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Nosotros y ellos: el problema de la 'identidad única' en Cataluña, EEUU y más allá

Los separatistas catalanes están separando a las personas.

Por: Simon Kuper, Financial Times | Publicado: Lunes 13 de noviembre de 2017 a las 10:50 hrs.
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Es absurdo catalogar a millones de personas — de diferentes géneros, edades, clases y aficiones — bajo una sola categoría

Soy un admirador de Cataluña, pero los separatistas catalanes están separando a las personas. Sus consignas dicen: "¡España nos roba!" o "Cataluña no es España". Una retórica como esa divide a la gente en grupos opuestos, cada uno con una sola identidad: nosotros (catalanes) y ellos (españoles). Debes ser una cosa o la otra. El gobierno en Madrid involuntariamente agudiza esta división al encarcelar a los líderes separatistas.

Otra persona que piensa en términos de identidad única es Donald Trump. Tal y como él lo dice, eres estadounidense o musulmán; eres un estadounidense verdadero o un liberal elitista. Tener una sola identidad conlleva un sencillo placer: encuentra tu esencia y después búrlate de un enemigo que no la comparta. Y junto con tu identidad viene un conjunto de opiniones gratuitas que nunca necesitarás poner a prueba frente a la realidad.

Pero pensar en términos de identidad única genera conflicto. JH Elliott, el historiador británico y experto en historia de España, ha descrito a Cataluña como "una sociedad muy infeliz en el último año o dos", en la que "las familias no se han estado hablando entre sí". Algunos separatistas catalanes decepcionados pudieran fácilmente transformarse en un movimiento terrorista como el ETA vasco o el IRA irlandés.

Amartya Sen, el filósofo que ganó el Premio Nobel de Economía en 1998, tiene una mejor idea: deshacerse de la identidad única y comprender que cada persona tiene múltiples identidades. El Sr. Sen comenzó a pensar en estos temas a los 11 años. Un día en 1944, un trabajador musulmán llamado Kader Mia entró tambaleante y sangrando en el jardín de la familia Sen en Dhaka (entonces parte de la India británica). El Sr. Mia acababa de ser apuñalado durante unos disturbios callejeros entre hindúes y musulmanes. El Sr. Sen recuerda en su libro 'Identidad y violencia': "No pude hacer mucho por Kader Mia mientras yacía sangrando con su cabeza en mi regazo". El padre del Sr. Sen llevó apresuradamente al Sr. Mia al hospital, pero allí falleció.

El Sr. Sen nunca se olvidó de él. El Sr. Mia habría vivido si su agresor hindú lo hubiera reconocido como un indio, como un bengalí o como un hombre pobre en lugar de verlo como un musulmán. Entonces, ¿quién era el Sr. Mia? ¿Quiénes somos nosotros? El Sr. Sen tiene una respuesta brillantemente simple: El Sr. Mia tenía múltiples identidades. Todos nosotros también.

Nadie es sólo una cosa. Es erróneo decir, por ejemplo, "soy hindú pero tú eres musulmán" (aunque muchos en la India actual del primer ministro nacionalista hindú Narendra Modi dicen exactamente eso). Ninguna persona es sólo musulmana, o sólo catalana. Es absurdo catalogar a millones de personas — de diferentes géneros, edades, clases y aficiones — bajo una sola categoría. Y, lo que es peor aún, es que dividir a las personas en identidades únicas automáticamente las pone una contra las otras. Si sigues diciéndole a alguien que él es solamente catalán y completamente distinto a los no catalanes, finalmente pudiera llegar a creerlo.

De hecho, en una encuesta realizada por Metroscopia para el periódico El País el mes pasado, 76 por ciento de las personas en Cataluña dijeron que eran tanto catalanas como españolas. Es por eso que los manifestantes en Barcelona en pro de la unidad española llevaban pancartas con las banderas catalana, española y europea rodeadas por un corazón. Otros manifestantes usaron un eslogan en español y en catalán: "Hablemos/parlem". Mi pieza favorita fue una pancarta que decía: "Una bandera es sólo un trozo de tela".

Solamente 19 por ciento de las personas en la encuesta de Metroscopia se autodenominaban exclusivamente catalanas. Y cada una de ellas además hubiera tenido muchas otras identidades. Una separatista catalana pudiera ser una madre de treinta y tantos años, una hija, una farmacéutica, una barcelonesa, una admiradora de Katy Perry, una europea, etc. Ella probablemente comparte algunas de estas identidades con un nacionalista español en Madrid. Tal y como lo ha señalado el Sr. Sen: "La principal esperanza de armonía en nuestro atribulado mundo radica en la pluralidad de nuestras identidades, las cuales se cruzan entre sí y trabajan en contra de las agudas divisiones". Nadie es una caricatura hecha de uno o dos factores demográficos. No somos todos iguales, pero tenemos similitudes.

Incluso los estadounidenses actualmente en estados azules (demócratas) y en estados rojos (republicanos) descubrirían esta realidad si pudieran deshacerse de su retórica de identidad única y de sus fantasías de aplastar al otro bando. Pero hablar en términos de identidades únicas es contagioso. Cada vez que el Sr. Trump dice algo racista, algunos liberales descartan a todos sus seguidores como racistas imbéciles.

Cuando el Sr. Trump ofende a las mujeres o a las personas de raza negra, él anima a esos grupos a congregarse alrededor de una sola identidad. El movimiento Black Lives Matter y el de enero pasado, Women's Marchers, tienen excelentes metas. Pero como argumenta Mark Lilla en su reciente libro 'The Once and Future Liberal: After identity politics' (El liberal de ayer y del futuro: Después de la política de identidad), estos grupos probablemente fracasarán si se convierten, exclusivamente, en movimientos de identidad única.

Si quieres persuadir a las personas que no comparten tu particular identidad, tienes que enfocar su atención en algunas de nuestras identidades compartidas. El Sr. Lilla ha escrito: "Yo no soy un automovilista masculino de raza negra. Con más razón, entonces, necesito encontrar alguna manera de identificarme con uno de ellos para que su experiencia me pueda afectar. Mientras más se enfaticen las diferencias entre nosotros, menos probable será que sienta indignación ante su maltrato".

El economista Branko Milanovic recientemente describió lo que aprendió de la sangrienta ruptura de su Yugoslavia natal: "Se considerado. Piensa en la gente como personas. Y no les imputes opiniones sólo por su nacionalidad". Es un consejo útil para muchas de las sociedades frágiles de hoy en día en países como India, EEUU y España.

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