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El Papa Francisco y una Economía de la Inclusión

El Papa Francisco, recibiendo en una audiencia especial a los más de cuatrocientos participantes, manifestó que: “También la actividad empresarial puede ser un ejercicio de la misericordia’’, y puso como modelo de empresario cristiano al argentino Enrique Shaw, actualmente en proceso de Beatificación.

Por: Nello Gargiulo Alfaro | Publicado: Viernes 20 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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En colaboración con el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, la Unión Mundial de los empresarios cristianos (UNIAPAC) llevó a cabo en Roma, durante el mes de noviembre del año pasado, el congreso “Los líderes de negocios como agentes de inclusión económica y social”

El Papa Francisco, recibiendo en una audiencia especial a los más de cuatrocientos participantes, manifestó que: “También la actividad empresarial puede ser un ejercicio de la misericordia’’, y puso como modelo de empresario cristiano al argentino Enrique Shaw, actualmente en proceso de Beatificación.

Los participantes del Congreso recibieron además el testimonio de algunos empresarios que en escenarios políticos y sociales adversos, con fe y convicción han superado momentos de dificultad, no solo manteniendo los puestos de trabajo, sino logrando incluso aumentar las expectativas productivas de la misma empresa. Además, académicos y funcionarios públicos internacionales durante sus intervenciones apuntaron a mirar a la Empresa como un lugar para hacer efectivo el principio de la Subsidiaridad con una mirada que valorice la diversidad de talentos que enriquece toda comunidad de personas.

La Cultura del Don y de la Fraternidad también estuvo muy presente, tanto en los testimonios como en la mirada de la sustentabilidad de la misma empresa. Fue particularmente iluminadora la visión de quienes manifestaron que el empresario no debe mirar solo el interés de su propia empresa, sino que guiar su actuar considerando la primacía del Bien Común. El Pontífice representó la economía como “Un árbol al que se puedan subir todos, para que, a través de la discusión científica de los aspectos de la actividad empresarial, encuentren la mirada de Jesús, y de aquí resulten orientaciones eficaces para hacer que la actividad de todas sus empresas promueva siempre y eficazmente el bien común’’.

Otro momento significativo durante el congreso fue la referencia que hizo el Papa a tres riesgos que suele comportar la actividad empresarial: el riesgo de usar bien el dinero, el de la honestidad y el de la fraternidad.

Según el Papa Francisco, mirar el dinero en una lógica mercantilista termina siendo sinónimo de poder y no de servicio. El riesgo de una lógica de esta naturaleza llegar a un estilo de vida que termina poniendo en peligro todos los equilibrios. Además, siempre el uso incorrecto del dinero pone en riesgo la honestidad y la confianza, y, con esto, los grados de equilibrios y de cohesión social se hacen débiles; el tejido social se pone en peligro.

El Romano Pontífice indicó que el riesgo de la fraternidad bien se puede comprender como el camino virtuoso que combate los vicios sociales. Hizo un llamado a alimentar aquellas corrientes de solidaridad que convierten a las empresas en lugares privilegiados para el crecimiento humano en libertad y creatividad.

Nos parece interesante destacar la necesidad –hecha presente durante el simposio– de avanzar en el estudio de diferentes modelos de economía, y de tender a que al interior de las sociedades de mercado libres se puedan integrar las empresas con fines de lucro y empresas con fines no lucrativos. En este último caso, no nos referimos sólo a empresas sociales o cooperativas; hay nuevas formas de hacer empresa, y diversos modelos económicos que están naciendo.

El Congreso hizo un llamado también a poner atención a las realidades particulares. La tercera edad y los jóvenes con escasa capacidad de insertarse con un oficio en el mundo de la economía, por ejemplo, debiesen ser preocupaciones de la empresa.

Junto con lo anterior, se hizo alusión a que el estudio de la Economía debe considerar en el proceso económico, además de la técnica, el ejercicio de las virtudes sociales (la libertad, la justicia, la confianza, la búsqueda del bien común, la solidaridad etc.), como antídoto contra la exclusión. Esto pasa para implementar en los planes de formación aspectos que se relacionan directamente con la historia del pensamiento económico humanista-cristiano, y una lectura de los grandes carismas de la Iglesia con la influencia que han tenido sobre los cambios en la forma de pensar la economía. La participación que tuvieron en este congreso los Académicos y directivos de la Universidad Católica Silva Henríquez, por ejemplo, nos parece que obedece a la necesidad de una colaboración entre Facultades y Escuelas de Economía para impartir a los estudiantes universitarios una educación integral, que apunte a erradicar conductas inmorales en el plano económico (como la colusión, el fraude, etc).

La Iglesia tiene mucho que decir en estas materias. No debemos olvidar, por ejemplo, que de los Franciscanos y Dominicos nacen los primeros bancos de piedad para prestar el dinero de las coletas a los que eran víctimas de los usureros dinero que recogían de las colectas. Con esto se hizo frente a una enfermedad social que los Padres de la Iglesia consideraban como una de las más graves.

