Andrés Sanfuentes

PSU: no le pidan peras al olmo

Por: Andrés Sanfuentes | Publicado: Miércoles 6 de febrero de 2013 a las 05:00 hrs.
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La educación superior no deja respiro, ahora apareció la PSU como un nuevo problema. Sin embargo, es solamente un nuevo síntoma de una situación más global: el sistema está con una crisis profunda y, por lo tanto, es probable que las novedades continúen.

Su origen inmediato es que se dio a conocer el “Informe Pearson”, que explicita sus falencias. Hay que establecer que este trabajo fue solicitado en conjunto por el Ministerio de Educación y el Consejo de Rectores. Ahora muchos miran para el lado buscando culpables.

El Informe hace un acabado análisis de una serie de aspectos que los analistas ya conocían y detalla las fallas de la prueba. Se pueden señalar tres tipos de situaciones: a) aquellas que requieren cambios estructurales o de fondo; b) las que implican mejorías factibles de llevar a cabo; y c) situaciones que no están al alcance ni las posibilidades de la PSU.

Entre las dificultades de fondo está su débil valor predictivo, obtener un buen puntaje no pronostica un éxito posterior. Esta conclusión ya era conocida por los especialistas; un acabado análisis fue realizado por Mladen Koljatic y Mónica Silva (Estudios Públicos, 2010) y Foro AEqualis (2011) que sugirieron hacer modificaciones a la Prueba y complementarla con el “ranking” de notas de la Enseñanza Media o, en menor medida, el promedio de notas de ese nivel. Ambos han sido incorporados recientemente, aunque con una cuestionable pachorra.

A lo anterior se agrega el sesgo que tiene contra los estudiantes de la modalidad técnico-profesional, ya que no incorpora los contenidos curriculares de esa enseñanza, sino está cargada hacia los aspectos humanistas-científicos. Este aspecto también había sido cuestionado, pero no se ha pasado del diagnóstico a la solución: grave tarea pendiente. ¿Por qué el Mineduc y el Cruch no intervinieron antes?
Un segundo tipo de críticas son solucionables mediante modificaciones de la misma prueba, ya que “no cumplen con los estándares internacionales”, tales como la redacción de las preguntas, los pilotos utilizados en la preparación, el alto margen de error estadístico en los puntajes, el sistema de corrección, el método de cálculo de los puntajes, las dificultades para las comparaciones en el tiempo, separar el contenido de la prueba de Ciencias, aumentar el número de preguntas, posibilitar la repetición más de una vez al año y otros similares. En este aspecto el Informe Pearson es muy útil y lo que se requiere en que el Consejo de Rectores y el Demre, que la administra, salgan de su modorra.

Finalmente, está el tercer aspecto: que la PSU no ayudó a resolver el problema de la falta de equidad en la educación superior, sino incluso la agravó, en circunstancias que no fue diseñada para ese efecto, sino para seleccionar el ingreso de los alumnos de mejor calidad a la educación terciaria.

Se ha sostenido que la PSU no cumplió con corregir la brecha entre los niveles socio-económicos de los alumnos, perjudicando a los más pobres, lo cual refleja tanto desconocimiento de los objetivos como una manifiesta pretensión de evadir responsabilidades o esconder otras intenciones.

El gran mérito de la PSU, o quien la reemplace o modifique, es que mide con el mismo instrumento a todos los estudiantes para el ingreso a la educación superior, con independencia de otros elementos que podrían favorecer la segregación social propia de la sociedad chilena. Es una prueba democratizadora. Un indicio es que se han ido incorporando las instituciones “serias” del sistema. Lo peor sería suprimir la PSU y dejar “chipe libre” a las instituciones, especialmente algunas privadas, que no desean la injerencia pública. En todo caso, si el Cruch no ofrece una solución convincente y pronta, será necesaria la intervención del Estado para hacerse cargo.

Para mejorar el acceso de los segmentos más pobres es necesario partir por los niveles previos, desde el pre-escolar, y establecer un eficiente sistema de becas y créditos para que se incorporen los más capacitados a la educación superior. Pero ¡no le pidamos peras al olmo!

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