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Los nuevos súper agentes de la inteligencia empresarial

Directorios recurren a estos servicios para decidir si compran una empresa o para verificar los datos de un posible socio.

Por: John Gapper | Publicado: Viernes 20 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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El chisme es una cosa, la evidencia es otra. La semana pasada, el nuevo presidente de EEUU Donald Trump logró desmentir sin mucha dificultad un salaz recuento de sus presuntas actividades en una habitación de Moscú y los supuestos vínculos de su equipo de campaña con el presidente ruso Vladimir Putin. “¡Noticias falsas!”, aseguró Trump.

Rolls-Royce también tiene problemas en el extranjero, pero no pudo eludirlos con tanta facilidad, ya que enfrentaba contundentes evidencias de conducta reprobable en lugar de meras historias escandalosas. El grupo aeroespacial británico esta semana pagó 671 millones de libras para resolver acusaciones de corrupción en China, Brasil e India.

Este contraste define a la industria de la inteligencia empresarial, la cual ha surgido en Londres, Nueva York y Washington, cerca de centros financieros y agencias de espionaje del Reino Unido y de EEUU. La industria suena como el equivalente corporativo de James Bond, pero es más como una combinación de contabilidad e investigación jurídica.

El mundo recibió una muestra de esto en el informe sobre Trump y sus asesores compilado por Christopher Steele, un ex oficial del MI6 y cofundador de Orbis Business Intelligence en Londres. La información suministrada por la red de contactos rusos de Steele podría ser calificada como inteligencia, pero ciertas partes eran “inteligencia sin procesar”, también conocida como chisme.

La inteligencia tiene su utilidad en el ámbito de los negocios, si se filtra y se edita en cuanto a verosimilitud y confiabilidad. Incluso si la información no se puede publicar o presentar ante un tribunal, puede ayudar a una junta directiva a decidir a favor o en contra de comprar una empresa o de asociarse con un empresario en Rusia y en otros mercados irregulares.

Ésta es la especialidad de consultoras como Hakluyt en Londres y Veracity en Nueva York, el mercado al que Orbis ha intentado entrar. Aunque Hakluyt fue fundada hace 20 años por ex oficiales de inteligencia del Reino Unido, ahora emplea a individuos de otros campos, incluyendo ex consultores de administración y periodistas financieros.

Por alrededor de 100 mil libras la consultora preparará un informe de aproximadamente 40 páginas. Este aconseja, por ejemplo, si se debe “proceder con precaución” en una negociación difícil, o si debe descartarse.

Hakluyt funciona como una agencia de inteligencia: obteniendo datos de una red de informantes de cualquier país poco fiable en el que el cliente esté interesado. Puede que los informantes sean antiguos espías y diplomáticos o que sean empresarios, y de rango alto. Hakluyt filtra los detalles, los compara con otros datos y resultados de investigaciones, y produce un elegante ensayo.

Este negocio tiene una seductora aura de misterio —es una segunda carrera que a cualquier espía o abogado pudiera gustarle— pero es un nicho. Holdingham, la empresa matriz de Hakluyt, empleó a 66 personas y tuvo ingresos de 45 millones de libras en 2015: sólo existe una cantidad limitada de compradores de inteligencia extremadamente costosa.

Gran parte de lo que se denomina inteligencia empresarial es verdaderamente due diligence: el tedioso trabajo de escrutar registros y bases de datos para descubrir si es legal hacer negocios con alguien. Las leyes contra el lavado de dinero, como la Ley Patriota de EEUU de 2001, han fomentado toda una industria de verificadores de información.

Muchas consultoras, incluyendo Control Risks, Kroll (la pionera de la industria) y las grandes firmas de contabilidad, llevan a cabo esa labor. Existe un enorme ingreso, pero el precio por trabajo es menor —generalmente menos de 5.000 libras por transacción— y nadie se vuelve rico por hacerlo.

Las mayores ganancias no radican en la inteligencia sino en la evidencia: en desenterrar documentos o declaraciones que puedan presentarse ante los tribunales en disputas comerciales entre empresas o entre inversionistas. El pago de Rolls-Royce muestra lo costoso y perjudicial que puede ser si alguien descubre evidencia de malversación.

Una gran parte de los ingresos de Kroll ahora proviene de la investigación y no de las transacciones. Es más intrincada, y a menudo puede atraer equipos de abogados y contadores forenses que proporcionan evidencia de malversación. Hay millones en juego y las disputas duran años, por lo que los clientes tienden a pagar bien.

Pero es tanto como un negocio de datos como un negocio humano: escuchar algunas comprometedoras historias importa menos que establecer una pista de auditoría. “Todo es mucho más forense y cibernético de lo que era”, comentó un consultor de riesgo. “La inteligencia humana desempeña un papel menor”, agregó.

Entonces, adiós al glamour. La inteligencia corporativa ha madurado de la misma manera que otros servicios financieros, con un nicho para consultoras especializadas que ofrecen asesoramiento confiable arriba y un enorme grupo de analistas y contadores abajo. La inteligencia corporativa se ha convertido en una industria más profesional, más cuantitativa y más aburrida.D

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