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A mirar con cautela el 4%

Rodrigo Aravena González Economista Jefe del Banco de Chile

Por: Rodrigo Aravena González | Publicado: Lunes 14 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Rodrigo Aravena González

El crecimiento de 3,1% en el Imacec de noviembre fue bien recibido por gran parte del mercado, dado que excedió con creces las expectativas, que se ubicaban en torno a 2%. A raíz de esta cifra, la economía tiene prácticamente asegurado el crecimiento de 4% en 2018, a menos que exista una caída muy fuerte en diciembre, lo cual parece altamente improbable.

Así, la economía no sólo tendría dicho crecimiento económico, sino que además la mayor cifra desde 2013, cuando también se expandió un 4%. Pese a esto, no podemos dejar de considerar dos grandes tendencias que incluso se han acentuado recientemente: la actividad está en un proceso de desaceleración, y los riesgos —principalmente externos— se han incrementado de forma relevante.

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Una lectura más detallada a las últimas cifras revela, de forma inequívoca, la moderación en el crecimiento local. Bajo todas las medidas que podamos utilizar, la economía chilena redujo el dinamismo la segunda mitad del año. Por ejemplo, con el Imacec de noviembre el PIB se expandió un 3,1% lo transcurrido del segundo semestre, muy por debajo del 4,9% observado los seis meses precedentes. Asimismo, en términos desestacionalizados, la velocidad trimestral de crecimiento anualizada fue de 3,3% en noviembre, bastante por debajo del 4,8% alcanzado seis meses atrás.

Vale la pena mencionar que la velocidad de crecimiento del Imacec no minero, que mide de mejor manera el impulso más subyacente de la economía, fue de 2,6% en noviembre, cifra no sólo inferior al promedio del año, sino también a nuestro potencial. Esto demuestra que la caída en el crecimiento es real y no está explicada sólo por efectos de la base de comparación, sino más bien por un debilitamiento del consumo.

Pero más allá de la trayectoria observada durante el año, creo que debemos poner especial atención a diversos indicadores que anticipan un menor dinamismo hacia el futuro. Los riesgos externos se han acrecentado por diversas razones, destacando entre ellas el deterioro del sector manufacturero a nivel global (que tiende a anticipar el ciclo global), el debilitamiento adicional en cifras de China, que confirman la trayectoria decreciente en su crecimiento hacia cifras del 6%, y el tono algo más expansivo de la Fed, dejando entrever una evaluación menos auspiciosa del crecimiento futuro en el país.

Todo esto en un contexto marcado por factores de inusual incertidumbre, como la evolución de las tensiones comerciales entre EE.UU. y China, o el desenlace de Brexit. En la misma dirección, en el plano local no podemos restar importancia a la caída que han experimentado diversas mediciones de confianza y al crecimiento menor a lo esperado de los ingresos en el mercado laboral.

Si bien el escenario para el crecimiento se ha deteriorado, a diferencia de años anteriores, ello ha sido consecuencia principalmente de factores externos. El hecho de que las estimaciones para nuestros principales socios comerciales hayan caído más que la nuestra, deja entrever que los factores locales siguen propiciando el crecimiento. Pero más allá de cualquier discusión de este tipo, los riesgos externos justifican aún más poner una mayor prioridad a aquellos elementos que pueden marcar la diferencia en el crecimiento futuro, principalmente los más estructurales, como las discusiones laboral y tributaria.

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