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Cultura y populismo

Carmen Gloria Larenas Directora general del Teatro Municipal de Santiago

Por: Carmen Gloria Larenas | Publicado: Jueves 26 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Carmen Gloria Larenas

Son tiempos complejos, de cambio. Atractiva combinación para aprovechar el río revuelto. Y se hace difícil no caer en la tentación de las soluciones fáciles a temas complejos y en descalificaciones generales para problemáticas particulares. El mundo artístico y cultural no está ajeno a esta dinámica de lo que llamamos populismo. Pero hay que combatirla.

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Ya hemos hablado de las particularidades poco conocidas de este sector, a las que hay que sumar las millonarias medidas Covid no sólo para recibir al público, sino para facilitar el trabajo de artistas y trabajadores (técnicos, administrativos, etc.) que, en el caso del Teatro Municipal de Santiago, se traducen en una compleja implementación para 400 personas; así como la creencia instalada de que el mundo cultural gestiona sin eficiencia. Y eso no es así.

Como en todo, hay donde mejorar. De parte de las organizaciones, en transparencia, procesos y creatividad para abordar a los públicos. De parte del mundo público, profundizar la Ley de Donaciones Culturales y trabajar en una visión de desarrollo cultural de largo plazo para el país y sus instituciones culturales.

Sin embargo, uno de los problemas más complejos por abordar todos juntos son los costos ineludibles frente a los límites de ingresos, ecuación agravada en modo Covid. Todavía se requiere la misma cantidad de músicos para interpretar, por ejemplo, una sinfonía de Mahler o una ópera de Verdi; o tiempos creativos suficientes para una nueva obra de teatro o creación musical, durante los cuales los artistas no perciben ingresos. A eso hay que sumar el hecho de que los costos generales han aumentado desde entonces.

Las salas tienen un aforo limitado, hoy al extremo por la pandemia, lo que coarta la venta de un modo que invita al pesimismo.

La solución de las instituciones ha sido generar otros ingresos mediante acciones comerciales y el aumento de los precios de las entradas. Y eso ha tenido consecuencias desafortunadas. O las organizaciones son poco sustentables en el tiempo -basta mirar cuántas continúan existiendo y creando con un poco de pintura, ideas y un par de fondos concursables-, o las expresiones artísticas son definidas como elitistas desde el punto de vista del acceso. Lo que pasa, simplemente, es que las artes escénicas han estado costando demasiado para la mayoría de las personas y el equilibrio de su gestión se vuelve una tarea casi imposible.

El desarrollo cultural del país debe tomar un nuevo brío, en un modelo que debemos definir. Cual sea la opción que acordemos, merecemos un apoyo por parte del mundo público y privado, generoso y basado en la confianza, que nos permita a cada organización de acuerdo a su misión y visión, proponer contenidos valiosos que reconozcan la diversidad de nuestra sociedad y país, en un modo de identidad y no de trincheras ideológicas. Tenemos mucho que aportar. Reconocerlo en su justa dimensión es la antítesis del populismo.

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