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El fin del cepo en Argentina no terminó con los “arbolitos”

Por: | Publicado: Martes 20 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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El “cepo”, como se conocían las restricciones que el gobierno de Cristina Fernández aplicaba al comercio de divisas, terminó con la llegada de Mauricio Macri.

Sin embargo, los “arbolitos”, como se denomina a los vendedores en el mercado negro, siguen existiendo. Basta caminar por Florida o Lavalle para verlos. Eso sí, son menos que antes.

Héctor López Moreno, presidente de la Asociación Amigos de la Calle Florida, contaba 250 hace un año. Hoy quedan 100, aunque los fines de semana aumentan a 130.

Sus principales clientes son los turistas, los oficinistas que no quieren dejar rastro en el banco y hasta algún famoso que pasó por El Gran Hermano. Todos quieren aprovechar un mejor tipo de cambio, ya que para vender dólares pagan 30 centavos más que los bancos.

Pero la clave está en el arte del regateo, porque si uno va directo a cambiar, aumentarán el valor.

La novedad es que, con el menor volumen de negocios, muchos se independizaron. Con 20.000 pesos (US$ 1.300) de capital inicial ya se ponen a trabajar, aunque hay quienes se arriesgan con la mitad. A eso hay que restarle el “peaje” de US$ 200 mensuales que deben pagar para poder ocupar una esquina y de US$ 300 en las zonas más calientes.

Dólar “flower” y “kiosco”

Suelen comprar dólares en la semana para “descargarlos” el fin de semana a quienes los necesitan para viajar a Uruguay. Como los sábados y domingos los bancos están cerrados, no tienen competencia. Para hacer la operación, los llevan a galerías o a locales de ropa. Incluso, varias veces, los turistas se tientan y terminan comprando algo en ese negocio.

También existe el “dólar flower”. En una florería del microcentro hay alguien voceando, pero no promociona rosas ni claveles, sino dólares, euros y reales. El “dólar kiosco” lo explica una vendedora con look de ama de casa. “Hacé la fila en el kiosco de diarios de enfrente y pasás adentro; ahí tenés una mesa donde contar los billetes con tranquilidad, sin que nadie te vea”, revela. Dentro del puesto de diarios, donde no se veía ningún periódico ni revista, había una máquina contadora de billetes y un detector de billetes falsos.

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