José Francisco Vergara, un viñamarino para Chile

Por Alejandro San Francisco Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.

Por: | Publicado: Viernes 14 de octubre de 2011 a las 05:00 hrs.
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El triunfo chileno en la Guerra del Pacífico fue, como se sabe, obra de civiles y de soldados, héroes en los campos de batalla y políticos en la dirección de la guerra y el gobierno, publicistas en los medios de prensa y fogosos oradores sagrados y seculares, como ha destacado Carmen Mc Evoy en sus interesantes trabajos.

Uno de los hombres importantes del proceso fue José Francisco Vergara (1833-1889). Pasó sus primeros años en provincia, entre Rancagua y Colchagua, y después se trasladó a terminar sus estudios en la capital. Sin embargo, la mayor parte de su vida y aporte al país estuvo asociada a Viña del Mar (ciudad de la que fue fundador), además de servir en el municipio de Valparaíso.

Hombre destacado del liberalismo chileno, Vergara ingresó muy joven a la masonería del puerto, en 1864, llegando a ser Gran Maestro en 1881. Como muchas figuras de esa filiación, ingresó también al Partido Radical, donde desarrolló una larga y fecunda vida política, narrada en un completo estudio de Ana Henríquez.

Un momento importante de su vida se produjo cuando asumió como ministro de Guerra y Marina y luego del Interior durante Guerra del Pacífico. En esas funciones redactó una Memoria –leída ante el Congreso-, con fuertes y polémicos juicios hacia la conducción militar del conflicto. Su análisis fue rebatido por el general Baquedano por contener ataques contra el Ejército; sin embargo, muchos historiadores destacan la capacidad, inteligencia y voluntad de Vergara en la lucha contra Perú y Bolivia.

En 1881 el viñamarino desechó su opción presidencial y trabajó por la candidatura de Domingo Santa María, prohombre del liberalismo que desempeñaría un papel fundamental en los cambios jurídicos a favor de la secularización. Vergara, como solía ocurrir en el siglo XIX, ocupó incluso la intervención electoral para procurar “que el sistema liberal continuara imperando en Chile”. Sin perjuicio de eso, criticó durante la discusión de las leyes laicistas que los liberales renunciaran a la separación de la Iglesia con el Estado, atacaran a los católicos (en vez de defender la libertad de conciencia) y traicionaran los principios partidistas a través de prácticas políticas espurias.

En 1886 José Francisco Vergara se encontraría con una situación muy difícil, y que le significó un amargo desencanto, con ocasión de la elección presidencial en que el favorito de La Moneda fue José Manuel Balmaceda, contra las pretensiones del radical por competir por la Primera Magistratura. Esto llevó a Vergara a escribir una serie de cartas políticas a través de la prensa, en una de sus intervenciones más polémicas e interesantes de su vida.

El autor ocupó el seudónimo de Severo Perpena, quien en un estilo satírico atacó acremente a Santa María, reflejando un pesimismo y desengaño inmenso, principalmente contra sus correligionarios liberales. Después de eso su vida no fue igual, y comenzó su retiro de la política. Como concluye Ana Henríquez, “el 15 de febrero de 1889 falleció en Viña del Mar. Defraudado, retirado de la vida pública, dedicado a la lectura, al cuidado de sus jardines y a labores filántropicas”.

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