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Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 5 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
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A los sacerdotes suele incomodarnos el tema del dinero. Jesús Maestro nos previno secamente: “den gratis lo que gratis recibieron”. Lucrar con los sacramentos es pecado y delito de simonía. Con absoluta libertad optamos por despojarnos de legítimas expectativas de fama, riqueza y poder, y renunciamos a formar nuestra propia familia para estar disponibles, con indiviso corazón y a tiempo completo, al servicio de todo aquel que necesite maestro, pastor, médico, abogado y padre rico en misericordia. Acompañamos de cerca a las familias en los trances de gozo y dolor tan propios del amor: matrimonio, bautizo, confirmación, confesión, Primera Comunión, Unción de enfermos, misas exequiales. Los padres prefieren y buscan nuestros Colegios para asegurar la mejor educación posible de sus hijos. En los grandes santuarios del dolor y la esperanza -hospitales y cárceles- se agradece o echa de menos la presencia de capellanes y religiosas. Insignes sacerdotes, monjas canonizadas fundan Hogares en que los niños y ancianos desvalidos conocen o recuperan el calor vital de la casa que nunca tuvieron o de la que fueron descartados. Los Íntegramente consagrados a Dios le demuestran su amor atendiendo a los presos que nadie visita, a los leprosos y sidosos que otros temen tocar, a los drogadictos que nadie espera o sabe cómo rehabilitar. La Madre Teresa de Calcuta es el ícono actual de miles de mujeres y varones que dedican su vida a recoger, cuidar y reinyectar dignidad a los intocables e innombrables que molestan nuestra conciencia y nos hacen cruzar a la otra vereda. Silenciosos, sustraídos a toda alharaca publicitaria, alimentan a los hambrientos, albergan a los sin techo, instruyen a los ignorantes, escuchan a los eternamente postergados y hablan por los que no tienen voz. Orando como “Oficio divino” son pulmones verdes que hacen respirar al mundo. Y obedientes al mandato de anunciar el Evangelio a toda la Creación, crean de la nada estaciones de radio y redes de televisión que transmiten 24/7, sustentadas únicamente en la divina Providencia.

Las 14 obras de misericordia, corporales y espirituales, por cuyo cumplimiento nos juzgará Jesús, no pueden realizarse sin dinero. Nuestro estatuto evangélico y jurídico nos prohíbe ejercer emprendimientos comerciales sin licencia de nuestras autoridades. Y no podemos abdicar nuestra independencia sometiéndonos a mecenazgos políticos. Nuestros activos son los lugares de culto, educación y misericordia. ¿Nuestra “cuantiosa” riqueza? Cristo y los pobres. Para ser lo que somos y hacer lo que debemos, necesitamos apelar a la responsabilidad, justicia y solidaridad de los bautizados en Cristo. Instrumentos humanos de la Providencia divina, ellos honran a su Madre la Iglesia destinando para ella el 1% de sus ingresos. Sin revisión contable ni coacción punitiva. El 1% es amor filial y fraternal. Como los $100 de la viuda pobre reditúa, aquí y en la eternidad, un divinamente usurario 100%.

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