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Las elecciones italianas exponen descontento con la eurozona

Hasta que la prosperidad esté mejor distribuida, Europa seguirá siendo vulnerable a la agitación política.

Por: La Columna de Martin Wolf | Publicado: Miércoles 14 de marzo de 2018 a las 04:00 hrs.
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Los resultados de las elecciones en Italia son una lección para Europa. Los italianos estuvieron alguna vez entre los partidarios más entusiastas del proyecto europeo. Eso ya no es cierto. La combinación del malestar económico con la impotencia política ha desacreditado no sólo a las élites políticas de Italia, sino incluso al compromiso del país con la Unión Europea. Esto no significa que Italia se saldrá; los costos serían demasiado altos. Significa, en cambio, que la amenaza tanto de fricción entre Italia y el establishment europeo como de nuevas perturbaciones financieras y económicas, es ahora mucho mayor.

Los resultados de las elecciones son tan impactantes como el referéndum Brexit y la elección de Donald Trump en Estados Unidos: el 55% de los votantes eligió partidos euroescépticos y anti-establishment. El Movimiento Cinco Estrellas, un amorfo partido de protesta, obtuvo un 32% de los votos y la Liga del Norte, un partido nacionalista de derecha, un 18%. La participación del Partido Demócrata de centroizquierda, en el cual el establishment europeo había depositado su confianza, cayó de un 41% hace cuatro años a 19%. La participación de Forza Italia de Silvio Berlusconi cayó a 14%. La revolución populista devora a su padre.

¿Por qué los votantes italianos están tan desencantados? Las respuestas obvias son que el desempeño económico ha sido muy sombrío, mientras que los legisladores del establishment italiano parecen muy ineficaces. Esto no es sólo debido a la participación de Italia en el euro. Sino que la eurozona ha empeorado las cosas. No menos importante, ofrece un chivo expiatorio externo, que los políticos inescrupulosos están felices de explotar. Culpar a los extranjeros siempre es una estrategia atractiva. En un país fracasado con una población frustrada, es irresistible.

Afectados por eurozona

Un aspecto de la eurozona ha sido la insuficiencia de su política macroeconómica en general. En enero, el índice de precios al consumidor (sin incluir ítems erráticos) fue 7,2% más bajo de lo que hubiera sido si hubiera subido a una tasa anual de 1,9% desde enero de 2007, una tasa de inflación que es una interpretación razonable del objetivo del Banco Central Europeo de “tasas de inflación por debajo, pero cercanas al 2% en el mediano plazo”.

Una evaluación alternativa de la política macroeconómica es en términos del crecimiento del Producto Interno Bruto nominal. Para el tercer trimestre de 2017, el PIB nominal de la eurozona era un 11% más bajo de lo que hubiera sido de crecer a una tasa anual de 3% desde principios de 2007, que habría sido consistente con un crecimiento real anual cercano a 1% y una inflación de 2%. Con Mario Draghi, el BCE actuó con éxito al final. Sin embargo, la política macroeconómica general ha sido inadecuada. No logró generar un crecimiento adecuado en la demanda global agregada.

Dentro de este entorno macroeconómico débil, también se abrieron enormes divergencias entre los países miembros. El PIB nominal de Alemania aumentó 34% entre el primer trimestre de 2007 y el último trimestre de 2017 (una tasa compuesta anual promedio de 2,7%). El crecimiento de Italia apenas fue de 9% durante el mismo período (una tasa compuesta anual media de 0,8%).

No es de extrañar, dado el modesto crecimiento general del PIB nominal, que incluso la inflación anual media de Alemania fuera algo más de 1%. Una inflación tan baja en el principal país acreedor hizo que los ajustes en la competitividad dentro de la zona del euro fueran mucho más difíciles.

Si el gobierno italiano hubiera podido seguir su política tradicional de devaluación e inflación, podría haber generado un aumento mucho más fuerte en el PIB nominal. Eso también habría entregado niveles más altos de PIB real. El PIB real de Italia en el último trimestre de 2017 fue, en cambio, un 5% inferior a su nivel del primer trimestre de 2007, mientras que su PIB real per cápita era aún un 9% inferior al nivel de 2007 una década más tarde. No es de extrañar que los italianos estén desilusionados.

Problemas internos

Italia tiene enormes problemas económicos estructurales que restringen el crecimiento, pero el PIB potencial no puede haber disminuido tanto desde 2007. Italia también sufre de una demanda crónicamente deficiente, un error que la zona euro, como ahora se ejecuta, no puede remediar. Esto se debe en parte a que la demanda global ha sido demasiado débil y en parte porque, dentro de las reglas, la demanda no puede dirigirse hacia donde es más débil.

Una recesión prolongada, con alto desempleo y bajo empleo tiene consecuencias políticas ineludibles. Pero la frustración más grande puede ser que las personas por las que los italianos votan no tengan espacio de maniobra. La pregunta ha sido más bien a quién elegir para llevar a cabo las políticas decididas en Bruselas y Berlín.

¿Por qué no votar por un payaso o un partido creado por un payaso? Puede que no importe mucho lo que sucede en Italia, pero al menos podría ser más entretenido.

Algunos economistas italianos ahora argumentan que el país podría obtener un grado de libertad de política macroeconómica al emitir “dinero fiscal”, una moneda paralela que podría usarse para pagar los impuestos italianos.

Esto es técnicamente posible. Seguramente crearía histeria en el norte de Europa, ya que eliminaría el monopolio de la política monetaria del BCE. Pero el solo hecho de que se debata una idea tan radical demuestra la magnitud del desencanto en un país tan grande e importante.

A menos que la eurozona sea capaz de generar una prosperidad compartida, sigue siendo vulnerable a la agitación política. Las debilidades del sistema, más la impotencia de la política democrática en el único nivel que realmente cuenta (el nacional), sigue siendo una receta para el populismo y la fragilidad.

Italia es demasiado grande para quebrar y demasiado grande para rescatar. Pero sus votantes han pasado de la eurofilia al escepticismo. Nos guste o no, los riesgos de nuevas convulsiones son grandes.

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