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Cuenta

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 2 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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Por tradición y disposición constitucional, el Presidente de la República debe dar cuenta al país, ante el Congreso Pleno, del estado administrativo y político de la Nación. Pertenece a la esencia de un mandatario informar documentadamente a su mandante sobre el negocio o gestión que ha realizado en su nombre. Jesucristo alude a esta figura jurídica en su parábola del administrador inepto (Lucas 16, 1-12). Acusado de despilfarrar el patrimonio de su señor y llamado a rendirle cuentas, este incapaz de tomar una pala o pedir limosna despliega su talento negociador y concede sustanciales rebajas a los subcontratistas que le debían a él. Y con ese dinero fresco amortizó su propia deuda con quien le había otorgado su hacienda en concesión. Sacó aplausos de su mandante y se aseguró ser bien recibido y agasajado por sus otrora deudores.

Fiel a su coherencia entre lo predicado y obrado, Jesús también rinde solemne cuenta del mandato que su Padre le ha conferido. En la noche del Jueves Santo, pocas horas antes de morir, asegura: “Padre, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Manifesté tu Nombre y cuidé a los que me diste. Les comuniqué lo que me comunicaste. Les di la gloria con que me glorificaste. Los amé como Tú me amaste”. Impresionante humildad de quien, siendo el Todopoderoso, no se excusa de dar cuenta a su mandante. Si el Maestro no se eximió ¿con qué cara podríamos eximirnos sus discípulos?

De hecho, el Maestro no eximió a nadie de esa rendición de cuentas final. En Mateo 25, 31-46, Jesús se presenta sentado en su trono de gloria y escoltado por sus ángeles, para juzgar el modo concreto en que cada hombre y cada nación habrá cumplido el mandato promulgado en la conciencia de la Humanidad: hacer el bien al desvalido que necesita de su prójimo. Entonces se revelará que ese desvalido era y es presencia de Cristo. Y que ese prójimo era y es el que, aun sin saberlo, le ofreció a Cristo -primero por justicia, y luego por misericordia- pan, agua, vestido, hospitalidad, medicina, consejo, consuelo, respeto: “todo lo que hiciste o dejaste de hacer en favor de estos mis hermanos más pequeños, me lo hiciste o dejaste de hacer a Mí”. Tanto vale la persona del desvalido, y tanto la obra de justicia y misericordia de quien es su prójimo, que el resultado de la cuenta final será eterna bendición o condenación.

En esa rendición de cuentas sobre el mandato solemne: “ámense como Yo los amé; hagan por el otro todo lo que esperan que el otro haga por ustedes”, no vale invocar afiliaciones, programas, promesas, ritos o intenciones. Sólo cuentan las obras. Obras de justicia y misericordia. Habrá buenos abogados, comenzando por el mismo Cristo. Pero ninguno mejor que tus obras.

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