FT Español

Una dura lección a Theresa May

Los dos discursos de la primera ministra británica en la conferencia del partido la semana pasada hacen que un Brexit duro sea lejos el resultado más probable. Eso es así por razones procedimentales y sustantivas a la vez.

Por: | Publicado: Miércoles 12 de octubre de 2016 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Los políticos proponen, los mercados disponen. La semana pasada comenzó con un comentario de Theresa May, la primera ministra británica, sobre sus planes para el Brexit. Los mercados de divisas extranjeras respondieron rebajando el valor de los activos británicos. El Reino Unido está decidido a “recuperar el control” de su destino. Pero la soberanía formal no es poder. El gobierno del Reino Unido anuncia sus intenciones. Las reacciones de otros determinan sus resultados.

Los dos discursos de May en la conferencia del partido la semana pasada hacen que un Brexit duro sea lejos el resultado más probable. Eso es así por razones procedimentales y sustantivas a la vez.

La razón procedimental es que ella ha decidido ejecutar el artículo 50, de procedimiento de salida, no antes de marzo del próximo año. Esto daría la iniciativa a los otros miembros y enfocaría las negociaciones en un divorcio, que debe finalizarse dentro de apenas dos años. Dada la complejidad de la toma de decisiones en la UE, es demasiado poco tiempo para negociar un acuerdo hecho a la medida.

La razón sustantiva por la que un Brexit duro es altamente probable es que la primera ministra también ha descartado todo lo que no sea ese acuerdo hecho a la medida. En sus palabras, “seremos un país completamente independiente y soberano, un país que ya no es parte de una unión política con instituciones supranacionales que pueden contradecir a los parlamentos y cortes nacionales. No será un modelo noruego. No será un modelo suizo. Será un acuerdo entre un Reino Unido independiente y soberano y la UE”.

El procedimiento y objetivo que ha delineado, en la práctica, pondría al país en un calendario para salir no sólo de la UE, sino también de los términos preferenciales de acceso a los mercados de la UE en que los inversionistas, tanto extranjeros como locales, dependen. Esto sería un Brexit duro.

Más aún, los negociadores comerciales del Reino Unido simplemente no podrían negociar acuerdos compensatorios con el resto del mundo. Esto es en parte porque esa posibilidad no existe, dado que la UE se lleva casi la mitad de las exportaciones británicas. También es porque el Reino Unido no será visto como un socio negociador creíble hasta que el trato con la UE haya finalizado. En marzo de 2019, así, el Reino Unido probablemente se encuentre sin acceso preferencial a ningún mercado.

Pero esto está lejos de ser todo. May también señaló que “si uno cree que es un ciudadano del mundo, es un ciudadano de ninguna parte”. Negó la posibilidad de que alguien pudiera ser al mismo tiempo un ciudadano del mundo y un ciudadano de un lugar. Pero muchos de los hábiles extranjeros de los que depende el Reino Unido se ven a sí mismos como exactamente eso. ¿Por qué deberían desear quedarse en un país cuya primera ministra parece despreciarlos? La xenofobia también fue una parte importante de la campaña del Brexit, digan lo que digan sus defensores. ¿Alguien cree que ese tipo de lenguaje no tendrá efectos sobre los potenciales trabajadores e inversionistas o, no de menor importancia, nuestros socios de la UE?

Palabras imprudentes tienen consecuencias. Los objetivos extremistas del gobierno británico ahora están claros. Los inversionistas han bajado debidamente el valor de los activos del país de la forma más simple, al vender la libra. La tasa de cambio real efectiva está cerca de lo que estaba a finales de 2008, justo después de la crisis financiera. En términos de dólar, los índices bursátiles están más bajos que antes del referendo y también similares a otros mercados.

Tal devaluación de los activos del Reino Unido era inevitable. Refleja la creencia correcta de los inversionistas de que las perspectivas económicas han empeorado. Pero su pobre desempeño de exportación del pasado sugiere que la depreciación aún no es lo suficientemente grande para generar la necesidad de un cambio en la estructura de la economía hacia la producción de bienes y servicios comerciables. Además, es muy probable que el gran déficit de cuenta de corriente de hoy sea insostenible tras el Brexit. De ser así, el Reino Unido necesitará una enorme disminución del gasto agregado en relación con los ingresos. La depreciación por sí misma es muy poco probable que lo consiga. La política macroeconómica podría también necesitar un ajuste. Pero ese ajuste es precisamente lo que el Banco de Inglaterra y el nuevo equipo del Tesoro desesperadamente desean evitar.

Cierto, las entradas de capital necesarias para financiar el gigantesco déficit externo del Reino Unido podrían continuar, respaldadas por la percepción de que el aterrizaje de la depreciada libra se ha convertido, al final, en una ganga. Pero supongamos que los ingresos cesan, en cambio, a medida que los inversionistas se ponen cada vez más nerviosos por el camino que el gobierno ha elegido. Entonces, la moneda podría colapsar. Los rendimientos de los bonos soberanos podrían dar un salto. Las autoridades podrían enfrentar una situación similar a la de las economías emergentes que perdieron la confianza de los inversionistas: la necesidad de elevar las tasas de interés y cerrar los déficit fiscales durante una crisis. ¿Es probable? No. ¿Está el discurso ligero del gobierno haciéndolo más probable? Sí.

El gobierno entonces aprenderá los límites de la soberanía en una economía abierta. La visión de Philip Hammond, ministro de Hacienda, que recordó a su partido la semana pasada que los ciudadanos británicos no votaron el 23 de junio “ser más pobre o menos seguro”, podría entonces contar por más, y aquellos a favor del Brexit en el gabinete por menos. En una crisis, lo impensable se vuelve pensable. Activar el Artículo 50 sin el apoyo parlamentario podría ser imposible. Seguramente será imposible. Por un estrecho margen el país votó algún tipo de Brexit. Pero el gobierno no tiene mandato para la versión tan extremista que está escogiendo. Además, los que apoyan la salida insisten en que el objetivo es recuperar la soberanía parlamentaria. ¿Entonces, por qué el gobierno planea ignorar el Parlamento cuando estas decisiones se toman?

Lo que impulsó a los partidarios del Brexit fue, según nos han dicho también, “el principio de que las decisiones sobre el Reino Unido debían ser tomadas en el Reino Unido”. Los mercados de divisas demuestran lo vacío que es ese principio. Los socios de la UE del Reino Unido están cerca de hacer lo mismo. La premisa de la campaña “Salir” fue falsa: una serie de decisiones que afectan al Reino Unido siempre serán tomadas fuera de él. Pero es poco probable que esta verdad detenga la partida del tren que se dirige hacia un “Brexit” completo, según su trayecto programado. Detenerlo necesitaría un milagro, o más bien una crisis. ¿Es eso probable? No. ¿Es posible? Sí.

Lo más leído