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Susana Jiménez Ex ministra de Energía y Vicepresidenta de Sofofa

Por: Susana Jiménez | Publicado: Lunes 24 de mayo de 2021 a las 04:00 hrs.
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Susana Jiménez

La actividad productiva ha experimentado sucesivos embates legislativos diseñados por verdaderos artistas que buscan debilitar la actividad privada. Han sido tantos los brochazos, que no hemos sido capaces de ver el cuadro completo. Pero lo cierto es que no se trata de obras aisladas, sino de una fuerza creativa mucho más potente.

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La última pincelada fue el nuevo royalty a la minería, que amenaza con duplicar su carga tributaria. No importa que la actividad genere el 50% de nuestras exportaciones y el 10% del PIB, y que Chile se volvería menos competitivo para atraer inversiones; lo que interesa es que se les puede extraer más rentas a las mineras en el corto plazo.

En los últimos meses, la paleta de colores la pusieron los fondos de pensiones, cuyos sucesivos retiros fueron festejados argumentando que el "derrumbe del sistema de AFP está en curso". No importa que las jubilaciones serán más bajas y que la gestión financiera de los recursos haya sido ejemplar; lo que interesa es destruir la administración privada de los fondos.

Hace un par de años, fue el turno de la pesca industrial, a través de la ley de la jibia. El propósito fue restringir las artes de pesca para que no pudieran operar los barcos industriales.

Tampoco entonces importó que esto llevara al cierre de plantas procesadoras y que quedaran sin empleo decenas de trabajadores del sector; daría más brillo el resucitar el eslogan de las siete familias dueñas de las pesqueras.

No mucho antes de eso, el pincel cayó sobre la educación particular subvencionada. Se demonizó el lucro, sin importar el impacto que ello tendría en las familias cuyos colegios fueron cerrados o transformados en particular pagados, ni menos el costo que pudiera tener en términos de la calidad de la educación; había que terminar con la "mercantilización" de la educación.

Ya por bastante tiempo, se ha debatido también en torno al agua, intentando debilitar los derechos de aprovechamiento bajo la premisa que el sistema actual genera acaparamiento y escasez para su uso sanitario y ecológico. Da igual el efecto de la incerteza jurídica en el desarrollo de proyectos, frente al premio que podría significar una gestión centralizada, y eventualmente lucrativa, del destino de estos derechos.

Estos son sólo algunos ejemplos de cómo se ha ido destruyendo progresivamente el sistema de libre mercado, con una ofensiva contra la iniciativa privada que apela más a las emociones –los "poderosos de siempre", el "fin del lucro", "No+AFP"- que a la evidencia de soluciones fracasadas. Es que, para quienes legislan, resulta más excitante la próxima elección que la próxima generación, a lo que se suma un coro de ingenuos que exalta un arte decadente (el clientelismo del Estado, el populismo y las soluciones fáciles a problemas complejos) como si fuera una pintura moderna y novedosa. La sensibilidad parece estar por sobre la sensatez.

Quizás el mayor error ha sido enfrentar estas arremetidas ideológicas a partir de defensas particulares. Es no entender que este "movimiento artístico" va mucho más allá de cada uno de los sectores involucrados. Algo que, inevitablemente, trae a la memoria aquel poema del pastor luterano Niemöller, que apelando a la cobardía de no defender aquello que no nos afecta directamente, termina por dejarnos solos cuando vienen por nosotros, pues ya no queda nadie que pueda protestar. La composición de la Convención Constitucional, cuya carga ideológica ya se vislumbra, no es más que consecuencia de esa falta de visión más holística.

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