Cristián Saieh

Conflictos sociales: volver a lo básico, volver a negociar

Por: Cristián Saieh | Publicado: Miércoles 7 de agosto de 2013 a las 05:00 hrs.
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El descontento actual de la ciudadanía es grave. En las distintas aristas de las demandas por el cambio institucional hay factores comunes como la negación del otro, su rechazo, descalificación y la victimización de los que sienten que sus derechos son aplastados. Es la tónica de las graves controversias que vivimos hoy; no hay duda de que muchas de las demandas sociales tienen justificación, no obstante las formas en que algunas de ellas se manifiestan nos obligan a reflexionar sobre la características de este conflicto para disponer de herramientas de solución adecuadas.

Este conflicto social se ha mantenido en el tiempo y tiende a absorber la atención de todos, dejando poco espacio para comunicaciones no conflictivas; de esto precisamente se deriva su fuerza integradora ya que las partes involucradas en él olvidan sus diferencias internas para oponerse en bloque a la amenaza externa que en este caso son un sinnúmero de instituciones como entidades financieras, Isapres, gobierno, entre otras que se encuentran en el ojo de este huracán. En fin, se pone en cuestionamiento nuestra institucionalidad completa.

En la evolución de este conflicto ha existido una tendencia hacia la concentración de las partes involucradas lo que provoca que un conflicto multipartes se polarice en torno a solo dos oponentes principalmente: la denominada “calle” por un lado y el Poder Ejecutivo por el otro. Se han formado alianzas entre los más cercanos para presentar un frente común ante quienes representan una oposición mayor. Con esto, si bien el conflicto reduce su complejidad al referirse a un número menor de participantes, pierde la nitidez de los intereses en juego; precisamente por lo difusas y variadas que son se les llama a estas peticiones “demandas sociales” en que se engloban decenas de necesidades diversas.

Adicionalmente debemos tomar nota de que el conflicto está adquiriendo cada vez mayor intensidad, con una tendencia a subordinar el resto de las comunicaciones únicamente a la conflictiva. Muchas veces se utilizan medios para dañar al otro -encapuchados y tomas, por ejemplo- de tal manera de hacer inviables sus propuestas y obligarlo a aceptar las condiciones puestas unilateralmente. Es la espiral de violencia que debemos detener.

Cuando las demandas por el cambio institucional se instalan con tanta fuerza en la sociedad, no es el momento de la contradicción o la negación; es el momento de volver a lo básico: a negociar. Y las premisas que sustentan este proceso muchas veces se olvidan: preparase exhaustivamente; pensar con claridad en los momentos de presión; capacidad de adaptación; control de las reacciones propias más que las de la otra parte y manejar el poder en caso de tenerlo y generarlo en el evento de no tenerlo. Éstas y no otras son las habilidades negociadoras clave a desarrollar por las autoridades a cargo de abordar y solucionar el conflicto y los representantes de los movimientos, tarea que, pese a parecer de sentido común, deja de serlo como lo evidencia el escaso avance en las conversaciones.

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