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La larga espera por un resurgimiento de la productividad

La mejora en los estándares de vida depende casi completamente de una producción creciente por trabajador.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 13 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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“Se puede ver la era de la computación en todas partes, menos en las estadísticas de productividad”. Hoy, podemos repetir esta celebrada declaración que hizo Robert Solow en 1987, un premio Nobel fundador de la teoría de crecimiento moderna, sustituyendo “computación” por “tecnología”. Vivimos en una era que se espera que sea de un cambio tecnológico excitante, pero nuestras cuentas nacionales nos dicen que la productividad está casi estancada. ¿Es la desaceleración de la innovación una ilusión? Si no ¿qué podría explicar el acertijo?

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La desaceleración, si es verdadera, importa. Como Paul Krugman, también premio Nobel, argumentó, “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”. Las mejoras en los estándares de vida dependen casi completamente de una producción creciente por trabajador.

La desaceleración de la productividad es una gran explicación para el estancamiento de los ingresos reales y la presión por austeridad fiscal en los países de altos ingresos. Gene Grossman, de Princeton, y tres coautores incluso argumentan que la marcada desaceleración en el crecimiento de los ingresos per cápita también explica el declive en la participación de la fuerza laboral en el ingreso nacional en los países ricos.

Ningún economista ha hecho más para promover las implicancias revolucionarias de la tecnología de la información que Erik Brynjolfsson, del MIT, sobre todo en libros coescritos con Andrew McAfee, también del MIT. Pero en un interesante paper reciente con dos coautores él, también, reconoce la “paradoja de la productividad”. El paper no renuncia a la creencia en el poder transformador de los avances tecnológicos recientes, especialmente la inteligencia artificial. Por el contrario, lo enfatiza, sobre todo en el reconocimiento de imagen y la traducción. Sin embargo, la desaceleración de la productividad es real, admite el paper.

Esto parece reflejar una débil inversión y, sobre todo, un menor crecimiento de “la productividad total de factores”, una medida de producción por inversión de capital y fuerza laboral (ajustada por calidad). La PTF es una medida de innovación, de la habilidad de producir un resultado de mayor valor con cantidades dadas de inversión. Sin innovación, la creciente prosperidad de los dos últimos siglos habría sido imposible. En realidad, la innovación, no la productividad, es casi todo.

También deberíamos enfocar nuestra atención en Estados Unidos, ya que este gran país ha estado impulsando la frontera de la innovación desde fines del siglo XIX. Un estudio de Nicholas Crafts, de Warwick University, y Terence Mills, de Loughborough, muestra una caída en la tendencia de crecimiento de la PTF en EEUU desde justo por encima de 1,5% al año a principios de los ‘70 a 0,9% de forma más reciente. Otros, notablemente Robert Gordon, de Northwestern University, en su pieza maestra The Rise and Fall of American Growth, llega a conclusiones similares sobre la desaceleración reciente, de análisis de períodos de tiempo más largos.

Una explicación posible es una mala medición. Es, y siempre ha sido, difícil medir el impacto de las nuevas tecnologías, en especial ahora cuando muchos servicios son gratuitos y muchos son entregados, invisiblemente, desde fuera de EEUU. Sin embargo, es difícil aceptar que medir de pronto se hizo más difícil en 2005, cuando comenzó la desaceleración de la productividad en EEUU.

Más aún, incluso cuando se toma en cuenta una probable mala medición, en un estudio de David Byrne, de la Reserva Federal, y Dan Sichel, de Wellesley College, el resultado es aumentar el crecimiento de la PTF en el sector tecnológico, pero bajarla en otros sectores, con efectos insignificantes en toda la economía. La mala medición entonces no es la explicación.

Una segunda posibilidad es que la menor competencia y la captación de renta cara hayan disipado las ganancias potenciales. Entonces tenemos a islas de innovación y enorme riqueza, pero una economía débil. Muchos investigadores lo argumentan. Esta podría ser una explicación parcial. Pero es asombroso si el monopolio solo evitó que las tecnologías innovadoras otorgaran beneficios de productividad a las economías abiertas de hoy.

Una tercera posibilidad es que las nuevas tecnologías simplemente no sean lo que decían ser, en especial en comparación con el amplio rango de transformaciones desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX: el agua limpia, la electricidad, el motor de combustión interna, los viajes, el petróleo y los químicos.

Todos damos esas cosas por sentadas, pero lo han cambiado todo, como las tecnologías recientes no lo han hecho. La inteligencia artificial podría una tecnología de objetivos generales revolucionaria pero, hace un siglo, muchas tecnologías llegaron al mismo tiempo. Una visión complementaria es que el progreso es más difícil ahora: se necesita a más investigadores que antes para lograr avances tecnológicos (aun cuando ahora también podemos emplear a más investigadores).

La posibilidad final -y la que el paper de Brynjolfsson y sus coautores creen, como era de esperarse- es que esta es la calma antes de la tormenta. Argumentan que la misma pausa de la productividad pasó con la electricidad en los ‘20. Toma tiempo para que una nueva PTF transforme una economía.

Hoy, la inteligencia artificial está en sus etapas iniciales. Pronto, argumentan, lo cambiará todo. Esto es consistente con los hallazgos de los profesores Crafts y Mills de que el desempeño pasado de la productividad es un pobre pronosticador del desempeño futuro.

Cuando miro la importante presencia en la economía moderna de los sectores de servicios intensivos en mano de obra, como la salud, educación y cuidado de niños y adultos mayores, concluyo que la transformación tecnológica será lenta. Si estoy equivocado, será disruptivo. En este momento, sin embargo, tenemos lo peor de ambos mundos: una disrupción significativa, pero cercana al estancamiento en los ingresos promedio.

Cómo será en el futuro -lenta o disruptiva- no lo sabemos todavía. Pero nuestras sociedades están construidas sobre una promesa implícita de crecimiento. Si la opción fuera entre nada de progreso y avance disruptivo, debemos esperar lo último, y hacer lo mejor que podamos para manejar las consecuencias.

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