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Cuello, corbata y capucha

Pablo Ortúzar Antropólogo social, investigador Instituto de Estudios de la Sociedad

Por: Pablo Ortúzar | Publicado: Viernes 8 de mayo de 2020 a las 04:00 hrs.
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Pablo Ortúzar

La estabilidad del derecho de propiedad, base de la prosperidad económica, es una conquista política, no algo dado. Esto implica que la propiedad debe usarse de modo sustentable. Su abuso, en cambio, mina el respeto por lo ajeno. Lo propio debe concebirse, según la tradición judeocristiana, como un don divino que se custodia, y no como el objeto de nuestra soberanía.

Cuando se desprestigia la propiedad, resuenan las voces que llaman al Estado soberano, imaginado como un dios, a tomar el control. El ámbito privado, entonces, es asaltado por el poder político, volviéndose inestable, cortesano e inseguro. Receta para la ruina.

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Esto hace grave que Cencosud repartiera el triple del mínimo legal de utilidades, al tiempo que una de sus filiales se acogía a la ley de protección del empleo. Ninguna justificación pro-PYME corría para el caso. Dicho acto, aunque legal, resultaba éticamente reprochable para cualquiera que lo inspeccionara. Y, por esa vía, restaba legitimidad al derecho de propiedad, dañando la estabilidad y prosperidad futura del país. Finalmente, por suerte, retrocedieron ante la presión de la opinión pública y la amonestación del ministro Briones. Pero queda la duda de cómo una decisión así no encendió alarmas previas.

Para peor, revisar los escándalos anteriores en los que ha estado involucrado el “holding” equivale a una lección rápida de sociología de los orígenes del estallido social: cobros unilaterales en tarjetas de crédito, sanciones por prácticas antisindicales, el escándalo por el vínculo con Julio Pereira que terminó con su salida del SII, la colusión de los pollos y la acusación por contrabando de mercadería bajo el rótulo de “ayuda humanitaria” luego del terremoto de 2010.

Andrés Bello dijo que los chilenos éramos “inmorales, pero dóciles”, lo que ayudaba a nuestro desarrollo. Sin embargo, el abuso destruye esa docilidad, a la vez que el mal ejemplo convierte la inmoralidad en anarquía. ¿De dónde emerge la tolerancia popular a la elusión de los torniquetes, al incendio y al saqueo? “Ellos eludieron primero, ellos saquearon primero”. Mariano Puga resumió este sentimiento en la taliónica frase, “este pueblo tiene el derecho a destruirlo todo, porque todo le han destruido”.

¿Qué debe hacer la comunidad empresarial? Este tipo de cosas echa políticamente por la borda el fruto de los muchos esfuerzos privados por colaborar en el contexto de la pandemia. Es una oportunidad, entonces, para la autocrítica, aunque ello comprometa intereses de corto plazo. Se necesitan nuevos estándares éticos: la ley no puede ser el límite (o la ley terminará regulando todo). No basta que el presidente de la CPC, Juan Sutil, destaque que el acto era legal, aunque inoportuno. Es necesario reflexionar sobre el origen de la miopía ética que hay detrás de este tipo de decisiones, que engendra actos tanto legales como ilegales. Si la reflexión y el giro no llegan a tiempo, el daño a futuro, una vez que el dique de la cuarentena se rompa, puede volverse exponencial, duradero y general.

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