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Sólo en Chile los estacionamientos pueden derivar en un debate sobre la desigualdad

Aunque aparentemente es un debate idiosincrático, la disputa por los estacionamientos en Chile pone de relieve las tensiones sobre la desigualdad social versus la creación de riqueza sin restricciones.

Por: Benedict Mander, Financial Times | Publicado: Martes 13 de octubre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Los estacionamientos rara vez son un tema polémico de debate entre los teóricos sociales conservadores y radicales. Excepto en Chile, un país frecuentemente visto como un laboratorio para las últimas tendencias económicas del mundo.

Durante este mes se espera que los senadores chilenos aprueben una ley que hará que los estacionamientos en los centros comerciales, que pueden costar hasta US$2,50 la hora en los malls más exclusivos de Santiago, sean gratis durante los primeros 30 minutos.

Este proyecto de ley revisado llega después de que se rechazara otro en agosto que proponía dos horas gratuitas de estacionamiento, el cual desató una polémica a nivel nacional. Los parlamentarios más radicales acusaron a los senadores más conservadores por ser títeres de los intereses de los empresarios.

El sector empresarial de Chile temía que esto fuese el principio de algo mucho peor y vio la posibilidad del “estacionamiento como un derecho social” como emblema de las reformas izquierdistas impulsadas por la Presidenta Michelle Bachelet. El país está muy afectado por la caída de los precios de las materias primas, el crecimiento ha caído de un promedio de 30 años de 5% a menos del 2% el año pasado.

Bachelet ha tratado polémicamente de alejar a Chile de su famoso modelo pro-mercado, abogando por la educación gratuita, mayores impuestos a las empresas, más derechos para los sindicatos e incluso estacionamientos gratuitos.

“Siempre han existido buenas relaciones entre el sector público y el privado en Chile. Con este gobierno, ese lazo se rompió”, dice un líder empresarial. “Va a ser difícil que el país se recupere sin arreglar este problema”.

Aunque aparentemente es un debate idiosincrático, la disputa por los estacionamientos en Chile pone de relieve las tensiones sobre la desigualdad social versus la creación de riqueza sin restricciones. El denominado “milagro” económico del país, que se inició bajo la dictadura de Augusto Pinochet, ayudó a transformarlo en el más próspero de América del Sur. Por ejemplo, el parque automovilístico nacional, se ha más que duplicado a 4,5 millones de autos en quince años.

Esto es en parte porque los opositores del proyecto argumentaron en contra del estacionamiento gratuito, ya que incentivaría el tráfico, empeoraría la contaminación y vulneraría determinados contratos de infraestructura.

Pero el “modelo” ha convertido a Chile, hogar de uno de los partidos socialistas más antiguos del mundo, en uno de los países más desiguales de América Latina, el 10% de las personas más ricas ganan hasta 25 veces más que el 10% más pobre. Estas consideraciones impulsan a los promotores del proyecto, que argumentan que las tarifas de estacionamiento eran un robo. “Los consumidores van a estar peor”, dijo el parlamentario Fuad Chahin luego de que el proyecto fue revisado.

La presidenta Bachelet fue reelegida con 62% de los votos hace dos años para un segundo mandato con el fin de abordar esas tensiones. Sin embargo, los críticos dicen que sus reformas han sido apresuradas. “El deseo de hacer todo rápidamente ha jugado en su contra. Ha habido una polarización de la sociedad”, dice el ex presidente Ricardo Lagos. “Ella trató de hacer todo en un año. Eso es un error”.

Algunos de los miembros más exaltados de la clase alta chilena temen una lucha de clases, incluso considerando que si todas las reformas de la presidenta fueran promulgadas la política chilena seguiría estando “a la derecha de la mayor parte del resto del mundo”, señala el cientista político Patricio Navia. La controversia sobre las reformas han reducido los índices de popularidad de Bachelet a un mínimo de 24%. La confianza del consumidor también se ha derrumbado.

El nombramiento en mayo de un nuevo ministro de Hacienda, más amigable con los mercados, ha ayudado a aliviar en parte las tensiones: Rodrigo Valdés es un respetado economista que ha trabajado en el Fondo Monetario Internacional y en Wall Street. Sin embargo, se mantiene una sensación generalizada de incertidumbre, que prácticamente ha paralizado la inversión privada y frenando el crecimiento económico del país aún más.

“No está clara cuál es la dirección”, dice un alto miembro de la coalición de la presidenta, quien afirma que tiene “dos almas” -una moderada y tecnocrática, y otra que anhela un cambio radical. “Pero, el corazón de Bachelet está en la izquierda”.

De hecho, Harald Beyer, director del Centro de Estudios Públicos (CEP) y ex ministro de Educación del gobierno del ex presidente Sebastián Piñera, asegura que los problemas de la actual administración se encuentran en un mal diagnóstico de los problemas de Chile. Estos, dice Beyer, tienen menos que ver acerca de cambiar radicalmente un modelo económico que ha sacado a un tercio del país de la pobreza, y más con el deseo de los chilenos de soluciones a problemas específicos como lo cara que es la educación.

“El gobierno se ve a sí mismo como un doctor que necesita vacunar a un niño, pero el niño que está llorando ya que no entiende por qué es necesario el dolor”, dice. La razón es a menudo drenada por una atmósfera venenosa en la que ninguna de las partes puede reclamar legitimidad moral. Muchos líderes empresariales ahora admiten que fueron lentos en criticar la corrupción entre los suyos, como el escándalo de evasión fiscal de Soquimich (SQM), una empresa dirigida por el ex yerno de Pinochet. Mientras tanto, el hijo de la presidenta Bachelet, Sebastián Dávalos, ha protagonizado su propio escándalo de corrupción.

“La elección de Bachelet fue como una gran fiesta, en donde ella prometió felicidad para todos”, comenta Navia. “Su presidencia es la resaca”.

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