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Capitalismo cultural

Valentina Verbal Historiadora, directora de Formación de Horizontal

Por: Valentina Verbal | Publicado: Jueves 13 de diciembre de 2018 a las 04:00 hrs.
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Valentina Verbal

Si ponemos los extremos del espectro político, veremos que José Antonio Kast defiende con fuerza la libertad económica, pero no aprecia sus efectos culturales, por ejemplo, en materia de diversidad. Por su parte, Beatriz Sánchez, aunque valora lo segundo, se declara partidaria de superar el “modelo neoliberal” que nos oprimiría. Resulta, en suma, inexplicable que tanto conservadores como socialistas no sean capaces de ver los profundos e inexorables efectos culturales del capitalismo.

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Por un lado, los conservadores, pese a valorar los efectos del libre mercado en materia de crecimiento y empleo, ven en las libertades no económicas, como las de carácter sexual, la expresión de una decadencia cultural. Por otro, los socialistas, aunque se maravillan con la diversidad cultural, no se dan cuenta de que, sin libertad económica, resultaría muy difícil pensar que otras libertades llegaran a cobrar tanto protagonismo en la escena pública.

Bajo dicho contexto bipolar, tampoco son muchos los liberales —partidarios del libre mercado— que son capaces de apreciar la dimensión no económica de la libertad económica, y que consiste, primero, en ver en ella a personas de carne y hueso que se abren camino en la vida en busca de su propio proyecto de vida. Este proyecto puede suponer sacar adelante a una familia y construir el futuro profesional de unos hijos, puede expresarse incluso en el deseo de abandonar el país de origen en busca de un mejor destino. Por ejemplo, de no haber sido Chile un país capitalista —al menos en mayor medida que el resto de Latinoamérica—, de seguro no se habría convertido en una sociedad multicultural, como inevitablemente es hoy.

Sin embargo, ni conservadores ni socialistas —ni incluso muchos liberales promercado— son capaces de percibir las fuerzas de orden cultural que el capitalismo libera en la sociedad. La gran pregunta es si es posible un capitalismo conservador o un progresismo no capitalista. Mi respuesta es que ambas cosas son imposibles. La mayor satisfacción de necesidades elementales, como alimento y abrigo, hace que las personas se terminen involucrando, cada vez más, en dimensiones de la vida de orden no directamente material. E incluso, su participación en el mercado mismo, como la acción de consumir en grandes centros comerciales, encierra también una profunda dimensión cultural. ¿Alguien se ha enterado que el acto de tomar café fuera de casa fue posible gracias a la existencia de los boulevards parisinos y, posteriormente, de las tiendas por departamentos, el antecedente histórico de los actuales malls?

Lo sorprendente es que quienes, de uno u otro lado del espectro político, critican el capitalismo por ser, supuestamente, inmoral, no se dan cuenta de que su moral —la que genera y que se transforma en cultura— no es otra que la posibilidad de que las personas puedan perseguir los más diversos proyectos de felicidad, sin que ninguna de ellas tenga carta de ciudadanía como oficial o superior a los demás. ¿Acaso el capitalismo no se merece algo de respeto y reconocimiento por este sólo hecho?

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