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DF Tax | Recaudando con furia

Ignacio Gepp, director de Tax Advisory de Puente Sur

Por: Ignacio Gepp | Publicado: Jueves 5 de diciembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Ignacio Gepp

Con un Estado que en la apariencia ya no tiene el monopolio de la fuerza legítima y demandas sociales que continúan expandiéndose, el frenesí por recaudar desde una olla sin fondo se ha hecho irresistible para nuestros líderes.

Salvo el ministro de Hacienda de turno del gobierno de turno, nadie entiende muy bien cuánto más recaudar (ej. 3% del PIB era la meta de la reforma tributaria del gobierno anterior aunque recaudó 1,6% por menor actividad económica; 5% decía recientemente el diputado Daniel Núñez), pero en el contexto actual la recaudación se ha vuelto un fin en sí misma, aunque tristemente no acompañada de un debate por un mejor gasto fiscal.

Al querer recaudar con furia lo primero que se viene a la mente son los no muy exitosos impuestos sobre activos, que tienen la virtud de ser herramientas agresivas para forzar la distribución de riqueza, asumiendo eso sí que el Estado no despilfarre la plata antes de transferirla a los sectores más vulnerables.

Pensando en el rol que puede tener este tipo de impuesto para llegar a formar "comunidad" (chilenos que se sientan parte de algo común con otros chilenos estableciendo lazos de solidaridad mutua), la propuesta de Jeannette von Wolfersdorff sobre un impuesto que se pague por única vez con acciones y alimente un fondo público que distribuya sus beneficios es sexy, en cuanto genera un efecto distributivo sin causar problemas de liquidez, no requiriendo valorización patrimonial permanente e impidiendo al Estado caer en la tentación de ocupar el fondo para tapar el déficit.

Pero dejando de lado la furia, para recaudar más parece más sensato e incluso inmediato, pelar mejor el chancho que ya tenemos en lugar del unicornio que nos gustaría tener.

¿Qué significa pelar mejor el chancho tributario que tenemos hoy?

En mi opinión:

(i) El costillar del chancho es el impuesto corporativo que hoy rinde hasta llegar al hueso por una potente autoridad tributaria. Todos los contribuyentes de este impuesto saben que ser pillos es cosa del pasado y terminan pagando sus impuestos, en su gran mayoría, de forma correcta (según datos del SII, el 88% del total de contribuyentes presenta un riesgo bajo de incumplimiento tributario y sólo un 1% representa un riesgo alto). Ergo, sumar más empresas al régimen general al eliminar los sistemas de renta presunta parece obvio, impostergable e inexcusable atendida la tecnología con que cuenta el SII y que permite apoyar a estos contribuyentes.

(ii) El pernil del chancho son los impuestos personales y aquí bastante se puede mejorar. Para sacarle provecho hay mucha grasa que quitar, y eso se puede lograr no sólo en el horno sino que también desintegrando el impuesto corporativo del impuesto personal para quienes no sean una PYME, con lo cual nos evitamos un buen número de devoluciones, cerramos ventanas de elusión y nos ahorramos plata al requerir un menor esfuerzo de fiscalización.

Esto se llama exigir de las rentas del capital un esfuerzo mayor.

(iii) La papada del chancho son las exenciones tributarias tanto en Impuesto a la Renta como en Impuesto al Valor Agregado.

Este corte del animal puede ser fantástico, pero para llegar a él tenemos que dejar de lado dulces que hoy no se entienden bien, como la exención a ciertas ganancias de capital o el que un espectro no menor de servicios no esté afecto a IVA.

¿Si queremos incentivar la inversión, por qué simplemente no tenemos una tasa plana más baja para todas las ganancias de capital en inversiones de largo plazo?

No parece sensato ir a crear nuevos impuestos cuando podemos revisar la base de los impuestos que ya tenemos.

(iv) El pechito del chancho, ese cofre desde el que sacamos el tocino, son aquellos impuestos indirectos que afectan a bienes con externalidades negativas tales como combustibles, azúcar, tabaco y alcohol. Sin embargo, tiene un gran ausente que es la marihuana, mercado que para 2032 a nivel global se espera mueva US$ 200 billones y que hoy ya ha sido regulado de forma profunda y efectiva en el norte de nuestro continente.

Según un estudio de Senda del 2010, el consumo anual de marihuana en Chile se estimó en 15.000 kilos a valores de entre $8.000 y $15.000 pesos por gramo. Gravarla con los mismos impuestos que al tabaco procesado podría dejar en Chile del orden de US$ 140 millones. En otras palabras, es un mercado económicamente relevante y ampliamente extendido en Chile, pero respecto del cual el Estado no sólo no recauda un peso, sino que más encima destina recursos a su persecución penal.

Dicho todo esto y lamentando que en octubre el Índice Mensual de Actividad Económica tuvo una contracción del 3,4%, hay que entender que los impuestos no sirven de nada sin rentas, sin consumo e incluso sin riqueza patrimonial. También debemos entender que sin un gasto fiscal más eficiente, las transferencias a quienes más lo necesitan son menores. Un Estado ineficiente termina por robarle a su pueblo en igual o mayor medida que la corrupción.

Es imperativo hacerse cargo de este chancho no con ira ni prejuicios cortándolo a lo tonto y a lo loco, sino que permitiéndole engordar y que alcance para que todos podamos sentarnos en una misma mesa a comer de él.

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