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Los riesgos del llamado de Trump a apoyar la libertad de Venezuela

Al igual que lo hizo con Siria hace casi dos años, el presidente se alineó con la política exterior tradicional de EEUU, pero ¿terminará también en fracaso?

Por: Edward Luce | Publicado: Viernes 25 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Cada cierto tiempo el establishment de Estados Unidos le da a Donald Trump una sopresiva ovación. El ataque con misiles de Trump al régimen en Siria a principios de 2017 fue la primera instancia. Su todas-las-medidas-menos-declaración de guerra en contra de Nicolás Maduro, de Venezuela, el miércoles, es la última.

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Cada una mostró a Trump como capaz de adoptar una posición tradicional de política exterior estadounidense. En el caso de Siria, Trump actuó en el nombre de los derechos humanos después de que Bashar al-Assad usara armas químicas en su propia gente. Con Venezuela, Trump está respaldando el Estado de derecho en contra de la reelección manipulada de Maduro. “Gracias, señor presidente”, tuiteó Jeb Bush.

El peligro está en el seguimiento de Trump. A casi dos años de que EEUU lanzara tomahawks en Siria, Assad está más atrincherado que nunca, y Trump retirará las 2 mil tropas estadounidenses que quedan ahí. Rápidamente perdió la paciencia con el juego de ajedrez de Siria. Venezuela representa un problema diferente. Los peligros de una guerra civil abierta entre los adherentes de Juan Guaidó, el líder de oposición y autoproclamado “presidente interino”, y las fuerzas armadas de Maduro son reales. Trump está ahora comprometido con la victoria de Guaidó.

Mucho depende de si las fuerzas armadas de Venezuela pueden ser persuadidas de hacer caso al llamado de Trump de seguir las órdenes de Guaidó. Si no lo hacen, Maduro podría adoptar una postura al estilo de Assad de atrincherarse y desafiar a Trump. Hasta qué punto, será puesto a prueba. En 2017, Trump dijo que no descartaría una “opción militar, si fuera necesario” en contra del régimen de Maduro. “Tenemos tropas en todo el mundo en lugares que están muy muy lejos”, aseguró Trump. “Venezuela no está muy lejos”, Trump dijo. Algunos podrían llamarlo la “doctrina Monroe” por la cual EEUU trata a Latinoamérica como su patrio trasero exclusivo.

¿Interés genuino?

Pero aquellos que celebran el recién descubierto entusiasmo de Trump por la democracia en el exterior deberían tener en cuenta tres advertencias.

La primera es que Trump es selectivo. Ha mostrado poco interés en defender los derechos humanos o democracia en otras partes del mundo, como Myanmar, Sudán y China. Tampoco aplica la excepción de Monroe: Trump se ha mantenido tan ajeno a la manipulación de elecciones y abusos a los derechos humanos en Guatemala y Honduras en Latinoamérica como en el resto del mundo.

Pero ¿por qué mirarle los dientes a un caballo regalado? Si Trump está haciendo selectivamente lo correcto, es de seguro mejor a que no lo haga nunca. El problema es que lo hace aún menos predecible. O estos principios son universales, o no lo son. Trump todavía tiene que explicar sobre qué base toma sus decisiones.

Lo que nos lleva a la segunda advertencia. Trump está fuertemente influenciado por los exiliados cubano-americanos y venezolanos en Florida. Muchos se codean con él en su “Casa Blanca de invierno” en Mar-a-Lago. La mayor parte de las élites financieras de Venezuela salieron del país hace mucho tiempo, junto con un décimo de la población total. Muchos de los exiliados compraron departamentos en varias propiedades de Trump en Florida.

Es imposible trazar una línea entre los lazos comerciales de Trump y su apoyo a las normas democráticas en Venezuela. Pero vale la pena destacar que ha defendido la democracia consistentemente en sólo tres países: Cuba, Irán y Venezuela. Por una razón u otra, ellos están en una categoría separada del resto del mundo. El hecho de que los refugiados de Guatemala y Honduras tiendan a ser pobres, mientras que los venezolanos que se encuentra en Florida no lo son, podría tener que ver en eso.

Problemas en casa

La tercera es que Trump está empezando un enfrentamiento constitucional por sí mismo. Mientras hacía su declaración sobre Venezuela el miércoles, Trump estaba en una tensa confrontación con Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, quien se niega a invitarlo a entregar su discurso anual de Estado de la Unión la próxima semana. El cierre federal parcial del gobierno de Trump está ahora en su día 35. Depende de su ultimatum de financiamiento para el muro en la frontera para bloquear el paso de refugiados y migrantes de algunos de los decididamente no democráticos vecinos de EEUU.

La apuesta de Trump por Venezuela llega entonces en un momento interesante. Lo coloca en el lado correcto de la comunidad de política exterior de Washington y la mayor parte del mundo. El resto de la región, incluyendo a Canadá, rápidamente siguió a Trump, y casi palabra por palabra. Pocos dudan de que Maduro es un paria que merece ser sacado del poder. La ironía es que, cualquier otro día de la semana, cualquiera diría lo mismo de Trump.

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