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Qué es el “Wexit”, la nueva amenaza separatista que golpea a Canadá tras el triunfo de Trudeau

Las provincias de Alberta y Saskatchewan, en el oeste del país, son altamente dependientes del petróleo, y se sienten alienadas por las políticas ambientales del primer ministro.

Por: Jason Kirby, Toronto | Publicado: Viernes 25 de octubre de 2019 a las 10:04 hrs.
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A pocas horas del triunfo del Partido Liberal de Justin Trudeau, el lunes, un hashtag comenzó a ser tendencia en Canadá, reflejando las profundas divisiones regionales que surgieron de las elecciones: #Wexit o la salida del oeste, o más específicamente, el separatismo de Alberta.

A la mañana siguiente, un grupo llamado Alberta Contraataca había colocado carteles que decían "Apoyo a una Alberta independiente", junto con una hoja de arce, símbolo de Canadá, tachada.

La retórica separatista, aunque todavía marginal, refleja un prolongado malestar económico en la región y plantea un rápido desafío para Trudeau. El primer ministro ha enfrentado a intensas críticas en Alberta, una región que depende de los combustibles fósiles, por su política de precio nacional del carbono y el fracaso en la construcción de un oleoducto que transporte crudo desde sus arenas petrolíferas a los mercados mundiales.

Los liberales obtuvieron la mayoría de los escaños en la Cámara de los Comunes, pero no lo suficiente como para asegurar el control, y fueron completamente excluidos de las dos provincias occidentales de Alberta y Saskatchewan. El Partido Conservador, que ocupó el segundo lugar en las elecciones a nivel nacional, barrió casi todos los escaños en las dos provincias, obteniendo 69% de los votos en Alberta, su nivel más alto en un siglo.

El resto de los distritos electorales fue para el izquierdista Nuevo Partido Democrático, el Bloque Québécois y el Partido Verde, todos los cuales apoyan políticas que restringirían el desarrollo en el área petrolera de Alberta.

Trudeau tendió este miércoles una rama de olivo a la región. "Hay que reflexionar mucho y escuchar mucho a los habitantes de Alberta, como me he esforzado en los últimos años, pero obviamente voy a tener que hacer mucho más", dijo.

También reafirmó su apoyo al Trans Mountain Pipeline, que su gobierno adquirió por US$ 4.500 millones en 2018 en una decisión que llevó a los liberales a perder el apoyo entre muchos votantes de izquierda.

"El medio ambiente y la economía deben ir de la mano", dijo. "Continuaremos con la expansión del oleoducto Trans Mountain".

Sin embargo, el gesto de Trudeau no ha logrado calmar los ánimos en Alberta. Esta semana, el primer ministro de Alberta, Jason Kenney, anunció que un panel de expertos viajará por la provincia para escuchar al público sobre cómo Alberta puede mejorar su posición en la confederación de provincias y territorios de Canadá.

Si bien Kenney dijo que no apoya la idea del separatismo, ha abrazado la retórica del resentimiento. "Aislarnos nosotros mismos separándonos no es una solución al problema de una campaña para aislar a Alberta", dijo, pero agregó que "no debemos permitir que Justin Trudeau nos haga sentir como indeseables en nuestro propio país".

Mientras tanto, el primer ministro de Saskatchewan, Scott Moe, criticó esta semana a Trudeau por "dividir" al país y dijo que es hora de "un nuevo acuerdo" con Canadá.

La alienación de las provincias occidentales no es un fenómeno nuevo en Canadá. Pero los llamados a una separación de Alberta no habían sido tan intensos desde la década de 1980 cuando el padre de Trudeau, Pierre Trudeau, era primer ministro y la industria petrolera de la provincia estaba lidiando con la caída de los precios y políticas energéticas federales impopulares.

Crece el descontento

Una encuesta realizada en agosto por Research Co encontró que 30% de los habitantes de Alberta cree que la provincia estaría "mejor como su propio país", frente a 25% en una encuesta similar ocho meses antes.

En términos prácticos, el “Wexit” no tiene mucho futuro. Alberta y Saskatchewan no tienen salida al mar, mientras que más de 200 comunidades indígenas poseen cientos de miles de acres y sus derechos corresponden a una jurisdicción federal.

Sin embargo, detrás de los reclamos separatistas está la realidad de una región que ha sufrido repetidos golpes económicos en los últimos años. En los dos años posteriores a la caída de los precios del petróleo, lo que provocó una recesión en la provincia, los ingresos en Alberta cayeron 20%, según Trevor Tombe, economista de la Universidad de Calgary.

Después de lo que parecía ser una fuerte recuperación a partir de 2017, la economía de la provincia chocó con otro muro el año pasado que coincidió con la decisión del desarrollador de ductos Kinder Morgan de retirarse del proyecto Trans Mountain. Poco después un tribunal bloqueó la iniciativa, argumentando que el gobierno federal no había consultado adecuadamente con las comunidades indígenas en la ruta del oleoducto.

A pesar de la compra por parte del gobierno de Trudeau y la nueva aprobación del proyecto, la confianza los clientes corporativos recibió un gran golpe, dijo Tombe. Mientras tanto, los cuellos de botella en el transporte han obligado a los desarrolladores de arenas petrolíferas a aceptar precios más bajos que con una mayor capacidad del oleoducto.

"Existe claramente una frustración que es real, que ocurriría en cualquier lugar que atraviese un período profundo y prolongado de debilidad económica como lo ha hecho Alberta", dijo Tombe. “Pero muy poca de esa debilidad puede atribuirse al gobierno federal.

Compleja fórmula política

El nuevo compromiso de Trudeau con el oleoducto llega cuando la construcción del proyecto está en marcha. Exceptuando otro fallo judicial contra la iniciativa, que no se puede descartar, eventualmente traerá alivio a los productores de arenas petrolíferas. "No hay una varita mágica que el gobierno federal tenga para construir tuberías", dijo Tombe.

Los resultados electorales han dejado a Trudeau con un problema inquietante sobre cómo armar un gabinete que incluya representación de la región cuando no tiene miembros elegidos de su partido para elegir. Una opción es que Trudeau recurra a un miembro de Alberta o Saskatchewan del Senado no electo de Canadá, la cámara alta del parlamento, para unirse a su gabinete. También podría nombrar a alguien de afuera del parlamento en el gabinete, aunque ese enfoque sería extraño.

No todos los líderes occidentales han estado dispuestos a avivar el sentimiento separatista. "Uno supera las dificultades juntos, no amenazan con irse", dijo Brian Pallister, el primer ministro de la provincia de la pradera de Manitoba y otro antiguo crítico de Trudeau.

"He escuchado esto desde Quebec durante años y no me gusta escucharlo de amigos míos del oeste de Canadá, así que no tengo tiempo para ese tipo de cosas".

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