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Doble i(mpacto)

Axel Christensen Director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock

Por: Axel Christensen | Publicado: Martes 1 de junio de 2021 a las 04:00 hrs.
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Axel Christensen

En la medida que las campañas de vacunación avanzan, los mercados van dejando atrás el foco en la pandemia y su devastador efecto económico para trasladar su atención al mundo post-Covid. Entre las variadas consecuencias que ha provocado el virus, hay dos que concitan mayor preocupación: inflación e impuestos. Ello, por el significativo impacto que ambos tienen sobre los mercados.

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En la mayoría de los mercados desarrollados (y en muchos emergentes) la inflación había dejado de quitarles el sueño a los analistas económicos. Si generaba algún ruido, era más bien su ausencia, lo que provocaba dolores de cabeza a bancos centrales, sobre todo en Europa y Japón que luchaban por años con los inconvenientes de la deflación.

La pandemia cambió radicalmente esta situación. La combinación de las distorsiones que provocó en las cadenas de suministro, el fuerte reinicio de la actividad que liberó el consumo reprimido por el encierro de cuarentenas y las alzas en los precios de materias primas, han llevado a incrementos de precios no vistos en más de una década en Estados Unidos y Europa.

El efecto financiero del alza de la inflación no se ha hecho esperar. Las tasas de interés, sobre todo en plazos más extendidos, han subido, y el precio de los bonos ha sentido el golpe. En países emergentes, donde las presiones inflacionarias han sido más marcadas, los bancos centrales han comenzado a subir sus tasas de política monetaria después de haberlas llevado al piso para hacer frente a la crisis del Covid. Crecientemente más inversionistas buscan instrumentos y estrategias financieras que protejan sus carteras del impacto: desde bonos indexados a inflación, a acciones en sectores que ofrecen resguardos, o la protección de exposición a materias primas.

Ello dista mucho de la manera de invertir que tenían previo a la pandemia, que se basaba en el supuesto de que la inflación se mantendría baja para siempre. Si bien es razonable pensar que muchas de estas alzas serán transitorias e irán disminuyendo en la medida que se estabilice la producción y demanda, el impacto ha sido lo suficiente para gatillar los cambios de inversión antes mencionados.

Otro factor que llegó para quedarse en el ámbito financiero son los impuestos. El titánico esfuerzo que han tenido que realizar los gobiernos para hacer frente a la crisis económica resultante de la pandemia, se ha traducido en incrementos de endeudamiento que solamente son sostenibles si las tasas de interés se mantienen cercanas a cero. Pero esto último se ve crecientemente puesto en duda por el impacto inflacionario ya descrito. Luego, la necesidad de recaudar más vía impuestos, para ir reduciendo la carga de deuda, se hace cada vez más ineludible.

Así, el impacto tributario sobre las inversiones también cobra cada vez mayor fuerza. La posibilidad de que se incremente el impuesto a la ganancia de capital aparece como una amenaza que pueda arrastrar a una corrección de precios, gatillado por ventas de inversionistas que busquen anticiparse a su puesta en marcha. Ajustes en otro tipo de exenciones y regímenes especiales también podría afectar a inversiones inmobiliarias. Por último, el incremento de gravámenes a las empresas también afectará el precio de sus activos con los consiguientes efectos en los mercados.

Con todo, el doble impacto de inflación e impuestos va tomando el protagonismo en un nuevo mundo financiero post pandémico.

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