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¿Dónde está la coherencia narrativa?

Alberto López-Hermida Profesor Facultad de Comunicaciones UDD

Por: Alberto López-Hermida | Publicado: Viernes 4 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Alberto López-Hermida

El polera-gate de Gabriel Boric no debería sorprendernos. Al menos no mucho. Y es que las imágenes del honorable y pacifista diputado recibiendo de buena gana una polera con la imagen del senador Jaime Guzmán con un disparo en medio de su frente no son más que el reflejo de uno de los males que tienen a Chile enfermo.

Los políticos de nuestro país –sí, y los del mundo entero también– parecen no entender que la coherencia narrativa es el principal barrunto que deben atacar a la hora de querer rescatar a la política del estado calamitoso en que se encuentra.

Ejemplos sobran: el viaje a Harvard del ministro Felipe Larraín, los abusivos viáticos cobrados por los parlamentarios, el nombramiento de la inexperta Fernanda Bachelet como agregada comercial en Nueva York en medio de una política contra el nepotismo, o el apoyo y luego intempestiva “sacada de piso” del mismo Presidente Sebastián Piñera a Carabineros de Chile… la falta de coherencia, especialmente la comunicacional, se ha colado en el sistema.

Precisamente es esta falta de coherencia entre el discurso y las acciones una de las razones más importantes por las que la política se encuentra enferma de desconfianza y desafección ciudadana. Las encuestas nos lo dicen semanal, trimestral y semestralmente. Y nadie parece escucharlas.

No es consuelo pensar que los empresarios, uniformados y sacerdotes también han demostrado altas cuotas de incoherencia en los últimos años en nuestro país, sino que es señal de aún más preocupación: es la sociedad entera la que parece afectada.

La coherencia, entendida a nivel personal como la congruencia entre el pensamiento, las palabras y las obras, resulta ser uno de los primeros puntos a corregir si es que a lo que se aspira es recuperar la confianza de la ciudadanía, los clientes, las bases o los feligreses. Sin coherencia, cualquier esfuerzo es en vano.

Mientras se sigan descubriendo gastos en medio de un clima de austeridad, recortes tramposos en medio de una aspiración a ser intachables, y abusos de poder y conciencia en medio de un discurso de santidad, la confianza es una aspiración onírica.

Lo dice la sabiduría popular cuando se afirma que –perdonando la expresión– “debe calzar el pulso con la orina”, pero también cualquier manual básico de comunicación política nos explica que debe existir una correlación explícita entre el discurso y las acciones que se realizan.

La mentada narrativa que debe abrazar un político no debe centrarse en construir un discurso atractivo para moros y cristianos, y eso parecen aún no entenderlo los asesores de algunos. Apuntar a eso es preocuparse exclusivamente por el envoltorio y la pirotecnia. Una narrativa eficiente consiste en enarbolar una identidad cristalina para el político, que se refleje en una coherencia radical entre lo que se dice y lo que se hace.

Probablemente sea justo que el diputado Gabriel Boric reciba algún castigo de parte de la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados por su falta total de empatía con quienes hasta el día de hoy se ven afectados por el asesinato de un compatriota en democracia, pero aún más necesario es que reciba una amonestación contundente de parte de sus electores por su falta de coherencia narrativa entre lo que dice y lo que hace.

El tipo de coherencia que hace rato Chile está pidiendo a gritos.

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