Andrés Sanfuentes

El “lucro”, entre las ganancias y la codicia

Por: Andrés Sanfuentes | Publicado: Miércoles 8 de enero de 2014 a las 05:00 hrs.
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En los últimos años el vocablo lucro se ha transformado en una palabra sucia, al menos en el lenguaje cotidiano. “Lucrar” suena como una actividad cuasi delictiva. En las manifestaciones populares se imputa a muchas actividades u organizaciones de estar realizando acciones de lucro. Los acusados reaccionan negando que estén efectuando tan deleznable acto. En todo caso, ha pasado a ser un hecho repudiable.



Las palabras tienen un significado dinámico, cambian en el tiempo. La Real Academia de la Lengua Española se convenció hace ya algunos decenios, al modificar su comportamiento tradicional al incorporar nuevas palabras y significados a su Diccionario, hasta el extremo de asemejarse a un diccionario de sinónimos. En la actualidad señala que lucro es la “ganancia, beneficio o provecho que se consigue en un asunto o negocio”, por lo tanto, carece de connotaciones negativas.

En todo caso, hoy está asociado a intenciones repudiables. Es la consecuencia de estar ligado a situaciones de abusos ocurridos en muchas actividades, partiendo por la educación, lo cual la ha transformado en la principal reivindicación social. Pero la ilegitimidad del lucro también está presente en otras entidades empresariales que han pasado a ser cuestionadas: el llamado “retail” agravado por el caso de La Polar, pero que incluye a los bancos y entidades financieras, las isapres, las AFP, las S.A. del fútbol, entre las más visibles.

Sin embargo, la educación gana lejos. La brutal desigualdad en la calidad y en las posibilidades de empleo es generalizada, pero en la Educación Superior se ha llegado a extremos inaceptables. En efecto, la ley establece que las universidades son organizaciones “sin fines de lucro”, situación que ha sido vulnerada por varias entidades mediante las argucias de efectuar triangulaciones para desviar sus utilidades a otras entidades, o prolongar innecesariamente las carreras. Esto ha ocurrido desde hace decenios, pero las denuncias y comprobaciones se hicieron indiscutibles en el actual gobierno, que ha hecho “vista gorda”, dando pie a que se transformara en la principal evidencia de atropello.

Si bien el término lucro es relativamente inocuo en su origen, está reflejando una característica de la sociedad chilena, su acelerada mercantilización, que es una de las principales raíces del descontento social, la primacía de los estímulos económicos por sobre otras motivaciones. Chile podría describirse como el país en que la doctrina neoliberal ha tenido una experiencia ilustrativa. Pero esa doctrina puede tener efectos si se dan varias condiciones, entre ellas la presencia de mercados competitivos que impidan las utilidades exorbitantes que se encuentran en muchas actividades y generan la desigualdad existente, al posibilitar la concentración del poder y de los ingresos.

Chile se ha transformado en el reino de la codicia, más que del lucro. Según la Real Academia la codicia sería “el deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes y riquezas”, que refleja con más exactitud a muchos agentes económicos y la mentalidad que ha penetrado en el comportamiento nacional. También se le describe como “ansiar, apetecer vehementemente una cosa”, más que otra acepción que indica que es “la cualidad del toro de perseguir con vehemencia y tratar de coger el bulto o engaño que se le presenta”. Claro que la codicia no admite equívocos, es negativa en todas sus expresiones, desde el dicho popular que “la codicia rompe el saco”, hasta la máxima de Epicuro de Samos “¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”.

El Papa Francisco ha señalado hace poco que “cuando una persona está apegada al dinero se destruye a sí misma, destruye a la familia” y agregó que “el dinero sirve para llevar adelante muchas cosas buenas, muchos trabajos para desarrollar la humanidad, pero guardaos de toda clase de codicia”, “pues el que atesora para sí, no es rico ante Dios”.

Lo anterior, que califica a la codicia, es plenamente aplicable al “lucro” en la acepción criolla.

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