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Warren Buffett, Philip Green y una historia de dos multimillonarios

Uno de ellos probablemente no sea tan angelical como lo describen y el otro no tan diabólico.

Por: Por Andrew Hill | Publicado: Miércoles 27 de abril de 2016 a las 04:00 hrs.
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Sir Philip Green, el empresario ostentoso y permanentemente bronceado de la industria del vestuario, y Warren Buffett, el apacible y frugal "Sabio de Omaha", no podrían ser más diferentes.

Sin embargo comparten un fuerte deseo de proteger sus reputaciones y llevan las cicatrices por haberse aferrado a ciertas inversiones durante demasiado tiempo.

Cuando Buffet tomó control de Berkshire Hathaway en 1965 era un propietario en dificultades de fábricas textiles en New Bedford, Massachusetts. Ahora es mejor conocido como una sociedad holding cotizada en bolsa muy exitosa. Pero durante dos décadas las mismas fábricas fueron una espina en su costado que se negó a extirpar.

La compra y resucitación de BHS (British Home Stores, la cadena de tiendas por departamentos) en 2000 confirmaron su talento como empresario y propietario, pero como él nos dijo a mí y a mi colega Andrea Felsted el año pasado, unos meses después de haber finalmente vendido las tiendas BHS a un consorcio de compradores poco conocidos por sólo 1 libra esterlina: "Ojalá la hubiera vendido hace mucho tiempo... Debería de haber vendido pero no lo hice".

El riesgo de dañar sus reputaciones motivó a ambos inversionistas. La declaración de Sir Philip tal vez suene falsa a los 11.000 empleados de BHS, que ha entrado en administración judicial, pero él nos dijo que se había negado a cortar sus vínculos con el negocio: "A fin de cuentas, aquí tengo a gente que ha estado conmigo desde el principio... yo no quiero cerrar las puertas. Tengo que hacer todo lo posible para asegurar que mi gente esté bien".

Buffett, quien quedó horrorizado por la reacción adversa que hubo cuando abandonó una de sus inversiones anteriores en un fabricante de molinos de viento en Nebraska, tenía temores de que hubiera una reacción negativa debido a la pérdida de empleos si llegaba a cerrar Berkshire. Él justificó su decisión de continuar con su propiedad de las fábricas textiles en una nota a sus socios en 1968 en la que escribió: "No tengo deseos de intercambiar trastornos humanos severos por algunos puntos porcentuales de rendimiento adicional al año".

Sin embargo, en 1985, finalmente tuvo que cerrar lo que quedaba de la Berkshire original, ofreciéndoles a los 400 empleados que despidió "sólo unos meses de salario adicional", según The Snowball, la biografía por Alice Schroeder. En 2001, admitió que haber pasado 20 años intentando revivir el negocio había sido un error, aunque en el momento en que se vendió era, según Schroeder "económicamente insignificante" en la sociedad holding.

Desde aquellos días, el temor de Buffett al oprobio público por lo general lo ha llevado a elegir la discreción en vez de la publicidad y a promover una imagen de amabilidad y modestia. Esa estrategia lo ha convertido en una cara aceptable del capitalismo.

Por otro lado, el estilo de vida ampliamente difundido de Sir Philip y su relación beligerante con la prensa lo han convertido en una figura fácil de odiar. Buffett probablemente no sea tan angelical y Sir Philip probablemente no sea tan diabólico. Pero en esta historia hay una lección para todos los potenciales multimillonarios en el mundo.

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