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Verdad

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 10 de febrero de 2017 a las 04:00 hrs.
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La verdad es sagrada. A los testigos se les exige juramento de decir verdad. Para los antiguos la verdad era una diosa. La verdad es uno de los nombres de Cristo. Persona, familia, sociedad no pueden subsistir sino en la verdad. En griego, verdad es quitar el velo, sacar lo oculto a plena luz. El apagón de la verdad genera incertidumbre, desconfianza y miedo de esclavos. En lenguas semitas la verdad es roca, punto de apoyo, algo y particularmente alguien merecedor de todo crédito. De ahí el tradicional “Amén”, que significa y ratifica la plena credibilidad del que ha hablado y la pétrea consistencia de lo que ha manifestado. Etimológica y éticamente, la verdad se entrelaza e identifica con la amistad. Mi amigo no me miente ni me engaña.

El esplendor de la verdad-amistad se aprecia mejor en su contraste con la mentira. El que fue sorprendido una vez mintiendo ya perdió su crédito. Para recuperarlo tendrá que revivir el conmovedor diálogo de Cristo con Pedro, después de que éste afirmara con juramento ni siquiera conocer al que estaba siendo juzgado por el Sanedrín: “Pedro ¿me amas?”. “Señor, tú sabes que te amo”. “Apacienta mis ovejas”. Tres veces la pregunta, en delicado reproche de las tres negaciones. Y tres veces la devolución total del crédito: “apacienta mis ovejas”, es decir, te reitero mi confianza y pongo en tus manos de pastor la conducción y cuidado de las ovejas que yo rescaté con mi sangre. Y tendrás que dar tu vida por ellas, como yo di la mía por ti. El mentiroso, el traidor de la amistad puede ser readmitido a la confianza si acepta dar la prueba máxima del amor. Tamaña exigencia pone de relieve el precio altísimo de la verdad y de su compañera inseparable, la fidelidad.

Solían, los antiguos, representar la verdad como una joven virgen desnuda. En algo tenían razón: la verdad es joven, la mentira es tan vieja y retrógrada como el demonio-serpiente en el Paraíso. La verdad es virgen, porque permanece fiel a su único esposo: el amor. La verdad, sin amor, contra el amor deja de ser verdad, es indelicadeza, es crueldad, es hipocresía, es sádico refinamiento, brutal desahogo bajo ficción o apariencia de verdad. El desposorio de la verdad con el amor no les permite subsistir separados o contrapuestos. Es el reverso de la también indisoluble alianza entre mentira y violencia. La mentira es violencia: contra la verdad y amistad. La violencia es sangrienta mentira. Jesús caracterizó al Demonio como “padre de la mentira y homicida desde el principio”. Pero la verdad no está desnuda, sino revestida del pudor y delicadeza de Cristo, que no quiere herir, condenar o matar, porque ha venido a salvar mediante esa verdad-amor que nos hace libres de la estúpida, mentirosa, impúdica “posverdad”.

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