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Un repunte de la economía mundial no es un crecimiento sostenido

La recuperación podría decepcionar, permanecer por un tiempo o marcar el inicio de un período de crecimiento rápido y sostenido. El último parece ser el resultado menos probable.

Por: | Publicado: Miércoles 26 de abril de 2017 a las 04:00 hrs.
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La economía mundial está mejorando. La pregunta es qué tan fuerte y duradera será esta mejora. La recuperación podría decepcionar, permanecer por un tiempo o marcar el inicio de un período de crecimiento rápido y sostenido. El último parece ser el resultado menos probable. Pero el fracaso no está asegurado.

El Panorama Económico Mundial (WEO, su sigla en inglés) del Fondo Monetario Internacional (FMI) plantea la cuestión. Había esperado que la economía avanzara y podría estar haciéndolo. El año pasado, la economía global creció 3,1% (a paridad del poder adquisitivo). El FMI ahora pronostica que el crecimiento será de 3,5% en 2017 y 3,6% en 2018. Estos pronósticos son más o menos idénticos a aquellos publicados en octubre pasado. Como apunta el WEO, incluso el comercio mundial se está fortaleciendo. Sin embargo, este repunte tiene que ser puesto en contexto: llega luego de muchos años de rebajas de los pronósticos. El futuro parece mucho peor que hace unos años, incluso si el crecimiento al menos está recuperándose.

La razón más importante para la recuperación es que las tres conmociones sucesivas –la crisis financiera de 2007-2009, la crisis de la eurozona de 2009-2013 y la caída de los precios de las materias primas entre 2014 y 2015– están quedando en el pasado. La mayoría de las economías afectadas están disfrutando recuperaciones cíclicas: sin duda, se pronostica que todas las regiones y las economías más importantes experimenten algún tipo de crecimiento. A medida que las conmociones pasaron, la confianza ha regresado. Las crisis financieras, en particular, tienen efectos duraderos. Pero incluso estos no duran por siempre. Las políticas monetarias de fuerte apoyo también han ayudado. Podríamos finalmente estar por ver el final del malestar postcrisis.

En general, destaca el WEO, “salvo acontecimientos imprevistos, se proyecta que una recuperación continua y el cierre gradual en la brecha de producción mantengan el crecimiento modestamente por encima del potencial en muchas de las economías avanzadas en los próximos años”. Entre las economías emergentes, la recuperación de los exportadores de commodities ha sido particularmente notable.

¿Qué podría entonces determinar la duración y fortaleza del repunte?

Una historia feliz se podría construir sobre la idea de fortalecer la confianza y aumentar la inversión en las economías de alto ingreso y en las emergentes (con la notable excepción de China, donde el ritmo de la inversión necesita desacelerarse). Esto podría fortalecer el crecimiento de la productividad, a medida que un capital más nuevo y eficiente reemplaza al antiguo y desactualizado stock de hoy. Con la inversión productiva y el crecimiento potencial en aumento, también sería más sencillo reducir la deuda.

Esa es una historia agradable. Por desgracia, está muy lejos de ser la única posible. Podemos identificar fácilmente riesgos significativos a la baja.

El primero es político. La reacción en contra de una economía mundial abierta en los países de altos ingresos es real y, en el caso de la elección de Donald Trump, ya es significativa. Sin embargo, el creciente proteccionismo y la consiguiente desaceleración del comercio mundial no son los únicos peligros. Un riesgo aún mayor es el fracaso en la cooperación e incluso el conflicto abierto entre las grandes potencias.

El segundo grupo de riesgos es la nueva agenda política de EEUU. Probablemente el peligro más grande es que las esperanzas excesivamente ambiciosas para el crecimiento económico se usen para justificar políticas fiscales demasiado expansivas y una política monetaria inapropiadamente relajada. En el corto a mediano plazo, eso podría generar un impulso e incluso asegurar una reelección para Trump, como lo hicieron las políticas similares para Richard Nixon en 1972. A largo plazo, podría ser enormemente desestabilizador.

Un tercer grupo de riesgos, una vez más vinculado a la agenda de los republicanos, es la desregulación financiera irresponsable. Los efectos de corto plazo de quitar los frenos a un sistema financiero inestable también podrían ser positivos. Los de largo plazo podrían incluir una crisis más devastadora que la que ocurrió hace una década.

Un cuarto grupo tiene que ver con la evolución de largo plazo de la economía china. En lo inmediato, las autoridades tienen la capacidad de mantener el crecimiento en línea con sus metas. Pero el crecimiento sigue siendo dependiente del crédito. A largo plazo, parecen poder elegir entre aún más deuda o un crecimiento mucho más lento. Cómo manejen esto los chinos sigue siendo vital para las perspectivas económicas globales.

Un quinto grupo de riesgos proviene de las otras economías emergentes. En particular, el impacto de la administración de Trump podría ser altamente desestabilizador, a través del aumento de las tasas de interés y un dólar que se fortalece.

Un sexto grupo de riesgos es Europa. Como destaca el WEO, en las ralentizadas economías de la eurozona, el desempeño económico persistentemente pobre podría vincularse con la debilidad del sector financiero ante la deprimida demanda –y por ende, la oferta– de manera permanente.

Finalmente, están los factores políticos, más allá de la asunción de un demagogo de derecha en EEUU. La llegada de dictaduras plebiscitarias en Hungría, Polonia, Rusia y Turquía no es un buen augurio para sus economías. Preocupaciones no muy distintas surgen en Sudáfrica. La buena política depende de autoridades razonables. El suministro de lo último no puede darse por sentado, especialmente ahora.

La pregunta más grande entonces es si la política dará el apoyo suficiente a la economía. Existe ahora una oportunidad razonable de recuperación cíclica. Pero convertir eso en algo más durable requerirá de un acto de equilibrio delicado. Las autoridades deben respaldar la inversión pública y privada, la innovación, mantener economías abiertas y competitivas y reducir la regulación donde es excesiva, mientras la mantienen donde es esencial. Pero las autoridades también deben asegurarse de que los beneficios del crecimiento se compartan mucho más ampliamente que antes.

El repunte es una oportunidad. Si no se explota, podría terminar siendo apenas un parpadeo positivo de la economía. Pero podría (y debería) ser más que eso.

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