Por otra parte, en los siglos de la revolución industrial y del antagonismo del Capital y el Trabajo, tenemos Congregaciones que crean Escuelas y Obras educativas para una enseñanza con los valores del Evangelio; y, de este modo, se hace frente a las corrientes laicistas que promovieron la separación de economía y ética.

Más cerca de nosotros, en el siglo XX, el significado que asumen varios Carismas que han dado vida a los Movimientos Apostólicos que se insertan directamente en el mundo de la cultura moderna, abren un diálogo con los hombres de su tiempo y se hacen cargo de las angustias y las oscuridades que caracterizan lo que San Juan Pablo II llamó “la Noche de la Cultura”.

Tras lo hasta aquí dicho podemos vislumbrar cómo la mano de la Divina Providencia parece haber reanimado en la Iglesia, con Benedicto XVI, la capacidad del intelecto de penetrar en las soluciones de los grandes problemas sociales que han tenido lugar en la modernidad; y, con el estilo del Papa Francisco, la capacidad de amar, acoger y hacerse cargo de los problemas de la exclusión y de las periferias urbanas y existenciales, para pensar nuevas formas de desarrollo integral que podrán volver a dar a este mundo un sentido que esté en sintonía con la vocación a la trascendencia de toda persona humana.

 

"Con fidelidad al carisma, repensar la economía"

Mensaje del Papa a los participantes en el Simposio Internacional sobre la Economía, organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
Un segundo congreso sobre economía tuvo lugar a fines de noviembre de 2016. Se trata de un simposio organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, cuyo título fue "Con fidelidad al carisma, repensar la economía". En esa oportunidad, el Papa Francisco se dirigió a más de mil personas en Roma. Destacamos de entre sus palabras las siguientes:
"Debemos repensar la economía, a través de una lectura atenta de la Palabra de Dios y de la historia.

Escuchar el susurro de Dios y el grito de los pobres, los pobres de todos los tiempos y los nuevos pobres; entender lo que el Señor pide hoy y, después de haberlo entendido, actuar, con esa confianza valiente en la providencia del Padre (cf. Mt 6,19ss) que tuvieron nuestros fundadores y fundadoras. En algunos casos, el discernimiento podrá  sugerir que conviene mantener  en vida una obra viva que produce pérdidas - teniendo cuidado de que no se generan por la incapacidad o la incompetencia - pero devuelve  la dignidad a  personas  víctimas del descarte, débiles y frágiles; a los recién nacidos, los pobres, los enfermos ancianos, los discapacitados graves. Es cierto que hay problemas que se derivan de la  avanzada edad de muchas personas consagradas y de la complejidad de la gestión de algunas obras, pero la disponibilidad a Dios nos hará encontrar soluciones.


¿Cuántos consagrados  piensan todavía  que las leyes de la economía son independientes de cualquier consideración ética? ¿Cuántas veces la evaluación de  la transformación de una obra o la venta de un inmueble se ve solamente sobre la base de un análisis de coste-beneficio y valor de mercado? ¡Dios nos libre del espíritu de funcionalismo y  de caer en la trampa de la codicia! Además, debemos educarnos a una austeridad responsable. No es suficiente  haber hecho la profesión religiosa de ser pobres. No basta atrincherarse detrás de la afirmación de que no tengo nada nada porque soy religioso, si mi instituto me permite gestionar o disfrutar de todos los bienes que quiero, y de controlar las fundaciones civiles erigidos para sostener las propias obras, evitando así los controles de la Iglesia. La hipocresía de las personas consagradas que viven como ricos hiere a la conciencia de los fieles y daña a la Iglesia.


Tenemos que empezar desde las pequeñas decisiones diarias. Todo el mundo está llamado a hacer su parte, a utilizar los bienes para tomar decisiones solidarias, a tener cuidado de la creación,  a medirse con la pobreza de las familias que viven al lado. Se trata de adquirir un habitus, un estilo en el signo de la justicia y de la compartición,  haciendo el esfuerzo -porque a menudo sería más cómodo lo contrario - de tomar decisiones de honestidad, sabiendo que es sencillamente lo que teníamos que hacer (cf. Lc 17,10).


Hermanos y hermanas, me vienen en mente  dos textos bíblicos sobre los que me gustaría que reflexionaseis. Juan escribe en su primera carta: "Si alguno que posee bienes de la tierra ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijitos míos, no hablemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad " (3.17- 18). El otro texto es bien conocido. Me refiero a Mateo 25,31-46: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos, más pequeños a mí me lo hicisteis [...] Cuanto dejasteis de hacer  con uno de estos más  pequeños,  también conmigo dejasteis de hacerlo. En la fidelidad al carisma repensad vuestra economía.


Os doy las gracias. No os olvidéis de rezar por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os cuide".

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