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Calidad y precios de las universidades chilenas

Profesor Departamento de Economía U. de Chile

Por: Dante Contreras | Publicado: Viernes 10 de febrero de 2017 a las 04:00 hrs.
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El actual proyecto de educación superior se encuentra estancado. La iniciativa consta de tres grandes áreas: institucionalidad, acreditación y financiamiento. Durante los últimos meses hemos visto un debate ácido, principalmente focalizado en los criterios de financiamiento de estas instituciones, discusión que ha estado contaminada por disimiles opiniones de los rectores. Un tema menos presente ha sido el costo de las carreras y la calidad de las mismas, aspectos estrechamente relacionados. No es posible consensuar una posición en financiamiento sin prestar atención a la calidad de las instituciones, los precios que éstas cobran y la institucionalidad que las regula.

Una forma de destrabar este debate, o al menos ordenarlo, consistiría en separar los distintos elementos de la reforma.

Al parecer los cuestionamientos son menores en el área institucional, donde la creación de una subsecretaría y una superintendencia no despertarían grandes conflictos. Estas unidades tendrían como propósito regular el sistema y velar por el buen uso de los recursos públicos.

Respecto a la acreditación parece haber consenso en que debemos subir la vara. Esto significa reconocer las contribuciones de las instituciones bajo un prisma de mayor exigencia de calidad. Un análisis más riguroso en ese aspecto permitiría avanzar a una discusión más serena sobre financiamiento.

Definir la calidad de una institución de educación superior es una tarea compleja. Las contribuciones intelectuales y el nivel de la docencia aparecen, entre otros, como los criterios más relevantes. Medir los aportes intelectuales en términos de número de publicaciones no es exhaustivo, pero al menos es una métrica disponible y fácil de comunicar.

Según el listado de publicaciones de todas las universidades del país entre 2000 y 2015, disponible en el Sistema de Información Científica de la Conicyt, la U. de Chile se ubica sistemáticamente en el primer lugar con 2.030 publicaciones en 2015, seguida de la U. Católica con 1.790 publicaciones, y por la U. de Concepción con 886.

Por otra parte, al examinar lo que cobran las universidades, observamos que existe un grupo significativo de planteles con bajas contribuciones académicas y altos costos en sus aranceles. Universidades como Del Desarrollo, San Sebastián y Adolfo Ibáñez se encuentran entre las más caras del país, pero aportan con un bajo número de publicaciones: 196, 118 y 137 artículos en 2015 respectivamente. Según esta métrica la contribución de las demás es mínima o inexistente. ¿Por qué razón cobran más estas instituciones? ¿Cuál es el aporte que hacen a sus estudiantes?

Otra medición relevante es la cantidad de alumnos nuevos aceptados en las distintas instituciones y la proporción de éstos que acceden con gratuidad. Esta fracción correspondería a un indicador del grado de vulnerabilidad de los alumnos que educan. Según información publicada en distintos medios, en la U. Católica de Temuco un 75% de sus alumnos nuevos estudiarán sin costo, en la U. de Chile 25%, en la U. Católica 13% y en al UDP 22%.

Estos datos muestran la significativa heterogeneidad de nuestro sistema universitario en calidad y precios. De acuerdo a la OECD la educación superior en Chile se ubica entre las más caras del mundo. Los salarios de los profesores de Economía en nuestro país, al menos en las instituciones públicas, son similares a los recibidos en universidades de España, Reino Unido o Alemania. Quizá estemos muy confundidos y todo nuestro vector de precios esté desacoplado de altos estándares de calidad y comparabilidad internacional. ¿Quién está pagando por esta distorsión? Los alumnos que asisten a universidades caras y de baja calidad. Y la sociedad como un todo que financia y regula inadecuadamente a las instituciones de educación superior. Por ello este proyecto es importante. Esperemos que la discusión sobre la integralidad de la reforma o de sus componentes, permita identificar claramente estos factores, y que las mejores prácticas internacionales y la evidencia sean utilizadas para ordenar el debate.

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