más prósperos que los individuos chinos. China también es ya un mercado de exportaciones más que EEUU para muchos países significativos, especialmente en el este de Asia.

Más aún, China está gastando casi tanto porcentaje del PIB en investigación y desarrollo que los países de altos ingresos líderes. Este es un motor de la innovación china, que vi recientemente en una visita a las oficinas centrales de Alibaba en Hangzhou. Más aún, la combinación de tamaño económico con una mejor tecnología está convirtiendo a China en un crecientemente formidable poder militar. EEUU podría quejarse por esto. Pero no tiene ningún derecho moral para hacerlo. La autodefensa es un derecho de las naciones universalmente aceptado. También lo es el derecho al desarrollo. EEUU puede resoplar sobre el robo chino de propiedad intelectual. Pero todas las naciones que se están poniendo al día, incluyendo a EEUU en el siglo XIX, tomaron las ideas de otros y construyeron sobre ellas.

Propiedad intelectual

La idea de que la propiedad intelectual es sacrosanta también es errónea. Es la innovación la sacrosanta. Los derechos de propiedad intelectual ayudan y dañan ese esfuerzo. Se debe alcanzar un equilibrio entre los derechos que son muy estrictos y los que son muy livianos. EEUU puede intentar proteger su propiedad intelectual. Pero la idea de que tiene derecho a evitar que China innove su camino a la prosperidad no tiene sentido.

China también desafía ideológicamente a EEUU, en dos dimensiones. Tiene lo que puede ser llamado una economía de mercado planificada. También tiene un sistema político no democrático. Desafortunadamente, los fracasos recientes de economías de libre mercado de altos ingresos han aumentado el encanto de la primera. La elección de Donald Trump, un admirador del despotismo, ha fortalecido el atractivo de la primera.

EEUU, uno habría dicho alguna vez, también tiene el beneficio de aliados poderosos y comprometidos. Desafortunadamente, Trump los está llevando a una guerra económica. Si una decisión de atacar a Corea del Norte llevara a una destrucción de Seúl y Tokio, las alianzas militares de EEUU se terminarían. Una alianza no puede ser también un pacto suicida.

Manejar la competencia entre estos dos superpoderes será difícil. Graham Allison de Harvard es fatalista en su Destined For War: el conflicto entre el poder en ascenso y el actual es casi inevitable. Una guerra entre los poderes nucleares parece ser relativamente improbable.

Pero una fricción a gran escala y por lo tanto el término de la cooperación necesaria en las relaciones económicas parece probable. No está claro cómo resolver los conflictos de hoy sobre el comercio. La cooperación sobre la administración de los bienes comunes globales ya colapsó, dado el rechazo de la administración de Trump de la sola idea del cambio climático.

Impacto mundial

El futuro de China depende de China. Pero las relaciones de Occidente con China dependen de él. EEUU está en lo correcto al insistir en que China cumpla sus compromisos. Pero también debe hacerlo EEUU y el resto de Occidente. China no se va a sentir obligada a cumplir con reglas acordadas cuando son presionadas por cualquier país que trate a estas reglas con desprecio. China no es, en cualquier caso, la amenaza real. Esa relación puede ser manejada.

La amenaza es la decadencia de Occidente, lo que incluye a EEUU: la prevalencia de la extracción de renta como forma de vida económica, la indiferencia del destino de la mayoría de sus ciudadanos, el rol corruptor del dinero en la política, la indiferencia a la verdad, y el sacrificio de la inversión de largo plazo ante el consumo privado y público.

Es en realidad una tragedia que la mejor que podemos encontrar para escapar de una crisis financiera sea a través de políticas monetarias que tienen el riesgo de promover nuevas burbujas. Podríamos ser mejor que esto.

Occidente puede y debe vivir con una China en ascenso. Pero debería hacerlo siendo sincero con los mejores ángeles de su propia naturaleza. Si va a manejar este cambio del destino de la historia, debe mirar dentro de sí mismo.

Lo más leído