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Acuerdo fiscal del G7 representa una oportunidad única

FT View © 2021 The Financial Times Ltd.

Por: The Financial Times Ltd. | Publicado: Miércoles 9 de junio de 2021 a las 04:00 hrs.
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Durante cuatro décadas, las tasas de impuestos corporativos globales han caído en una “carrera hacia el fondo” internacional, lo que ha permitido a las grandes multinacionales reducir su carga canalizando las ganancias a través de jurisdicciones de impuestos bajos. El acuerdo del pasado fin de semana entre los ministros de finanzas del G7 ofrece una oportunidad única para revertir ese proceso y garantizar que las empresas estén haciendo visiblemente una contribución justa a la recuperación pospandémica. Para que tenga éxito, las economías más grandes del mundo en general deberán participar con los otros países. Pero es de su propio interés hacerlo.

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El acuerdo anula un siglo de práctica fiscal, donde las ganancias se gravan sólo donde las empresas tienen una presencia física. En cambio, ahora cualquier país en el que las empresas más grandes y rentables del mundo tengan ventas tendría derechos impositivos sobre “al menos el 20% de las ganancias que superen un margen del 10%”. Los ministros de finanzas también se comprometieron a imponer un impuesto mínimo mundial de al menos el 15%, país por país.

Cualquier compromiso tiene imperfecciones y decepciones. La reasignación transfronteriza de beneficios con fines fiscales se limitará a las 100 empresas mundiales más grandes y a las que obtengan “súper” beneficios. Sin embargo, incluso ese alcance limitado capturará a muchos de los gigantes tecnológicos estadounidenses a los que apuntan los europeos. El margen del 10% requerirá que se definan y acuerden reglas complejas. La quinta parte de las ganancias por encima de ese nivel que están abiertas a la tributación internacional será relativamente pequeña, aunque será una mejora de la situación actual. Y lo que es crucial es el cambio de principio para permitir la tributación en los países donde las empresas tienen ventas, no sólo en el lugar donde tienen su sede. Potencialmente, se pueden construir más sobre esta base en el futuro.

El impuesto mínimo global del 15% está muy por debajo del 21% que propuso la administración Biden en abril; los grupos de presión dicen que es demasiado bajo. Pero la formulación “al menos” permite que los países puedan adoptar tasas más altas. También es vital el acuerdo de aplicarlo “país por país”. Eso significa que las empresas no pueden pagar una tasa mínima promedio canalizando algunas ganancias a través de países con impuestos más altos y algunas a través de regímenes de impuestos bajos o nulos. En cambio, si una empresa paga menos del mínimo en cualquier país individual, su país de origen podría compensar y recaudar la diferencia para alcanzar el piso global o lo que sea que ese país haya legislado.

Si suficientes economías grandes acordaran hacer lo mismo, no habría ningún incentivo para que las empresas realicen negocios en ubicaciones con bajos impuestos. Los paraísos fiscales no tendrían poder de veto efectivo y el modelo empresarial de cero impuestos colapsaría. Un acuerdo a nivel del G20 podría ser suficiente para lograr esto, pero la disposición “país por país” tendría que permanecer en el acuerdo.

Estas reglas tienen sentido para las grandes economías, incluyendo las dos más grandes. China podría resistirse a que sus propias multinacionales tengan que pagar impuestos en otros lugares. Pero es de su propio interés recibir ingresos de, digamos, Apple, y tener un sistema fiscal global estable. Para EEUU, también, renunciar a algunos ingresos fiscales de las empresas estadounidenses en el extranjero puede abrir el camino para recaudar mucho más de ellas en el país. Los republicanos reacios en el Congreso deben tomar nota: nadie gana con un sistema fiscal del ‘salvaje oeste’ en el que todos intentan obtener ganancias a expensas de otros. No se debe perder la oportunidad de reformar ese sistema.

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