Blog

Copiar

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 7 de noviembre de 2014 a las 05:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Los chinos acaban de descubrir los nocivos efectos que en el sistema educativo y social produce el hábito de copiar. Y han decretado que quienquiera sea sorprendido copiando en clases durante las pruebas, o consiguiendo fraudulentamente las preguntas de examen, o haciendo pasar como de su original autoría documentos, ensayos o argumentos ajenos descargados de internet o entresacados de una enciclopedia, quedará perpetuamente incluido en un índice de transgresores, lo que debilitará en grado sumo sus posibilidades de acceso a cargos o empleos públicos, que en China son la mayoría.

La noticia de reciente data suscita una reflexión o introspección ética de carácter nacional: ¿cómo se da, se valora y se trata en Chile el fenómeno de copiar? Quienes llevamos años trabajando en docencia sabemos que en todos los niveles esta práctica no viene anexada con un reproche moral o la consiguiente sanción punitiva. Antes bien, se alardea de ella como una muestra de "viveza criolla" y no se tiene reparo en usufructuar de sus inmediatas ventajas: se sorteó la valla de un examen para el que no se estaba preparado, se redactó una tesis pródiga en citas, argumentos y aparato crítico de alto nivel intelectual, se espió un invento de la competencia y se fabricó material nativo maquillado de marca registrada o etiqueta foránea "top".

No hemos hecho lo suficiente para internalizar en nuestros jóvenes la malignidad y daño del hábito de copar. Hay que decirles, mostrarles: es una mentira, un fraude, una hipocresía. Una clara señal de perezosa mediocridad. Se le miente al profesor. Se incurre en deslealtad con sus pares que sí estudiaron. Se compra una falsa seguridad, alentada por el primer éxito en la impostura. Y se puede predecir que el hábito se replicará más tarde, en el ejercicio profesional: lejos de priorizar el esfuerzo, la perseverancia y la creatividad, se optará por el camino fácil de robar lo que otros concibieron con su inteligencia y cosecharon con su sudor. Con un agravante: más temprano que tarde, tanto el mentiroso como el ladrón quedan al descubierto. Entonces pierden lo que defraudaron y se ven privados de su activo primordial: el crédito.

La habitualidad de la copia en nuestro sistema educativo ha tenido, como uno de sus efectos perversos, generar turbulencias en nuestras relaciones de comercio internacional. Es una queja constante de nuestros socios: en Chile no se respeta la marca registrada, cunde impune la piratería. Nosotros reaccionamos con sorna, aludiendo a que la copia ya está escriturada en nuestro himno nacional (somos "la copia feliz del Edén"). Y en lugar de revertir con energía esta compulsión ya incorporada a nuestra peor idiosincrasia, la estamos extendiendo al campo legislativo. Copiamos el modelo colombiano de Transantiago, y así nos va. Ahora queremos educar a la finlandesa. Chile ¿no tiene alma propia?

Lo más leído