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Crédito

Padre Raúl Hasbún

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 23 de febrero de 2018 a las 04:00 hrs.
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Padre Raúl Hasbún

Es un término muy usado y valorado en el mundo financiero, académico y cinematográfico. Emprendedores y consumidores difícilmente tendrán acceso a bienes importantes y caros, si no cuentan con un acreedor que confía en su solvencia. Las universidades ponderan como créditos las horas lectivas asignadas para ramos y cursos.

El alumno que las cumple hace creíble su aspiración a un título profesional o grado académico. Y los productores, directores, guionistas, actores, músicos, asesores, maquilladores, iluminadores, sonidistas de una película exigen que sus nombres queden consignados, como crédito a su buen trabajo y prenda para hacer efectiva su eventual responsabilidad. El crédito, en sus variadas acepciones, es un acto de fe, una prueba de confianza y una garantía de cumplimiento fiel. Tener crédito hace posible actuar y progresar profesionalmente, integrarse y convivir pacíficamente.

De ahí que las personas valoren tanto su honra, buena fama o reputación social. Ese buen nombre, esa certificación libre de antecedentes, reproches o manchas penales viene a ser su viviente tarjeta de crédito. Cuando la Biblia afirma: “El justo vive de la fe”, no sólo está constatando que creer en Dios es el mejor seguro de vida, vida buena, vida plena, temporal y eterna.

Está también reconociendo que en la familia humana un miembro no puede existir y realizarse si su entorno lo mira con sospecha y lo trata con permanente desconfianza. Basta, en efecto, que un solo creador o esparcidor de rumores eche a correr la especie de que Fulano es sinvergüenza y corrupto, Mengano violador y asesino, y Zutano (a) frecuentador (a) de lechos y cuerpos ajenos, para que al instante su nombre quede estigmatizado y su trato social contaminado por el prejuicio y anticipada condena.

No sin razón se ha dicho que la honra vale más que la vida. Los que se sienten públicamente desacreditados juegan con la seductora, horrible tentación del suicidio.

Jesucristo lo sabía y habló de eso. En su sermón de la montaña les asignó a la injuria, calumnia o difamación del hermano una gravedad procesal y penal superior a la del homicidio. Maestro, conocía bien el valor pedagógico de la confianza: si no te creen, a ti como persona, no aprenderán ni mostrarán interés por lo que tú les enseñes. Nuestro Código Penal tipifica los delitos de calumnia e injuria como “Delitos contra las Personas”, inmediatamente después del homicidio y lesiones corporales. Un difamado, desacreditado, es como un leproso al que nadie quiere tocar. A walking dead.

Difamar es hoy gratuito y remunerador. Cuando un vociferante criminaliza en público a un personaje le está robando, o clonando, su tarjeta de crédito. Expropiándole su patrimonio basal y principal: su honra, comete fraude parasitario. Pero fama mal habida será flor de un día. Toda palabra mentirosa termina volviéndose contra quien la profiere. Es justicia inmanente. Esa sí, infalible.

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