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¿Cómo llegamos al 2020?

economista jefe Banco Santander

Por: Felipe Bravo | Publicado: Jueves 15 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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En los últimos días, la discusión económica y también en parte la política se ha centrado en la posibilidad de una recesión técnica, que corresponde a la acumulación de dos trimestres consecutivos de contracción de la actividad medida a través del PIB. Por razones aritméticas, es posible que caigamos en recesión, dado que tuvimos un segundo trimestre menos dinámico que el primero, mientras que la perspectiva para el trimestre en curso es de una economía más contenida. En efecto, un 25% de los analistas espera una expansión menor al 1,0% a/a para este período.

Debido al pobre Imacec de julio, el reto para agosto y septiembre es mayor, ya que bastaría la paralización de importantes yacimientos mineros por algunos días para caer en recesión. Algo que preocupa pese a que seguimos creciendo anualmente. Sin embargo, más relevante es el costo sobre la confianza, porque sería el golpe de gracia a las expectativas de los agentes privados.

La discusión de si entraremos o no en recesión es un tanto innecesaria, porque para nadie es un misterio que creceremos poco. De hecho, la última encuesta de expectativas del Banco Central habla de un crecimiento esperado de 1,6% para este año y de 2,0% para el próximo. Pero más allá de la perspectiva económica, el crecer poco por tanto tiempo tiene un costo mayor sobre el bienestar de las personas que el entrar en recesión y luego salir de ella rápidamente, tal como han sido las últimas recesiones que ha enfrentado nuestro país. Hoy más que nunca somos susceptibles a las noticias y sin duda escuchar la palabra “recesión” no contribuye ni a mejorar las expectativas -que están por cumplir tres años en terreno pesimista- ni a reactivar la economía.

A lo anterior, debemos considerar que el menor dinamismo ha tenido un impacto directo sobre las personas y empresas, que se ha traducido en un deterioro del mercado laboral, reflejado en el alza del desempleo, el menor crecimiento de los salarios y la precariedad de los nuevos empleos. Pero no solamente la situación económica está tensionada, sino que también la calidad de vida, por ejemplo el transporte público capitalino.

Ante este panorama vale la pena preguntarse cómo llegaremos al 2020, dónde estarán las oportunidades y cómo podemos materializarlas, y por sobre todo cómo se reencanta al chileno con Chile. La respuesta va más allá de un cambio en el ciclo político o comisiones para esto o aquello, sino que requiere de acciones concretas que nos saquen del letargo.

Aunque parezca utópico, debemos llegar al final de la década como un país desarrollado o al menos comportándonos como tal. La madurez económica debe ir de la mano del conocimiento, pero a la vez debemos convertirnos en un país simple, una de las primeras palancas que nos ayudarán a salir del actual escenario. Para crecer de nuevo necesitamos invertir, y para hacerlo debemos tener certezas. A través de la simplicidad se multiplican las oportunidades. Un solo ejemplo es el sistema tributario del país: cualquier contador debiera explicar en pocos minutos el sistema tributario que nos rige, pero hoy esto es imposible. Para cambiar esta situación, se necesita una estructura única, donde todos tengamos los mismos incentivos sin importar el país de residencia del contribuyente.

Un mayor dinamismo puede venir también de incentivos a la demanda, y aunque es iluso pensar en una reducción de los impuestos, mecanismos alternativos como la depreciación instantánea estimulan la inversión a cambio del pago futuro de impuestos. Esto es clave para un repunte de la actividad.

Hemos visto que los agentes privados se han adecuado al nuevo entorno, invirtiendo lo mínimo o ajustando el tamaño de los proyectos y racionalizando servicios. Por eso, y ya pensando en el fin de la década, para dar el gran salto que necesita el país debemos dejar de ser tácticos y prepararnos estratégicamente para un nuevo futuro. Solo el aumento del ingreso garantizará la abundancia de recursos que permitirán solucionar una fracción mayor de nuestras necesidades y mejorar nuestra calidad de vida.

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