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¿Cómo está nuestra capacidad de innovar?

Eduardo Bitran Académico Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI, Presidente Club de Innovación

Por: Eduardo Bitran | Publicado: Martes 22 de septiembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Eduardo Bitran

El economista Sebastian Edwards recientemente planteaba que “nuestra creciente mediocridad” no tiene relación con la “matriz productiva ni con una escasa complejidad”, sino que con la productividad, capital humano y calidad de nuestras instituciones. Ejemplifica con el caso de Nueva Zelandia y Australia, países que tienen altos ingresos per cápita y un índice de complejidad económica similar o inferior a Chile. Por su parte Haussman e Hidalgo demuestran que la complejidad económica de un país, entendida como la capacidad de producir bienes sofisticados, se correlaciona con la capacidad de crecimiento futuro de la economía y el nivel de equidad en la distribución del ingreso.

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Este es un antiguo debate que tiene implicancias sobre el rol que debe tener el Estado en el desarrollo productivo. Mientras el país crecía a tasas sobre el 5% al año con una rápida reducción de la pobreza e incluso leve mejoramiento de la distribución del ingreso, prevaleció la visión de Edwards de que el Estado no tenía un rol significativo que jugar en el desarrollo productivo. No obstante, la productividad total de factores (PTF) de Chile lleva declinando hace más de quince años, reduciendo el crecimiento potencial del país pre-pandemia a niveles de 2,5%.

¿Qué cambios radicales ocurrieron en los últimos cuatro gobiernos que puedan explicar este comportamiento de la PTF? Simplemente el relativo agotamiento de un crecimiento muy dependiente de unos pocos recursos naturales que presentan limitaciones de oferta. No fuimos capaces de sostener el crecimiento, más allá de las restricciones de los recursos naturales y ambientales, y tener un crecimiento sostenido de la innovación y productividad.

¿Y, cómo se compara Chile en la capacidad de innovar? Según el recién publicado Global Innovation Index 2020 seguimos cayendo aceleradamente en innovación. En una década pasamos del puesto 38 al 54 en el ranking mundial. Lo que más nos golpea son los llamados “outputs” de innovación, tales como la producción de bienes y servicios basados en tecnología, conocimiento y creatividad, todas variables vinculadas a “complejidad económica”. En el mismo informe, Australia y Nueva Zelandia están en el top 25 gracias al desarrollo de exportaciones de servicios tecnológicos sofisticados vinculados a sus sectores de recursos naturales y desarrollo de la economía digital y creativa. Países OCDE ricos en recursos naturales han aumentado su inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), llegando este indicador para el sector privado al 1% del PIB, pero en Chile declina de un máximo de 0,14% en 2015 a un 0,1% del PIB en 2018, ello a pesar del perfeccionamiento de la ley de crédito tributario al I+D.

Contar con una política de Estado de desarrollo productivo, en el contexto de la cuarta revolución industrial y la aceleración de la transformación digital, es fundamental para el progreso. No se trata de renegar de nuestros recursos naturales, sino de aprovecharlos para generar encadenamientos virtuosos y adicionar atributos de sostenibilidad que permitan a la economía ir generando capacidades productivas y de capital humano que posibiliten un desarrollo exportador de bienes y servicios más sofisticados y diferenciados, y así también generar los empleos de calidad que necesitamos para salir de la crisis actual.

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