Columnistas

América Latina: sin rumbo ni plan

Juan Ignacio Brito Profesor Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la U. de los Andes

Por: Juan Ignacio Brito | Publicado: Miércoles 30 de diciembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Juan Ignacio Brito

Las cosas siguen revueltas en América Latina. Tras virar a la derecha en la década pasada, hoy el péndulo electoral podría estar volviendo hacia la izquierda. Un movimiento que desnuda problemas de fondo que nadie quiere encarar, la incapacidad de los distintos sectores y liderazgos políticos para solucionar los desafíos que enfrentan los países de la región, y la frustración de un electorado que busca respuestas donde no las puede encontrar.

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Agotados con los excesos del populismo de izquierda, hace unos años los votantes latinoamericanos dieron una oportunidad a candidatos de derecha. Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Uruguay, Paraguay y Perú eligieron gobernantes que prometían traer de vuelta el crecimiento económico y el empleo, a la vez que restablecer la autoridad para derrotar al narcotráfico y la inseguridad.

Sin embargo, las promesas se han hecho humo. El mediocre desempeño económico que venían mostrando los países de la región ha recibido un duro golpe con la pandemia del coronavirus y ya se habla de una nueva década perdida. Aunque hay algunas excepciones notables, en general el resultado ha sido poco exitoso.

La izquierda populista está aprovechando la ocasión. El fiasco económico de Mauricio Macri facilitó el retorno del peronismo izquierdista a la Casa Rosada, donde Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner parecen más abocados a disputarse el poder que a mejorar las condiciones de vida de los argentinos. En Bolivia ocurre algo similar: Luis Arce ganó las elecciones y se enfrenta a Evo Morales, decidido a ejercer el poder detrás del trono por medio del control del partido oficialista. En Ecuador se celebrarán comicios presidenciales en febrero y Andrés Arauz, el candidato auspiciado por el exPresidente Rafael Correa, lleva ventaja en las encuestas. Al mismo tiempo, los regímenes autoritarios de Nicaragua y Venezuela han logrado reforzar su posición y reducir las amenazas contra su subsistencia.

La inestabilidad política y la incertidumbre económica han vuelto a ser marcas distintivas de una región decepcionada con el libre mercado y la revolución. El primero preservó e incluso profundizó la desigualdad; la segunda sumió en el fracaso y el autoritarismo a países otrora ejemplares. En busca de una tercera vía siempre esquiva, América Latina ha extraviado una vez más el camino.

En el centro de los problemas se ubican un Estado agotado y una clase política a ratos corrupta y siempre carente de ideas frescas, ambos incapaces de resolver las demandas de poblaciones necesitadas y crecientemente ansiosas. Entre otros efectos, la pandemia dejará una serie de problemas: aumentos del gasto público y los déficit fiscales, incremento de la pobreza y la desigualdad, destrucción masiva de empleos, graves insuficiencias educacionales, etc.

La triste verdad es que nadie parece tener la receta para enfrentar estos desafíos, que se suman a los crónicos que ya experimentaba la región antes del coronavirus. Parece obvio que los problemas de América Latina son mucho más profundos que las promesas que pueda hacer un candidato de izquierda o derecha. Desprovista de un modelo que provea un marco de referencia y fisurada por divisiones y experimentos fallidos, la región navega una vez más a la deriva.

El panorama nos condena a seguir siendo geopolíticamente débiles, políticamente impredecibles y socialmente explosivos. En ausencia de una reforma amplia que involucre rebarajar el naipe de poder interno, los países de América Latina seguirán marcando el paso y envidiando modelos extranjeros sin posibilidad de aplicarlos.

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