Andrés Sanfuentes

El cuidado de la casa común

Ingeniero comercial Universidad de Chile. Miembro del directorio del Centro de Estudios del Desarrollo

Por: Andrés Sanfuentes | Publicado: Miércoles 18 de mayo de 2016 a las 04:00 hrs.
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Andrés Sanfuentes

Andrés Sanfuentes

Ese es el subtítulo de la difundida encíclica Laudato sí del Papa Francisco sobre el cuidado del medio ambiente, que ha causado un notorio impacto gracias a su profundidad y cobertura, de lectura recomendable no solo para los especialistas.

No cabe duda que el medio ambiente es un tema actual de creciente importancia y que tendrá una presencia en el futuro que se puede pronosticar, tal como ha ocurrido en el exterior. A medida que los países aumentan su bienestar y satisfacen sus necesidades básicas, se observa la aspiración a lograr una vida más plena y “la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada”, pues será la reacción social a los excesos de la vida moderna: deterioro de la fauna y la flora, el cambio climático y la contaminación atmosférica, la acumulación de basura y el crecimiento inorgánico de las ciudades, entre los principales perjuicios.

Las causas son variadas, partiendo por el individualismo que distingue la sociedad actual, tan resaltante en Chile, a lo cual se suma que, según el Papa Francisco, “el drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo”. Otro rasgo resaltante del mundo moderno es que “dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detecta el poder económico y financiero”. Otra peculiaridad es la cultura del descarte, el “gastar y tirar”, que no se refleja solo en los bienes producidos por el hombre sino también en los recursos naturales, entre ellos algo tan valioso como el agua.

Entre los factores que llevan al deterioro del medio ambiente está la incapacidad de los organismos internacionales y los países desarrollados para instalar medidas correctivas, a pesar de los coincidentes diagnósticos, impedidos por las grandes multinacionales no sujetas a control y que contribuyen a impedir las correcciones que pueden afectarlas, lo cual lleva a la debilidad de la reacción que debiera ser colectiva. En esta situación los afectados también son las generaciones futuras que, con el inmediatismo presente y la mirada cortoplacista, no tienen defensores.

Por el contrario, es necesario concebir ”el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos”. Por lo tanto, surge naturalmente la interdependencia para cuidar esta casa común, en que se aplica la doctrina social de la Iglesia de más de un siglo de tradición y que, en este caso, se expresa en que “el medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos”. En este caso, es una reiteración del principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes, que destaca la función social de la propiedad privada. Como lo recuerda Francisco, Juan Pablo II planteó que “la Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios les ha dado” y que “no es conforme con el designio de Dios usar de este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos”.

Esta doctrina da luces sobre el debate actual sobre el sentido del derecho a la propiedad privada, que se relaciona con los límites de la libertad, en el sentido que está condicionada con los beneficios o daños que provoque su ejercicio a los demás, en una sociedad cada vez más conectada e interrelacionada.

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