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Confianza en la gestión ética: activo clave de las empresas

Gonzalo Said Presidente de Fundación Generación Empresarial

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Lo sucedido con Volkswagen ha remecido al mundo. La decisión de larga data de la empresa de alterar a través de un software los resultados de los procesos de medición de emanaciones en varios de sus modelos diésel, ha destruido en pocos días un tercio del valor de la -hasta hace una semana- principal automotora mundial, dejando con pronóstico reservado el futuro del negocio de los automóviles con motores de estas características de la casa alemana.


El escándalo es justificado. La empresa burló por años a reguladores norteamericanos y europeos al hacer que varios de sus modelos de vehículos pudieran detectar cuándo estaban siendo testeados, moderando así momentáneamente sus emanaciones de gases. Una vez terminado el test, los motores llegaban a emitir hasta 40 veces los valores permitidos para algunos contaminantes.


Como resultado de este escándalo, el CEO de Volkswagen se vio forzado a renunciar. También lo hizo el líder de su filial norteamericana y altos ejecutivos técnicos de Audi y Porsche, vinculados al fraude. La marca germana arriesga, en consecuencia, importantes multas por cada uno de los millones de autos vendidos bajo el engaño y demandas millonarias de gobiernos y consumidores, además de mayores regulaciones que afectarán a toda la industria.


La baja de un tercio del valor de sus acciones en pocos días refleja la pérdida de confianza de consumidores que se enorgullecían de conducir vehículos limpios y que hoy se dan cuenta que han estado dañando el medioambiente por largo tiempo. Pero, principalmente, simboliza la pérdida de credibilidad de la empresa en lo que concierne a su gestión ética.


Al mismo tiempo, da cuenta de un castigo social por haber desatendido las denuncias internas y de proveedores -teniendo nula disposición a corregir las malas prácticas y ningún sistema de reacción ante denuncias de este tipo- y por contar con autoridades corporativas incapaces de detectar y corregir oportunamente la transgresión.


Una vez que la confianza en la gestión ética de una compañía desaparece, se pierde la expectativa de una relación sustancial con sus grupos de interés, se esfuma su capacidad de navegar en el ambiente regulatorio moderno y se desdibuja su futuro. Si bien una empresa siempre vive en la incertidumbre de posibles incumplimientos que la puedan dañar ante sus grupos de interés, la inexistencia de una gestión ética en su interior transforma dicha incertidumbre en certeza de que aparecerán incumplimientos, conflictos, pérdida de valor y daño social.


Y es que de no ser capaces de funcionar en un ecosistema marcado por altas expectativas, accountability y exigencia ciudadana, las organizaciones modernas tienen pocas posibilidades de subsistir. Al final del día, y es tan dramático como suena, cuando desaparece la confianza en la gestión ética de una empresa, sólo quedan sus fierros.

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