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Los peligros económicos del nacionalismo

Por: | Publicado: Miércoles 18 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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La humanidad es tribal, somos animales sociales y culturales. La cultura nos permite cooperar no solo dentro de los grupos familiares, sino en comunidades imaginadas. De todas estas comunidades no hay nada más cercano a la familia que “la nación”, una palabra que significa la ascendencia compartida.

La capacidad de crear comunidades imaginadas es la fuerza de la humanidad y una de sus debilidades más grandes. Estas comunidades definen lo que las personas comparten. Pero lo que las une, las separa del resto. Hoy, como en el pasado, los líderes fomentan un nacionalismo agraviado para justificar el despotismo y hasta la guerra.

Durante la mayor parte de la historia humana, la guerra era vista como una relación natural entre las sociedades. La victoria traía saqueos, poder y prestigio, al menos para las élites. Movilizar los recursos para la guerra era una tarea clave de los estados. Justificar esa movilización era una tarea clave de la cultura.

Hay otro camino para lograr la prosperidad: el comercio. El balance entre comercio y el saqueo es complejo. Ambos requieren instituciones fuertes apoyadas por una cultura eficiente. Pero la guerra necesita ejércitos leales, mientras que el comercio necesita seguridad apoyada por la justicia.

Puede ser que la mayor contribución de la economía sea la idea de que las sociedades obtendrán más del comercio bilateral que de tratar de conquistar una a la otra. Es más, mientras más ricos son sus socios, mayores son las oportunidades de un comercio mutuo beneficioso. La relación sabia entre los estados, entonces, es la de cooperación, no la de la guerra, y de comercio, no aislación. Esa idea brillante es correcta. Pero también es contra-intuitiva, e incluso perturbadora. Ella significa que uno puede lograr más de los extranjeros que de sus propios ciudadanos. Eso erosiona el sentido de pertenencia a la tribu imaginada. Para muchos, esa erosión de la lealtad tribal es amenazante. Y se vuelve más amenazante todavía si los extranjeros tienen permitido migrar libremente. ¿Quiénes, pregunta la gente, son estos extraños, quienes residen en nuestras casas y comparten nuestros beneficios?

La idea de que el mejor modo para las sociedades de relacionarse es a través del comercio mutuo beneficioso es una filosofía validada del Foro Económico Mundial, que tiene su reunión anual en Davos esta semana. Él prioriza el comercio por sobre el conflicto y lo que los humanos tienen en común por sobre lo que los separa.

Es un buen credo. Aúnque Theresa May, la primera ministra conservadora del Reino Unido, condena a sus creyentes como “ciudadanos del mundo”, que no son ciudadanos de ninguna parte. El resentimiento que ella evoca está, en cierta medida, justificado. Quienes fueron beneficiados por la globalización y transición post-comunista prestaron poca atención a aquellos que no lo fueron. Asumieron que la subida de la marea levanta todos los botes. Prosperaron significativamente, muchas veces sin una justificación aparente. Ellos crearon una crisis financiera que devastó su reputación de probidad y competencia, con terribles resultados políticos. Asumieron que los vínculos de pertenencia que significaban poco para ellos significaban poco también para los que dejaron atrás. No es sorprendente que aquellos que encuentran que el mundo ha sido transformado por cambios económicos y sociales se vuelvan hacia el nacionalismo y proteccionismo agravado.

Aunque la política del resentimiento nacionalista no está solamente impulsada desde abajo. Es una táctica de los que buscan poder. Las historias que cuentan estos líderes varían en detalles, pero la esencia es siempre la misma. Ellos diferencian entre el “verdadero” pueblo que son quienes los apoyan de los “enemigos del pueblo”. Para ellos, la vida es la guerra. En la guerra, ellos pueden justificar todo.

Su historia justifica convertir democracia liberal en dictadura plebiscitaria. En un ensayo brillante, el analista polaco, Slawomir Sierakowski, explica cómo funciona eso en su país. El déspota potencial condena la libertad personal como un caos, restringe a las instituciones como ilegítimas, las fuentes independientes de información como corruptas, a los extranjeros como mentirosos y a los inmigrantes como amenazas. El cultivo de la paranoia justifica cada paso. El potencial déspota necesita enemigos. Ellos son siempre fáciles de encontrar. Mientras que el déspota potencial destaca que la mayoría está de su lado (aunque no sea así).

El asalto a la noción de las fuentes independientes confiables de información es un elemento central en la política del déspota plebiscitario, como Recep Tayyip Erdogan de Turquía o Vladimir Putin de Rusia. ¿Cómo definen la verdad estos regímenes? La verdad es lo que ellos dicen que es. El poder determina a la verdad. Esa es la característica de todas las dictaduras, notablemente las comunistas, como dijo Orwell. Es también lo que cree el presidente electo de EEUU Donald Trump: la verdad es lo que él considera conveniente hoy.

EEUU es un ejemplo importante. Entonces, ¿qué tan lejos hacia el despotismo plebiscitario puede llevar Trump a su país? El consenso dice que mucho, tomando en cuenta la fortaleza de sus instituciones. Aunque las instituciones son tan fuerte como las personas que las manejan. Cuando Augustus llegó a ser el emperador, todas las instituciones de la república romana sobrevivieron. ¿Defenderá la justicia estadounidense la libertad de expresión? ¿Defenderán los legisladores el derecho a voto? ¿O el presidente exitosamente intimidará a ambos? ¿Y qué puede pasar en caso de un ataque terrorista?

Sierakowski señala que el polaco Jaroslaw Kaczynski adoptó un estado de bienestar. Trump, también, ganó la base republicana destacando su apoyo a los programas de los que dependen los americanos comunes. Pero los líderes republicanos los quieren destruir. Su éxito puede depender de si él se aferra a sus promesas o a su partido.

El pensador israelí Yuval Harari recientemente afirmó que “pese a la desilusión con la democracia liberal y el libre mercados nadie todavía ha formulado una visión alternativa que presente algún atractivo global”. Eso es verdad, pero irrelevante. El nacionalismo autoritario potencialmente tiene este atractivo. Se ha movido al centro del sistema mundial. Eso lo cambia todo.

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