Columnistas

Condorito

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Jueves 24 de octubre de 2019 a las 13:57 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Seguidor impenitente de estas historietas, recuerdo una en que Condorito, controlador de vuelos, impartía instrucciones a un piloto en apuros. "¿Le queda combustible? ¿Puede bajar el tren de aterrizaje? ¿Le funciona el altímetro? ¿El velocímetro? ¿Las luces? ¿Los frenos? ¿Consiguió extinguir el incendio de un motor?". A cada pregunta la desoladora respuesta era: "No". Ante tal coyuntura ofreció Condorito una riesgosa solución: "¿Se anima a aterrizar siguiendo a ciegas mis instrucciones?". Melancólica pero rotunda, la respuesta fue: "No". Tras lo cual Condorito sentenció: "Entonces póngase a rezar: Padre nuestro, que estás en el cielo...". Desafiado a creer que para Dios Padre nada es imposible cuando se trata de la suerte o muerte de un hijo suyo, esta vez el Plop! corrió por cuenta del desventurado piloto.
Ave de alturas, vista microscópica, ciencia cercana de los problemas terrícolas, Condorito sentenció sabiamente. Cuando un ser humano ha agotado las capacidades que le son exigibles, su desamparo lo deja librado a la omnipotencia y misericordia divina. No es que Dios lo haga para acreditarse como supremo Salvador. Lo permite, como signo de seguridad presencial : "Estoy aquí, escuché tus lamentos, no te abandonaré. Bueno o malo, sabio o necio, principiante o reincidente, culpable o inocente, tú eres mi hijo. Tengo tu nombre tatuado en la palma de mi mano. Nunca me olvidaré de ti!".
Revela, Condorito, el modo simple e infalible de conectarse, el indigente, con el Omnipotente: "Padre nuestro, que estás en el cielo". Allí, sin riesgo de corte de luz o carencia de Wi- Fi, funciona un call center en que el dueño de la empresa atiende cada llamada, personal e inmediatamente, 24/7, sin límite de tiempo ni censura de materias. A nadie le cuelga por importuno, ni rechaza por falta de mérito, ni discrimina por ser flaite. Sólo pone tres requisitos: pedir con humildad , confianza y perseverancia. Le gusta a Dios que lo cateteen, para que su hijo tome conciencia de su indigencia y no se olvide del Padre que nunca lo olvida. Y mientras más acuciante sea su desamparo, tanto más rápida y abundante fluirá la misericordia.
La oración nos da poder sobre el Dios Todopoderoso. Por sí sola no resuelve los problemas, pero forma mentes, corazones y manos capaces de solucionarlos. Hace cuatro décadas estuvimos a segundos y centímetros de comenzar una guerra fratricida con Argentina. Pero millones de familias a ambos lados de los Andes empuñaron el arma bélica que gana guerras por la vía de impedirlas: el Rosario.
Madre de Chile, la Virgen del Carmen escuchará otros millones de Rosarios de sus hijos y le dirá a Jesús, como en Caná: "¡No tienen paz!". Y su omnipotencia suplicante cambiará nuestra amarga impotencia en ese vino dulce y reconfortante, también suprema aspiración de Cristo: que todos seamos Uno, en el Amor.

Lo más leído